Francisco comparó el surgimiento de los movimientos populistas y nacionalistas de hoy con los días de la Alemania nazi en un discurso dirigido a un grupo de diplomáticos acreditados ante la Santa Sede el pasado lunes.
El Papa continuó expresando su creencia de que las "organizaciones globalistas" son clave para el mantenimiento de la paz y la estabilidad internacional.
El aumento del populismo, sugirió el Papa, se debe en parte a la incapacidad del sistema multilateral para ofrecer soluciones efectivas a situaciones no resueltas, y en parte es "el resultado de la evolución de las políticas nacionales, cada vez más determinadas por la búsqueda de un consenso inmediato y sectario, más que por la búsqueda paciente del bien común".
Durante el período entre las dos guerras mundiales, dijo, “las tendencias populistas y nacionalistas prevalecieron sobre la acción de la Liga de las Naciones". "La reaparición de tales impulsos hoy está debilitando progresivamente el sistema multilateral, como resultado de una falta general de confianza, una crisis de credibilidad de la política internacional y una progresiva marginación de los miembros más vulnerables de la familia de naciones". En su discurso, el Papa lamentó la "reaparición de tendencias para perseguir y priorizar los intereses nacionales individuales sin recurrir a los instrumentos que el derecho internacional establece para resolver disputas y garantizar el respeto de la justicia, incluso a través de los tribunales internacionales".
Este aumento en el nacionalismo es, a veces, el resultado de un "malestar agudo" que experimentan los ciudadanos de muchos países, quienes perciben las dinámicas que gobiernan a la comunidad internacional como "en última instancia, lejos de sus necesidades reales", dijo.
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Curiosamente, en ninguna parte de su discurso de 5.600 palabras el Papa mencionó la "subsidiariedad", el principio central del pensamiento social católico que protege la libertad de los individuos, las familias y las comunidades de la interferencia de organismos estatales e internacionales.
La Iglesia católica ha reafirmado constantemente el principio vital de la subsidiariedad, que determina que "una comunidad de un orden superior no debe interferir en la vida interna de una comunidad de un orden inferior, privando a esta última de sus funciones, sino que más bien debe apoyarla en caso de necesidad y ayuda para coordinar su actividad con las actividades del resto de la sociedad, siempre con miras al bien común".
Como resultado, los católicos creen que los organismos internacionales nunca deben ser exhaustivos o invasivos con respecto a la vida interna de las naciones, sino que deben limitar su actividad a áreas de la vida que no pueden ser gobernadas de manera práctica y efectiva por las mismas naciones.
La soberanía de las naciones nunca debe verse comprometida por estructuras jurídicas o políticas internacionales demasiado agresivas. Según el pensamiento católico, la subsidiariedad es un componente fundamental del bien común y no un contrapeso, y cuando no se respeta, el bien común sufre.
Si bien la subsidiariedad es fundamentalmente un principio limitante de la interferencia de una sociedad de orden superior en la vida de una sociedad de orden inferior, promueve el bien común al defender las libertades esenciales y la autonomía de las sociedades de orden inferior, incluida la de naciones individuales.
Breitbart (extracto)
Religion, la Voz Libre
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