No se me ocurre otra cosa para definir lo que está pasando, en serio. La reacción de los NPC en redes sociales no tiene precio. Cómo, ¿que no sabe usted qué es un NPC? Pues está usted fuera de onda, querido lector.
Por Candela Sande
Trump ha vuelto a liarla, esta vez de la manera más tonta. Su Administración está planteándose una definición legal del sexo y, agárrense: solo contempla dos, hombre y mujer, y eso, definido por los genitales a juicio del doctor que certifique el nacimiento de la criatura.
A menudo pienso que estamos decepcionando a los progresistas. Y no solo a ellos, sino a la sociedad en general. Es como cuando un amigo te gasta una broma y tú te enojas y entonces él sube la apuesta y hace la broma más pesada para que al fin entiendas que era una broma y tú, nada, sigues muy serio.
Es como cuando en una competencia deportiva femenina, todos los participantes, organizadores y periodistas tienen que fingir, delante de un más que evidente machazo, que están delante de una dama que acaba de demostrar que las mujeres no tienen límites en el deporte.
No se me ocurre otra cosa para definir lo que está pasando, en serio. La reacción de los NPC en redes sociales no tiene precio. Cómo, ¿que no sabe usted qué es un NPC? Pues está usted fuera de onda, querido lector.
Probablemente, si usa alguna vez redes sociales -e incluso si meramente ve la tele-, habrá advertido que los progresistas de las redes responden siempre a cada noticia o argumento con frases idénticas y objeciones calcadas, como si cada mañana les pasaran una hoja con las instrucciones del día. Esto ha llevado a algún ingenioso creador de ‘memes’ ha hacer lo que más les ha podido doler hasta la fecha, por lo que tengo observado: calificarles de NPC.
Pensar que es Trump quien “redefine” los sexos en el sentido en que han sido definidos durante milenios, tiene toda la gracia del mundo.
No se preocupe, yo tampoco sabía lo que eran hasta consultar con mis hijos. Las siglas responden a Non-Player Character -Personaje No Jugador-, y pertenece a la jerga de los videojuegos.
En uno de estos juegos, hay personajes que controlan los jugadores y por tanto puede reaccionar como al usuario le dé la gana, y decir lo que al usuario se le ocurra. Pero luego hay otros que controlan la máquina, cuyas intervenciones son limitadas a lo que está programado y que solo manejan unas pocas frases, siempre las mismas: esos son los NPC, y con eso comparan a los progres online, porque hay que reconocer que sus argumentos son patéticame limitados y repetitivos.
Un ejemplo que se repite y se repite, con escasísimas variaciones: “La administración de Trump quiere redefinir el género como ‘femenino o masculino basado en rasgos biologicos inmutables identificables en o antes del nacimiento’. Esto es un ataque frontal a los derechos de las personas trans y pone en peligro sus vidas”.
Otro, aún más repetido, es que Trump “hace desaparecer de un plumazo” a un millón y medio de personas, que son las que se ‘indentifican’ con el sexo contrario a aquel con el que nacieron o con uno de los 25.000 que hay por ahí.
Las dos cosas, no me negarán, son inmensamente divertidas para quien quiera tomarse esto con sentido del humor, porque pensar que es Trump quien “redefine” los sexos en el sentido en que han sido definidos durante milenios, tiene toda la gracia del mundo.
Como también la tiene eso de “hacer desaparecer” un millón y medio de personas. No, no ha hecho semejante portentoso truco de magia; sencillamente, les confiere exactamente el mismo sexo que la propia naturaleza y que queda fijado en los cromosomas presentes hasta en las última de sus células: XX, si es mujer, y XY, si es varón.
Ya, entiendo que es aburrido. Es mucho más divertido fantasear y obligar por ley que todos tengamos que aceptar incuestionadamente estas fantasías. Que, naturalmente, crecen. Como el tema de la orientación. Normalmente, a los grupos LGTBI les encanta decirnos a todas horas que uno ‘nace gay’ y que esto es totalmente inalterable, por más que no se advierta en ningún marcador biológico y que los niños no sean exactamente seres sexuales, al menos en el sentido en que lo somos los adultos.
¿Tenemos permiso de la superioridad para sospechar, sugerir, insinuar que los adolescentes son especialmente vulnerables a las modas?
Pues bien, según Pyschology Today, la proporción de lesbianas se ha mantenido constante durante décadas en un 2%. Y hoy, en Estados Unidos y entre las adolescentes, alcanza la asombrosa proporción del 15%. Algo no cuadra, ¿verdad?
Quiero decir, si es un rasgo tan inmutable, bueno, podemos pensar que quizá si hay ‘aceptación social’ se atrevan unas pocas más a confesar su orientación. Pero es que esa aceptación social -¿qué digo? ¡celebración!- lleva ya muchas décadas y, en cualquier caso, podría esperarse, a todo tirar, que se duplicase, a un 4%. Pero, ¿¿un QUINCE por ciento??
¿Tenemos permiso de la superioridad para sospechar, sugerir, insinuar que los adolescentes son especialmente vulnerables a las modas? El adolescente tiene dos impulsos contrarios igualmente poderososo: la necesidad de identidad exclusiva y personal, de sentirse diferente y especial, y el anhelo de ser aceptado por sus iguales y de integrarse en grupos.
Esta nueva moda logra satisfacer ambos impulsos porque, según los investigadores, estas ‘salidas del armario’ suelen darse en colectivos, más que individualmente.
La progresía no tiene historia. Se indigna ahora con Trump y se rasga las vestiduras como si fuera algo insólito lo que todos los progresistas del pasado -ídolos como John Fitzgerald Kennedy o Martin Luther King- daban por supuesto: que la humanidad se divide en varones y hembras.
Qué cosas se le ocurren, de verdad, señor Trump…
Actuall
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