El cardenal Brandmüller, quien firmó junto al cardenal Burke una carta en la que instaba a los obispos que iban a asistir a la cumbre del Vaticano para que defendieran la doctrina moral católica, asegura que está «muy decepcionado» por lo ocurrido durante el encuentro, pero sigue esperando en la divina providencia.
Su Eminencia, ¿cuál es su reacción ante el encuentro?. Algunos se han quejado de que no se ha discutido apropiadamente sobre las verdaderas causas, los problemas de los que habla en su carta, tales como la crisis de fe y la laxitud doctrinal.
Estamos muy decepcionados.
¿Cree que se ha evitado deliberadamente el asunto de la homosexualidad?
Absolutamente, y éste es el silencio que clama ser roto, porque ahí yace el verdadero problema.
¿Cree que en la cumbre se abordó alguna de sus preocupaciones, la crisis de fe o los problemas doctrinales?
Hemos dicho todo lo que había que decir. Todo depende de lo que se haga ahora, pero el silencio sobre la homosexualidad es un problema real. Hemos escrito nuestra carta como observadores externos; ni el cardenal Burke ni yo participamos activamente en el encuentro.
¿Por qué piensa que no se han abordado cuestiones como la crisis de fe, la defensa de la doctrina moral, la reforma de los nombramientos de obispos y los mecanismos que permitieron que ocurriera lo de McCarrick?
Discutir el problema de la homosexualidad habría sido peligroso para ellos porque es evidente que existe una red homosexual dentro del Vaticano. Ese es el problema, no hay duda.
El cardenal Blaise Cupich de Chicago, miembro del comité preparatorio del encuentro, dijo que tales redes de protección sólo eran una hipótesis que debería ser probada.
¿Cómo se puede probar eso? Sólo a través de la experiencia personal.
¿Cómo se puede superar este problema?, ¿cómo se puede ganar esta batalla?
Ellas (las redes de protección) son parte de la maquinaria, así que ¿cómo puedes no tenerlas en cuenta? Es un problema terrible.
¿Qué parte del problema cree que se debe al colapso de la doctrina moral en la Iglesia?
La falta de doctrina moral: esa es la raíz y es un problema antiguo. A finales de los 60 y principio de los 70 la enseñanza de la moral en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma era herética.
¿Por qué entonces?
No sé por qué, pero fue la época de los oradores disidentes: (el padre jesuita Josef) Fuchs, (el padre Bernard) Häring, y (el padre Charles) Curran. Ellos ofrecían sus enseñanzas, los chicos escuchaban sus conferencias y empezaban a practicar la homosexualidad. El North American College fue un centro de homosexualidad en aquella época.
Y aún así nada de esto es nuevo, tal como nos recuerda el testimonio de San Pedro Damián.
No se dieron cuenta de que la cumbre empezaba el día de su fiesta.
¿Cómo se puede romper esta conspiración de silencio?
Ese es su trabajo como periodistas.
Pero, ¿qué se puede hacer cuando aún exponiendo estos escándalos, raramente se producen consecuencias concretas o se toman medidas punitivas o hay cualquier tipo de sanción o se piden responsabilidades?
Seguir. Es la única alternativa. Sólo puedo decir que hay que seguir. Ser fuerte, decidido y claro.
¿Qué piensa de la "protesta silenciosa" justo antes de empezar la cumbre, pidiendo que se rompa la barrera de silencio sobre la doctrina moral que existe entre los dirigentes de la Iglesia?
Todo el mundo está autorizado a expresar su opinión, y esta fue una buena protesta. Vivimos con esperanza y con la confianza puesta en la Divina Providencia.
NCR/InfoCatólica
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