El obispo Mario Oliveri renunció después de dirigir la Diócesis de Albenga-Imperia durante más de 25 años.
El Vaticano no dio ninguna razón oficial por la cual Bergoglio aceptó el jueves 1 de septiembre la renuncia del obispo Mario Oliveri de la Diócesis de Albenga-Imperia, casi tres años antes de la edad oficial de jubilación de 75 años.
Pero estaba claro que Francisco quería que se fuera.
La pequeña diócesis de Oliveri en el norte de Italia, que había dirigido durante más de 25 años, se había convertido en un imán para los devotos de la antigua Misa en latín.
Pero si bien Oliveri no fue acusado de ningún delito, dio la bienvenida a clérigos y seminaristas con reputaciones cuestionables; algunos incluso habían sido expulsados de otras diócesis por mala conducta.
Bergoglio ordenó una investigación sobre la diócesis de Oliveri en octubre de 2014 y Adriano Bernardini, un nuncio apostólico o embajador, fue enviado para realizar una “visita apostólica”.
Bergoglio nombró al obispo Guglielmo Borghetti como “jefe de facto” de la diócesis en enero de 2015, otorgándole cierta autoridad administrativa. Luego, el falso papa se reunió personalmente con Oliveri en el Vaticano en abril, lo que generó especulaciones de que la renuncia de Oliveri era inminente.
El enviado bergogliano Borghetti publicó luego un mensaje en la pagina web de la diócesis, diciendo que estaba dedicado a “renovar la diócesis”. Advirtió que sus medidas “no agradarían a los tradicionalistas”, pero que esperaba “dar lo mejor de mí para servir con la pasión del amor a cada persona humana, sobre todo a los más vulnerables y desfavorecidos”.
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