Realmente nunca quise escribir sobre mi padre. Sin embargo, los comentarios en las redes sociales sobre McCarrick me han movido a contar mi historia. Aquellos que minimizan la gravedad del abuso sexual necesitan saber de alguien que ha sido abusado. Mi padre abusó de mí y les diré cómo afectó mi vida.
Por Elizabeth Shepherd Warynick
Algunos dicen: "El que esté sin pecado, que arroje la primera piedra" o "¡Eso sucedió hace tantos años...!". Las personas que dicen estas cosas no tienen idea de cuán horrible es ser una víctima de alguien en quien confías, particularmente cuando el abuso proviene de alguien que tiene autoridad sobre ti.
La gente necesita saber y tratar de entender cómo estos crímenes alteran la vida de sus víctimas para siempre.
Mi padre era un pedófilo. Viví horrorizada por lo que me hizo a puertas cerradas. Cuando era niña, no sabía qué pensar o hacer al respecto.
En los años 50 y 60, estas cosas simplemente no se hablaban. Hace unos años, confronté a mi tía que me dijo que no sabía qué hacer ni qué decir después de enterarse. No había un protocolo aceptado entonces, y esos hechos, a menudo se escondían bajo la alfombra. Cualquier familia cuyo padre era conocido por ser un pedófilo se convertiría en un paria de la comunidad.
Mi padre era un hombre muy agradable en público. Él había sido maestro de escuela antes de que yo naciera, pero cuando un médico dañó a mi hermano al nacer, mi padre sufrió un ataque de nervios. Esto pudo haber sido el catalizador de su pedofilia. Mi madre tuvo que cuidar de un bebé discapacitado con convulsiones y de un esposo que se escapaba a la calle sin ropa si no lo vigilaban de cerca.
Más tarde, cuando mi padre aparentemente se había curado como para volver a trabajar, se convirtió en un lechero. Trabajaba duro desde la mañana hasta la noche. Nos encantaba ir a verlo en la ruta para obtener chocolate con leche como regalo. Sin embargo, la vida hogareña era otra historia: mi padre no podía comunicarse con adultos y se interesaba más por los niños que por las personas de su edad.
Yo temía los momentos en casa cuando mi madre no estaba presente. Nunca sabía cuándo me vería atrapada en una situación en la que mi padre pudiera aprovecharse de mí. Mi padre me mostraba fotos de personas desnudas. Mantenía estas imágenes escondidas en un armario para mostrarnos a mi hermano y a mí porque eso lo excitaba sexualmente.
Cuando yo era muy pequeña, me encantaba que alguien me leyera. Cuando mi padre tenía tiempo, me ponía en su regazo y leía. Pero cuando mi madre no estaba mirando, su mano comenzaba a acariciar mis partes privadas.
Este abuso creó serios problemas en mis relaciones con los hombres, comenzando con la promiscuidad. Crecí con el sueño de tener un esposo e hijos para amar, y crear un hogar. Cuando cursaba la escuela secundaria, tuve relaciones sexuales con mi novio, pensando todo el tiempo que nos casaríamos. Eso nunca ocurrió. Justo después de terminar la escuela secundaria, otro novio dijo que nos casaríamos, pero me dejó por otra chica. Me sentí destrozada y no podía soportar los rechazos.
Tenía 19 años y ya me había entregado a dos hombres sin haberme casado: pensé que mi vida estaba arruinada. Fui al baño en casa de mis padres y me corté ambas muñecas. Afortunadamente, hice un trabajo horrible, y mi madre me encontró tendida en el suelo en un charco de sangre. Gracias a Dios que ella había sido enfermera y sabía qué hacer. Mi pobre madre, estoy segura, estaba fuera de sí, pero nunca hablamos de eso.
Los pedófilos nunca cambian. A mi padre le gustaba "hacerse amigo" de las familias, tanto en la iglesia como en la ruta donde repartía la leche.
No fue sino hasta cuando yo tenía alrededor de 25 años, trabajando para una estación de radio cristiana, que me di cuenta completamente de la dura verdad del abuso de mi padre, no solo de mis hermanos y de mí, sino también de otros niños. Un día en el trabajo recibí una llamada de un detective que había sido mi compañero de clase en la escuela secundaria. Me dijo por teléfono que mi padre había sido arrestado por tomar fotos indecentes de niñas en la YMCA. Lo arrestaron, lo acusaron y lo liberaron hasta la fecha de su juicio.
Estaba horrorizada y me sentía físicamente enferma. Le di las gracias a mi ex compañero de clase (el detective) por avisarme y fui a mi casa a contarle a mi esposo.
Mi padre no fue encarcelado. Fue acusado y fue a juicio, pero fue puesto en libertad condicional y se le ordenó someterse a años de asesoramiento psicológico. Mi padre tuvo suerte de que esto sucediera a fines de los '70. Si esto hubiera sucedido hoy, iría a prisión.
En ese momento de mi vida, tenía un padre en el registro de abusadores sexuales; mi primer matrimonio se estaba viniendo abajo, y mis padres se estaban divorciando. Mi mundo se estaba cayendo a pedazos. Lo único en lo que me sostenía en esos días era mi relación con Dios, pero incluso eso se pondría en peligro después de unos años.
Mi primer matrimonio terminó en divorcio cuando descubrí que mi madre se había estado viendo con mi esposo. Después de esa horrenda noticia, me quedé con mi esposo otros cuatro años más tratando de hacer funcionar ese matrimonio.
Me casé por segunda vez un año después con un hombre de mi iglesia que pensé que era muy amable. ¡Qué tonta de mi parte ni siquiera darme cuenta que era gay! Era estilista, pero como era cristiano... pensé que ese matrimonio era la voluntad de Dios.
Después de que ese matrimonio terminó unos años más tarde, me vi obligada a regresar a vivir con mi padre y mi hermano ya que no tenía otro lugar adonde ir. Mi padre, lo creas o no, me castigó por mi matrimonio fallido; fue entonces cuando finalmente lo confronté sobre su abuso y cuán profundamente impactó mi vida. Lloró, y dijo que lo lamentaba, y me permitió quedarme hasta que supiera qué iba a hacer a continuación.
Era humillante vivir con un padre que abusó de mí, que aún veía películas de Shirley Temple, escuchaba discos de niños cristianos y no podía comunicarse con adultos. Me metí en mi caparazón, me volví muy tímida, callada... estaba quebrada. Cuando la gente me veía en la ciudad, cruzaban al otro lado de la calle para evitarme.
Todavía estaba trabajando para la estación de radio cristiana, cuando fui a vender la publicidad del propietario. Yo había estado allí antes. Dije a la señora que me atendió "¡Hola! He vuelto para verte", y la mujer comenzó a gritarme para que me fuera: "¡Tu padre abusó de mi hija, y no quiero volver a verte en mi tienda!". Me fui llorando: la mujer no me permitía decir que lo sentía. ¿A quién más podría encontrar? ¿Quién más podría decirme sobre el abuso de mi padre?
Los delincuentes sexuales dañan las vidas de sus víctimas para siempre. Arruinan su inocencia. Las relaciones normales se vuelven muy difíciles, si no imposibles.
La gente debería avergonzarse de decir cosas como: "El que está sin pecado que arroje la primera piedra", cuando no tienen ni idea de cómo el abuso sexual arruina vidas. Cuando llaman a esas víctimas "mentirosos" o dicen: "bueno, todos pecan"... son reprobables.
Por ejemplo, me da lástima el niño de 11 años que tuvo que decirle a sus padres que el excardenal McCarrick lo había masturbado en el auto, ¡sólo para que sus padres no le creyeran! No es de extrañar que algunas víctimas consideren hacerse daño a sí mismas.
Este es un momento en que aquellos que intentan comprender el desenmascaramiento del abuso sexual por parte del ex-Cardenal McCarrick y otros sacerdotes recuerden Mateo 18:6:
"Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él tener una gran piedra de molino colgada del cuello y ahogarse en las profundidades del mar".
Tenía 19 años y ya me había entregado a dos hombres sin haberme casado: pensé que mi vida estaba arruinada. Fui al baño en casa de mis padres y me corté ambas muñecas. Afortunadamente, hice un trabajo horrible, y mi madre me encontró tendida en el suelo en un charco de sangre. Gracias a Dios que ella había sido enfermera y sabía qué hacer. Mi pobre madre, estoy segura, estaba fuera de sí, pero nunca hablamos de eso.
Los pedófilos nunca cambian. A mi padre le gustaba "hacerse amigo" de las familias, tanto en la iglesia como en la ruta donde repartía la leche.
No fue sino hasta cuando yo tenía alrededor de 25 años, trabajando para una estación de radio cristiana, que me di cuenta completamente de la dura verdad del abuso de mi padre, no solo de mis hermanos y de mí, sino también de otros niños. Un día en el trabajo recibí una llamada de un detective que había sido mi compañero de clase en la escuela secundaria. Me dijo por teléfono que mi padre había sido arrestado por tomar fotos indecentes de niñas en la YMCA. Lo arrestaron, lo acusaron y lo liberaron hasta la fecha de su juicio.
Estaba horrorizada y me sentía físicamente enferma. Le di las gracias a mi ex compañero de clase (el detective) por avisarme y fui a mi casa a contarle a mi esposo.
Mi padre no fue encarcelado. Fue acusado y fue a juicio, pero fue puesto en libertad condicional y se le ordenó someterse a años de asesoramiento psicológico. Mi padre tuvo suerte de que esto sucediera a fines de los '70. Si esto hubiera sucedido hoy, iría a prisión.
En ese momento de mi vida, tenía un padre en el registro de abusadores sexuales; mi primer matrimonio se estaba viniendo abajo, y mis padres se estaban divorciando. Mi mundo se estaba cayendo a pedazos. Lo único en lo que me sostenía en esos días era mi relación con Dios, pero incluso eso se pondría en peligro después de unos años.
Mi primer matrimonio terminó en divorcio cuando descubrí que mi madre se había estado viendo con mi esposo. Después de esa horrenda noticia, me quedé con mi esposo otros cuatro años más tratando de hacer funcionar ese matrimonio.
Me casé por segunda vez un año después con un hombre de mi iglesia que pensé que era muy amable. ¡Qué tonta de mi parte ni siquiera darme cuenta que era gay! Era estilista, pero como era cristiano... pensé que ese matrimonio era la voluntad de Dios.
Después de que ese matrimonio terminó unos años más tarde, me vi obligada a regresar a vivir con mi padre y mi hermano ya que no tenía otro lugar adonde ir. Mi padre, lo creas o no, me castigó por mi matrimonio fallido; fue entonces cuando finalmente lo confronté sobre su abuso y cuán profundamente impactó mi vida. Lloró, y dijo que lo lamentaba, y me permitió quedarme hasta que supiera qué iba a hacer a continuación.
Era humillante vivir con un padre que abusó de mí, que aún veía películas de Shirley Temple, escuchaba discos de niños cristianos y no podía comunicarse con adultos. Me metí en mi caparazón, me volví muy tímida, callada... estaba quebrada. Cuando la gente me veía en la ciudad, cruzaban al otro lado de la calle para evitarme.
Todavía estaba trabajando para la estación de radio cristiana, cuando fui a vender la publicidad del propietario. Yo había estado allí antes. Dije a la señora que me atendió "¡Hola! He vuelto para verte", y la mujer comenzó a gritarme para que me fuera: "¡Tu padre abusó de mi hija, y no quiero volver a verte en mi tienda!". Me fui llorando: la mujer no me permitía decir que lo sentía. ¿A quién más podría encontrar? ¿Quién más podría decirme sobre el abuso de mi padre?
Los delincuentes sexuales dañan las vidas de sus víctimas para siempre. Arruinan su inocencia. Las relaciones normales se vuelven muy difíciles, si no imposibles.
La gente debería avergonzarse de decir cosas como: "El que está sin pecado que arroje la primera piedra", cuando no tienen ni idea de cómo el abuso sexual arruina vidas. Cuando llaman a esas víctimas "mentirosos" o dicen: "bueno, todos pecan"... son reprobables.
Por ejemplo, me da lástima el niño de 11 años que tuvo que decirle a sus padres que el excardenal McCarrick lo había masturbado en el auto, ¡sólo para que sus padres no le creyeran! No es de extrañar que algunas víctimas consideren hacerse daño a sí mismas.
Este es un momento en que aquellos que intentan comprender el desenmascaramiento del abuso sexual por parte del ex-Cardenal McCarrick y otros sacerdotes recuerden Mateo 18:6:
"Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él tener una gran piedra de molino colgada del cuello y ahogarse en las profundidades del mar".
TheChristianReview
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