miércoles, 8 de agosto de 2018

BOLIVIA: CEMENTERIO EN MEMORIA DE PERROS DETECTORES DE DROGA

Graduación del curso de guías caninos el pasado viernes 3 de agosto de 2018
Un cementerio guarda la memoria de los canes especializados en la labor antidrogas y es parte de un centro de adiestramiento dependiente de la Policía Boliviana, caracterizado por su régimen cerrado y por la técnica empleada para el entrenamiento canino.

La escena se asemeja a la de un pequeño jardín con árboles y decoraciones que emulan a aquellos cementerios dedicados a los humanos, aunque menor en tamaño. Al ingreso se ven los nombres de aquellos que destacaron por su trabajo: Chicho, Kika, Rubia, Kimba, Tina, Dolly, Nero y Milton, entre otros, que se quedaron en la memoria de la institución policial en los últimos 16 años. Sobre los nombres se lee una leyenda “Aquí descansa el mejor amigo del hombre”.

En el espacio, situado en la región central de Cochabamba y presentado a los medios recientemente, yacen los restos de los ejemplares que se han destacado por su trabajo junto a efectivos de la institución policial.

El director del Centro de Adiestramiento de Canes Detectores de Droga (CACDD), el coronel Yurgen Corrales, indicó que los canes entrenados merecen tener “un sitio de privilegio” y ser enterrados con “todos los honores” por haber sido parte de la Policía Boliviana.

“No podemos dejar de lado a ese compañero fiel que ha estado al lado de nosotros por tanto tiempo”, manifestó. Según Corrales, desde el momento en que el guía y su can se gradúan del curso de especialización, se establece entre ambos una relación que dura toda la vida del animal, hasta unos 12 o 14 años. El uniformado destacó que no se trata de perros comunes, pues estos “prestaron una labor a la sociedad” y que posiblemente gracias a ellos muchas personas se salvaron de ingresar al circuito de consumo de drogas.

El CACDD se distingue de otros centros de instrucción canina en Sudamérica por la “técnica y entrenamiento” que aplica, ya que se desempeñan en un “régimen cerrado”, explicó el responsable de la sección de crianza y maternidad de canes, Galo Torres. Por esta razón es que llegan efectivos de distintos sitios para formarse en esta especialidad, señaló. El trabajo comienza con “la planificación de los cruces” , en los que se escoge a los mejores ejemplares, macho y hembra, para que cuando nazca el can se continúe con la etapa de “estimulación temprana”, indicó Torres.

“Está demostrado que para perros de trabajo no todos son aptos, nosotros buscamos cualidades, impulsos e instintos que sean innatos y que sobresalgan”, resaltó. La preparación de un can detector de drogas comienza a sus dos meses y su vida activa en esta labor puede llegar hasta los ocho o nueve años, tras los cuales debe jubilarse. Uno de los canes activos es Daphne, una labrador de 4 años condecorada recientemente por las alertas que dio en controles antidroga a lo largo del año. Su instructora, la sargento Yosby Poma, dijo que el principal logro de Daphne fue haber encontrado 28 kilos de cocaína “en ropa impregnada” en un puesto de control terrestre.

También destacó la ocasión en que la perra evitó, gracias a su agudo olfato, que 11 kilos de cocaína camuflados en equipaje llegaran a Londres. Poma y Daphne han sido destinadas a trabajos principalmente en los aeropuertos de Viru Viru, en Santa Cruz, y El Alto, los principales del país. Cada perro está entrenado para identificar especialmente la cocaína pura y la de menor calidad, además de marihuana, aunque pueden adquirir la habilidad de detectar dinero, explosivos y ser útiles para encontrar personas en catástrofes.

El jefe de instructores, el capitán Juan Cossío, contó que incluso si la droga está mezclada con otras sustancias el can “se va a concentrar en el olor para el que ha sido entrenado” , por lo que es como si estos animales fueran “incorruptibles”.

Indicó que lo fundamental en su entrenamiento es desarrollar la “asociación” entre el olor de la droga con la recompensa que les da su instructor mediante juegos. En una demostración a los medios, los instructores del CACDD utilizaron unas cajas semiautomáticas a las que se introduce el olor de la droga y que activan una recompensa, generalmente un balón, para premiar al perro cuando ha hecho el ejercicio correctamente.

Se suele intercalar cajas con rastro y sin rastro de olor para estimular la agudeza del olfato del animal y que escoja aquella que presenta el rastro auténtico. Actualmente un centenar de estos canes trabaja junto a sus guías en los principales puntos de control de Bolivia, algunos de ellos están a punto de cumplir su ciclo de servicio, mientras que 73 están en formación, en el umbral del obligatorio relevo.

EFE

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