Explicó que “existe una corriente en la teología moral que se detiene en la dimensión trascendental de la misma. Es decir que la moral se reduciría a este mandato: hay que hacer el bien y evitar el mal, hay que ser buenos y no hacer mal a nadie… Esta gente que piensa así repudia el hecho de que los Mandamientos, siete de ellos, están formulados de manera negativa… Así está en la Sagrada Escritura, en el Antiguo Testamento y también en el Sermón de la Montaña porque Jesús comenta los Mandamientos en ese momento y no sólo los comenta sino que los agrava, los profundiza, los hace más serios”.
También sostuvo que se observa que “ya no se habla de matrimonio sino que se habla de marido y mujer, de parejas, de exparejas. Vemos que estos femicidios que ocurren, que son terribles, la mayoría son cometidos por exparejas. Vemos los chicos por acá y por allá tironeados por la mamá, tironeados por el papá y vemos como se ha destruido la familia y se ha puesto de moda, digamos así, el pecado contra el Sexto Mandamiento como si eso no importara nada”.
Mons. Héctor Aguer manifestó que “acá se juega algo muy grave porque, nosotros, sabemos muy bien que la castidad es una virtud fundamental para sostener las otras virtudes. No se sostienen las otras virtudes en un hombre destemplado. Más aún, Aristóteles decía que el pecado contra la castidad, la incontinencia, es algo que desarma toda la persona y contradice el carácter adulto del comportamiento humano”.
“La desgracia está aquí en que los chicos y chicas adolescentes se inician sexualmente a una edad en que no están en condiciones de hacerlo porque, por comenzar, sabemos muy bien por la antropología cristiana que el comportamiento sexual se justifica plenamente en el matrimonio porque tiene un doble significado: el unitivo, para mostrar el amor entre los esposos y el procreativo, para la comunicación y la transmisión de la vida. Vemos chicos y chicas, con 12 o 13 años, que quedan embarazadas y chicos que no se hacen responsables de eso. ¿Pueden hacerse responsables de eso?”, consideró el prelado.
“La desgracia está aquí en que los chicos y chicas adolescentes se inician sexualmente a una edad en que no están en condiciones de hacerlo porque, por comenzar, sabemos muy bien por la antropología cristiana que el comportamiento sexual se justifica plenamente en el matrimonio porque tiene un doble significado: el unitivo, para mostrar el amor entre los esposos y el procreativo, para la comunicación y la transmisión de la vida. Vemos chicos y chicas, con 12 o 13 años, que quedan embarazadas y chicos que no se hacen responsables de eso. ¿Pueden hacerse responsables de eso?”, consideró el prelado.
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