Llama la atención que el Papa Francisco decidiera desclasificar los archivos de hace más de 30 años correspondientes a la guerra de subversión desatada en pleno gobierno constitucional.
Los integrantes de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe, el cardenal Mario Poli y monseñor Carlos Malfa brindaron una conferencia de prensa, destacando que “el Papa está muy contento con esta apertura” y señalando, inesperadamente, que existió un genocidio de Estado.
Lo que resulta un tanto extraño e inexplicable es la decisión de habilitar el acceso a los archivos solamente a las víctimas y familiares de la última dictadura militar.
Es de público conocimiento de que durante el terrorismo desplegado en todo el país, el pánico de los habitantes por los crímenes, secuestros y bombardeos indiscriminados, instigó a la búsqueda de refugio y ayuda en la iglesia. Se elevaron oraciones en misas celebradas en las parroquias, rogando a Dios misericordia para las víctimas y su divina intervención para la finalización de la extrema violencia. Es de suponer que en los archivos de nuestras iglesias y parroquias se habrán registrado estos antecedentes que deben contar con archivos más numerosos que los que se abrirán ahora para los terroristas.
"Esta idea de desclasificar los archivos tiene que ver con que la verdad es un camino a la justicia y a la reconciliación", señaló Arancedo, pero notamos que se vuelve al relato y a la revisión histórica, con dudosos procedimientos tendientes siempre a inclinar los platillos de la balanza para un solo lado.
En los últimos diez años se registran numerosos pedidos y entrevistas con miembros de la curia, por parte de asociaciones de derechos humanos, abogados, y familiares de los presos políticos que vienen siendo juzgados en interminables procedimientos por delitos de lesa humanidad, solicitando justicia y no venganza para ellos, todo lo cual figuró en las noticias de los medios. Si se habla de reconciliación, ¿por qué no abrir estos archivos de la iglesia a “todo” el que lo solicite, sin ninguna discriminación?
Es probable que tanto el Vaticano, que es decir el Papa Francisco, como la iglesia de nuestro país, no hayan caído en cuenta que de esta parcial decisión surjan verdades inesperadas que contraríen las intenciones tenidas en mira y que podemos deducir, tomando como base las propias declaraciones del Episcopado en boca de monseñor Malfa, que explicaba: "En general se trata de alrededor de 3.000 cartas que se recibían y contestaban solicitando conocer el paradero de detenidos desaparecidos o alguna gestión en ese sentido.” ¿Y si de tales indagaciones e inspecciones nos encontramos con solamente aparecen tres mil o cinco mil desaparecidos en vez de los treinta mil “simbólicos” aducidos por nuestra secretaría de derechos humanos?
El comunicado de prensa dice textualmente: “Se desea subrayar que este trabajo se ha desarrollado teniendo como premisa el servicio a la verdad, a la justicia y a la paz, continuando con el diálogo abierto a la cultura del encuentro en el pueblo argentino.”
El camino del infierno está pavimentado de buenas intenciones. Interpretamos este conocido refrán con el azaroso pensamiento de que la posibilidad del diálogo abierto a la cultura del encuentro, se transforme en la rediviva de un nuevo enfrentamiento.
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