Por George Neumayr
El viaje del Papa a la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá marcó otro intento de avanzar en su visión temporal. Hizo un llamado a los jóvenes para construir "un mejor futuro", pero no especificó dónde.
Utilizó su visita a lo que la prensa llamó el "centro" de la cultura de caravanas de América Central para alentar la inmigración ilegal. Deploró la "condena sin sentido e irresponsable" de los inmigrantes ilegales y reflexionó sobre los países con "puentes", no muros.
En el viaje en avión a Panamá, el Papa Francisco ya había atacado a los gobiernos que defienden sus fronteras. Culpó de la división y la inestabilidad a los países que se ven afectados por la inmigración ilegal, no por las consecuencias de esa invasión sino por el "miedo" a ella. "Es el miedo lo que nos vuelve locos", dijo, luego de que un reportero le hizo una pregunta relacionada con el muro propuesto por el presidente Trump.
Es un papa que dice que no le gusta "imponer cargas" a las personas, pero no tiene ningún problema en hacerles sentir culpables si tienen inquietudes racionales acerca de dejar sus fronteras abiertas. La implacable defensa de la amnistía del Papa representa una desviación del respeto habitual que la Iglesia le dio al estado con respecto a sus legítimos deberes. Los papas anteriores, citando el mandato de Jesucristo "Da al César las cosas que son del César y a Dios las que son de Dios", se mostraron reacio a cuestionar algo tan fundamental como la legislación migratoria. Pero este papa no siente tal vacilación de invadir el espacio del César. Permitió que una de las ceremonias de oración en Panamá se convirtiera en algo parecido a un mitin a favor de la amnistía, con referencias a Jesús golpeado como un inmigrante ilegal.
Parece que no se le ocurre que un gobierno responsable pueda necesitar construir puentes y también muros. Trata los deberes básicos de un gobierno como un impedimento para el bien común más que como una fuente de él, y se niega a considerar las implicaciones de un derecho universal a la amnistía.
En el viaje en avión a Panamá, el Papa Francisco ya había atacado a los gobiernos que defienden sus fronteras. Culpó de la división y la inestabilidad a los países que se ven afectados por la inmigración ilegal, no por las consecuencias de esa invasión sino por el "miedo" a ella. "Es el miedo lo que nos vuelve locos", dijo, luego de que un reportero le hizo una pregunta relacionada con el muro propuesto por el presidente Trump.
Es un papa que dice que no le gusta "imponer cargas" a las personas, pero no tiene ningún problema en hacerles sentir culpables si tienen inquietudes racionales acerca de dejar sus fronteras abiertas. La implacable defensa de la amnistía del Papa representa una desviación del respeto habitual que la Iglesia le dio al estado con respecto a sus legítimos deberes. Los papas anteriores, citando el mandato de Jesucristo "Da al César las cosas que son del César y a Dios las que son de Dios", se mostraron reacio a cuestionar algo tan fundamental como la legislación migratoria. Pero este papa no siente tal vacilación de invadir el espacio del César. Permitió que una de las ceremonias de oración en Panamá se convirtiera en algo parecido a un mitin a favor de la amnistía, con referencias a Jesús golpeado como un inmigrante ilegal.
Parece que no se le ocurre que un gobierno responsable pueda necesitar construir puentes y también muros. Trata los deberes básicos de un gobierno como un impedimento para el bien común más que como una fuente de él, y se niega a considerar las implicaciones de un derecho universal a la amnistía.
Durante su viaje a Panamá, dejó en claro que su disgusto por los "muros" se extiende hasta los "muros invisibles", mientras visitaba a los prisioneros, a quienes consideraba como víctimas de la mentalidad de encierro de la sociedad.
Él implicó que la "actitud" de la sociedad hacia sus crímenes es peor que los crímenes en sí mismos. "Esta actitud arruina todo, porque erige un muro invisible que hace que la gente piense que, si marginamos, separamos y aislamos a los demás, todos nuestros problemas se resolverán mágicamente", dijo a los presos. "Cuando una sociedad o comunidad permite esto, y no hace nada más que quejarse y ser mordaz, entra en un círculo vicioso de división, culpa y condena".
Al papa le gusta enfrentar a los ilegales con los legítimos e insinúa que a estos últimos les falta moral por el simple hecho de pedirle a su gobierno que los proteja. Busca reunir a los miembros de la Iglesia no en torno a sus enseñanzas reales, sino en torno a su propia política de izquierda.
Al papa le gusta enfrentar a los ilegales con los legítimos e insinúa que a estos últimos les falta moral por el simple hecho de pedirle a su gobierno que los proteja. Busca reunir a los miembros de la Iglesia no en torno a sus enseñanzas reales, sino en torno a su propia política de izquierda.
En su discurso a los obispos de América Central durante el viaje, los instó a asumir un papel aún más político. Dijo que quería que ellos "pensaran con la iglesia", por lo que aparentemente se refiere a las prioridades políticas de la jerarquía actual de la iglesia.
De acuerdo con la mentalidad tradicional de la Iglesia, el deber de un obispo es salvar almas, no escupir sobre asuntos políticos complicados más allá de su competencia. Pero para el Papa Francisco, el reino de los cielos no es tan atractivo como la política del momento.
En momentos durante su visita a Panamá, su politización del cristianismo lo hizo sonar panteísta: "El camino de la cruz de su Hijo continúa en la súplica de nuestra madre tierra, profundamente herida por la contaminación de sus cielos, la esterilidad de sus campos, la contaminación de sus aguas, pisoteadas por el desprecio y una furia de consumo más allá de toda razón".
Según informes de prensa, su participación en el evento fue decepcionante. Ellos atribuyeron los números disminuidos al momento del evento, que entró en conflicto con los horarios escolares de los estudiantes de América y Europa. Pero seguramente, parte del entusiasmo disminuido se debe a la política cansada y diligente de este papado. ¿Podría ser, como dijo Jesús, que los jóvenes quieren "pan", no piedras?
Según informes de prensa, su participación en el evento fue decepcionante. Ellos atribuyeron los números disminuidos al momento del evento, que entró en conflicto con los horarios escolares de los estudiantes de América y Europa. Pero seguramente, parte del entusiasmo disminuido se debe a la política cansada y diligente de este papado. ¿Podría ser, como dijo Jesús, que los jóvenes quieren "pan", no piedras?
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