Después miente al afirmar que acoger al inmigrante es un mandato bíblico, dejando en la cuneta a un pueblo debe recibir al extranjero, siempre que no perjudique a los propios ciudadanos, como si dejar entrar a millones de musulmanes enemigos de nuestra religión y cultura, catapultados por los adversarios del cristianismo fuera algo distinto del suicidio.
John Horvat escribió sobre la opinión de Santo Tomás de Aquino: “Las personas pueden tener dos tipos de relaciones con los extranjeros: de paz y de hostilidad. Y en ambos casos son muy razonables los preceptos de la ley”.
Santo Tomás afirma, por tanto, que los inmigrantes no son todos iguales y que las relaciones con los extranjeros tampoco lo son: existen relaciones que son pacíficas y otras que son bélicas.
Cada nación tiene el derecho de decidir qué tipo de inmigración puede considerarse pacífica y, por lo tanto, beneficiosa para el bien común, y qué tipo de inmigración es, por el contrario, hostil y por lo tanto, peligrosa. Un Estado puede rechazar como medida de legítima defensa a elementos que considere perjudiciales al bien común de la nación.
Un segundo punto se refiere a las leyes, sean divinas o humanas. Un Estado tiene el derecho de aplicar sus leyes si son justas.
La migración pacífica
El Doctor Angélico pasa después a analizar la inmigración “pacífica”.
Dice: “En tiempos de paz, los judíos tenían tres oportunidades de relacionarse con los extranjeros. En primer lugar, cuando estos pasaban por su país en tránsito hacia otro. También cuando venían de otro país para establecerse en Israel como forasteros. En ambos casos, los preceptos legales tienen un carácter misericordioso, pues se dice en Éxodo 22: ’No contristarás al extranjero’, y en el 23: ’no serás molesto con el peregrino’”.
En este pasaje, Santo Tomás reconoce que puede haber extranjeros que deseen visitar un país de manera pacífica y benéfica, o vivir en él por un tiempo. Estos extranjeros deben ser tratados con caridad, respeto y cortesía, que es un deber de todas las personas de buena voluntad. En tales casos, la ley debe proteger al extranjero de cualquier tipo de violencia.
Condiciones para aceptar la migración pacífica
Santo Tomás de Aquino prosigue: “El tercer caso se daba cuando algunos extranjeros pretendían incorporarse totalmente a la nación hebrea y abrazar su religión. Con estas personas se observaban ciertas formalidades, y su admisión a la condición de ciudadanos no era inmediata. Del mismo modo, como dijo el Filósofo en III Polit., en algunas naciones se reservaba la calidad de ciudadanos a aquellos cuyos abuelos o bisabuelos hubiesen residido en la ciudad”.
Santo Tomás menciona aquí a los que tienen la intención de establecerse en el país. Y el Doctor Angélico presenta, como primera condición para ser aceptado, el deseo de integrarse a la perfección en la vida y la cultura del país de acogida.
Una segunda condición es que la acogida no sea inmediata. La integración es un proceso que toma tiempo: las personas tiene que adaptarse a la nueva cultura, y Santo Tomás invoca a Aristóteles, quien afirma que este proceso puede tardar de dos a tres generaciones. El propio Santo Tomás no establece un plazo ideal, afirmando apenas que este período puede ser largo.
Y explica por qué: “Lo cual se comprende, debido a los muchos inconvenientes que puede causar la participación prematura de los extranjeros en la gestión de los asuntos públicos; en efecto, antes de estar arraigados en el amor al bien público, pueden emprender algo en contra del pueblo”.
Esta enseñanza de Santo Tomás, que se apoya en el sentido común, hoy es “políticamente incorrecta”; y, sin embargo, es perfectamente lógica. El Doctor Angélico muestra que vivir en un país diferente es algo muy complejo; se necesita tiempo para conocer sus hábitos y su mentalidad, y por lo tanto, para entender sus problemas. Y solo quienes viven en ella durante mucho tiempo, tomando parte en la cultura del país, estando en contacto con su historia, están en condiciones de juzgar las decisiones de largo plazo más convenientes para el bien común.
Es perjudicial e injusto poner el futuro de un país en manos de los recién llegados. Incluso sin culpa, estas personas rara vez son capaces de entender adecuadamente lo que está sucediendo o lo que ha sucedido en el país que han elegido como su nueva patria. Y esto puede tener consecuencias desastrosas.
Para ilustrar este punto, Santo Tomás observa que los judíos no trataban a todos de la misma manera. Había algunos pueblos que eran vecinos y, por lo tanto, fácilmente asimilables; había otros, sin embargo, que eran más distantes, e incluso hostiles, por lo cual los miembros de estos pueblos no podían ser aceptados en Israel, teniendo en cuenta su enemistad hacia el país.
Religión, la Voz Libre
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