miércoles, 28 de septiembre de 2016

LA NOSTALGIA DEL VATICANO POR LOS BEATLES

Uno podría pensar que la admiración de L'Osservatore Romano por Los Beatles parece más apropiada para la opinión de un fanático acérrimo que para un órgano de la Iglesia Católica.

Por Phillip Mericle


El 15 de septiembre de 2016, el periódico vaticano L'Osservatore Romano publicó una reseña del documental de Ron Howard “Eight Days a Week – The Touring Years”, (Ocho días a la semana - Los años de gira) centrado en los primeros años de los Beatles. Al realizar esta reseña y comentar sobre la banda que influyó enormemente en los tumultuosos años '60, L'Osservatore Romano se dejó llevar por una radiante admiración por una banda que literalmente defendía algunos de los peores vicios del hombre.

Mirándolo con gafas color de rosa, L'Osservatore Romano aprovecha el documental para sumergirse en la nostalgia por los Beatles. El periódico no condena la inmoralidad que predican los jóvenes de Liverpool ni intenta profundizar en la controversia de la banda de rock. Más bien, L'Osservatore Romano se deleita en la admiración por sus obras musicales y destaca el crecimiento y el cambio de los individuos que se produjeron a lo largo del tiempo. El artículo reflexiona sobre “sus personalidades increíbles”, así como sobre su “don” para interpretar la música.

Uno podría pensar que tal admiración parece más apropiada para la opinión personal de un fanático acérrimo que para un órgano de la Iglesia Católica. Teniendo en cuenta la controversia que rodea a los Beatles, su impacto en la sociedad y cómo encarnaron sus “valores” personales, esta reseña deja al Vaticano aún más expuesto a las críticas por este elogio problemático.

Desde una perspectiva histórica, “Los Cuatro Fabulosos” de Liverpool desempeñaron un papel de vanguardia en la Revolución Cultural que sacudió la civilización occidental hasta sus cimientos. Los años 60, la era de los hippies, el amor libre y la anarquía, difícilmente serían lo mismo sin estos cuatro jóvenes predicando a sus seguidores a través de sus canciones. Al subir al escenario, los Beatles cantaban literalmente alabanzas al sexo, las drogas y la rebelión y luego se retiraban del escenario para ser perseguidos por turbas de chicas enloquecidas listas para descuartizarlos miembro a miembro en su excitación.

Su fama coincidió perfectamente con una generación de jóvenes descontentos que, siguiendo los dictados del mundo moderno, sentían una necesidad imperiosa de romper con el molde “asfixiante” de sus padres. Era un llamado a los pilares gemelos del orgullo y la sensualidad, y los resultados fueron la locura.

Una era de amor libre y drogas desatada por los Beatles

El hinduismo de la mano del gurú Maharishi

Mientras los años 60 estallaban en un festival orgiástico de autocomplacencia, promiscuidad flagrante y degradante y narcóticos que destruyen la mente, los Beatles se subieron a la ola de su estrella en ascenso. En muchos sentidos, el legado de los años 60 abrió la puerta a los problemas que enfrenta la sociedad actual: divorcios desenfrenados, hijos nacidos fuera del matrimonio y el frente cada vez más avanzado de militantes homosexuales.

¿Qué clase de legado es este para que el Vaticano lo elogie?

Como un ejercicio de razón y para aliviar el escándalo causado por tal admiración, tal vez el escritor de L'Osservatore Romano debería detenerse a comentar y condenar lo que estos cuatro jóvenes incitaban a sus oyentes a hacer cuando cantaban palabras como “Why Don't We Do It in the Road” (¿Por qué no lo hacemos en la ruta?), “Happiness is a Warm Gun” (La felicidad es un arma de fuego)y “I Get High with a Little Help from My Friends” (Me drogo con la ayuda de mis amigos). Lamentablemente, estas letras son solo unas pocas elegidas del sucio mar de versos degradantes que surgirían de los “Cuatro Fabulosos”.

Para ellos, el cuerpo humano no era más que un instrumento, una herramienta con la que se podía obtener el máximo placer degradante y destructivo. Incluso su apariencia inicial limpia y arreglada fue adoptada sólo porque se les pagaba mejor por ello. Pronto su aspecto se volvería tan sucio como sus canciones.

En lugar de considerar el estilo de vida y el mensaje de los Beatles, el periódico del Vaticano prefiere elogiar “su música bien interpretada” y “la apariencia agradable que exudan sus rostros sonrientes”. Su música puede ser agradable, atractiva incluso, porque está diseñada para serlo. Los acordes bien arreglados no redimen una canción si está escrita con el propósito expreso de inducir a los jóvenes a pecar, así como las palabras bonitas no redimen a un hombre si su intención es seducir a la esposa de otro hombre.

Desde los inicios de su carrera, manifestaron un desdén por los símbolos de Cristo.

El genio musical de los Beatles, si es que realmente lo era, fue diseñado para un mal uso, llevando a la juventud a liberar sus pasiones rebeldes de todo sentido y control racional. ¿Cuántas almas están en el infierno porque se dejaron llevar por la orgía sin sentido de amor, sexo y drogas que propugnaban estos cantantes de Liverpool?

Es cierto que el artículo del Vaticano intenta mantener una vaga apariencia de “imparcialidad”. Al informar sobre la película y no sobre los Beatles en sí, L'Osservatore Romano intenta evitar la carga de juzgar. Pero, ¿no debería el periódico informar sobre la conducta inmoral y abiertamente anticatólica de los Beatles? El infame comentario de John Lennon de que era más famoso que Jesucristo no necesita explicación, pero el desprecio de los Beatles por la religión católica es más profundo.

Varias fuentes demuestran que los Beatles no sólo eran indiferentes, sino que albergaban una abierta hostilidad hacia el cristianismo. Varias obras han señalado los elementos satánicos en sus carreras musicales. ¿Qué puede decirse de sus experimentos con narcóticos que alteran la mente y sus experiencias con el ocultismo oriental? La revolución de la mente inducida por las drogas complementa la revolución del cuerpo, saturada de sexo.

Para resumir: el periódico del Vaticano señala con fruición que “Ocho días a la semana: los años de gira” pasa por alto la controversia que rodea al legado de los Beatles. Con este pretexto, el artículo se sumerge en un panegírico nostálgico de “los cuatro de Liverpool”, omitiendo críticas y profiriendo elogios.

Lo que esto constituye en esencia es el diario del Vaticano honrando a una banda de cuatro músicos desviados que abogaban por la completa anulación de un recto dominio de la inteligencia, la voluntad y los sentidos en favor de una explosión sensual comprometida con todos los vicios desquiciados y hedonistas del hombre

¿Cuántos de estos fans de los Beatles, siguiendo los sueños utópicos de la Revolución Cultural, han acabado en la cáscara quemada del viejo hippie marchito y drogado?


Una nota para mis lectores: Muchos intentan defender a los Beatles porque eran populares o por su supuesta habilidad musical. Yo les pido, en cambio, que se fijen en ellos y en lo que decían, que vean lo que representaban. ¿Es realmente algo digno de nuestra admiración? Les pido que utilicen la razón y no los defiendan basándose en lo agradable de su música o en la nostalgia que evocan. Más bien, júzguenlos por lo que eran y por lo que predicaban. ¿Qué representaban los Beatles? ¿Qué mensaje difundían? ¿Qué tipo de vida pedían a sus seguidores?

Júzguenlos por sus ideas, no por su popularidad. Júzguenlos por sus acciones y por los frutos de sus acciones, en lugar de seguir emociones subjetivas. Son una banda que predica literalmente a favor del sexo casual y degradante. Sus letras están indiscutiblemente plagadas de obscenidades e indecencias. Llevaban una vida sexual terriblemente desquiciada. Participaron en el abuso de sustancias y su ejemplo se convirtió en una ocasión para que miles de personas más experimentaran con narcóticos peligrosos.

Al menos dos de los "Cuatro Fabulosos" pensaban que eran las personas más grandes que habían honrado el planeta. Y al final la banda se disolvió porque ni siquiera se soportaban entre ellos. Después de la separación demostraron que tenían poco talento individual. ¿Puede uno, entonces, mirar a los Beatles con objetividad intelectual y considerarlos dignos de veneración y alabanza?





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