Nada menos que en el corazón de la Cristiandad se pone un ofensivo y blasfemo pesebre. Estamos ante un ejemplo de la nueva evangelización, que tiene por bandera la blasfemia, el sacrilegio y la apostasía.
Es un pesebre burla.
Es un pesebre ofensivo y blasfemo.
Es un pesebre que se sale de la tradición totalmente.
Es un pesebre pesadilla, que quita el sueño.
Es un pesebre sin ternura.
Es un pesebre fruto de unas mentes retorcidas y sucias.
Es un pesebre infundido e inspirado por el mismo Satanás.
Es un pesebre que destroza la verdad de la fe católica.
Es un pesebre que ofende la más íntima sensibilidad católica.
Es un pesebre feo, sin gusto, para salir corriendo.
Es un pesebre que muestra una escena falsa para confundir e inducir al error.
Es un pesebre que merece una repulsa de los fieles a nivel a la Iglesia universal.
Estamos ante la obra de la mente humana, pero sin fe católica; es la mente retorcida del hombre socarrón y burlesco, charlatán y juerguista, sacrílego y pervertido; es la mente del profanador de lo sagrado, del que se ríe de la fe inamovible de la tradición; es la mente del hombre que juega a ser un diosecillo, que impone sus ideas miserables como objeto de culto y creencia.
¿Dónde queda la alegría del momento con el muerto en el pesebre? ¿Dónde la santidad? ¿Dónde la inmaculada pureza de la escena de la Sagrada Familia con el hombre desnudo? ¿Dónde el misterio del nacimiento del Niño Dios? ¿Dónde el misterio de la Obra Redentora? Dios se hace hombre para redimir al hombre del pecado, entonces, ¿qué hace un hombre desnudo? ¿Dónde está el pudor, la inocencia, la pureza, la castidad, el recato, la honestidad que inspira la escena del pesebre?
Estamos ante una ofensa inadmisible a los fundamentos de la fe.
Todos los fieles debemos inundar el Vaticano con cartas y correos electrónicos de repulsa por tal ofensa al Niño Dios, a la pureza de María y la castidad de San José.
No podemos seguir más tiempo callados. Desde el Vaticano se ofende nuestra fe. Desde la cabeza de la Iglesia fluye el fango que ensucia la cara de la Iglesia.
Pongámonos en movimiento, pero no para secundar la herejía y el sacrilegio, si no para oponernos a ello. Empecemos por dirigir nuestra más enérgica repulsa al Vaticano y al Nuncio del Papa en cada país.
Los católicos decimos: ¡BASTA! ¡No ofendáis más nuestra fe!
Carlos María Rey
EnraizadosEnCristo
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