miércoles, 6 de julio de 2016

EL PAPA DE ‘MARTINI’: “LAS PAREJAS DE HECHO TIENEN LA MISMA GRACIA QUE UN MATRIMONIO REAL”

Nuestro Señor mandó a Pedro para que confirmase a sus hermanos en la Fe (Lucas 22:32). Francisco se deleita en hacer lo contrario.

Por John Vennari


El 16 de Junio, en una sesión de preguntas y respuestas durante una conferencia en Roma, Francisco dio a entender que aquellos que viven en una “convivencia fiel” pueden tener “la gracia del matrimonio real a causa de su fidelidad”.

Sin embargo, la cohabitación, contrariamente a lo que afirma Francisco, nunca puede llevar en sí la gracia de un matrimonio de verdad, ya que este es la tumba del matrimonio verdadero.

Continuando con sus tres años de imprudentes comentarios públicos que producen escándalo en todo el mundo, Francisco habló de la situación en Argentina, en donde muchos de los que atienden los cursos prematrimoniales están normalmente cohabitando. Catholic News Agency informa:

- “Ellos prefieren cohabitar [dice Francisco] y esto es un desafío, una tarea: no pregunten ‘¿por qué no te casas?’ No, el acompañar, el esperar, y el ayudar a madurar, ayuden a que madure la fidelidad”.

Dijo que en partes del noreste argentino, las parejas tienen un hijo y viven juntos. Tienen una boda civil cuando el niño va a la escuela, y cuando se convierten en abuelos se casan por la Iglesia’.

Es una superstición, porque el matrimonio asusta al marido. Es una superstición que tenemos que superar”, dijo el papa. “He visto mucha fidelidad en estas convivencias, y estoy seguro de que este es un matrimonio de verdad, que tienen la gracia de un matrimonio real a causa de su fidelidad, pero existen supersticiones locales, etc.”

Aunque algunos se puedan conmocionar con la siguiente observación, veo realmente un elemento demoníaco en la última afirmación de Francisco. Una afirmación demoníaca consiste en una manifestación de lo que es contrario a Cristo y a la enseñanza cristiana. En las misas negras (tal y como el Obispo Sheen explicó una vez) se dicen oraciones al revés; el Padre Nuestro se recita al revés.

La explicación de Francisco está al revés. No es ni más ni menos que una inversión demoníaca de la naturaleza del propio matrimonio. El propone que el vivir en un estado prolongado de fornicación, que es pecado mortal, y que es la causa de la muerte del alma, de alguna manera generaría “la gracia de un verdadero matrimonio” que contribuiría a la vida del alma.

La cohabitación de las parejas de hecho produce un estado permanente de fornicación, que es un grave pecado contra el sexto mandamiento. San Pablo, al enunciar los pecados graves que los cristianos deben evitar, advierte que los fornicarios “no verán a Dios” (I Cor. 6: 9-10).

Francisco no habla el idioma del cristianismo, sino que presenta una extraña mezcla de lo que considera los aspectos agradables de la moral cristiana, junto con un humanismo sentimental.

Tiene todas las apariencias, de que Francisco no crea en que los pecados de la carne sean pecados mortales. O si lo cree, es experto en mantener esta creencia para sí mismo. Al abordar las cuestiones de católicos divorciados y “vuelto a casar”, o de la cohabitación o de la homosexualidad, nunca lo hace reiterando que estos pecados y que estos estilos de vida son pecados mortales de los que uno mismo tiene que liberarse inmediatamente. Nunca expresa la más mínima preocupación, por los pecados mortales carnales sin confesar que resultan en la condenación eterna de quienes los cometen. No hay sentido de urgencia para aquellos atrapados en estos pecados. Nunca oímos lo que reitera la Virgen de Fátima, la advertencia de que “Más almas van al infierno por los pecados de la carne que por cualquier otra razón”.

Francisco ha ido más allá que hablar de los supuestos “aspectos positivos” de las parejas de hecho (la misma charlatanería que hemos escuchado de los dos últimos Sínodos), que ahora implicaría que la “fidelidad” en la cohabitación, podría de alguna manera, transformar una vida en pecado en una vida de gracia. En esto, como en muchas otras áreas, parece seguir el ejemplo del cardenal modernista Martini, al cual Francisco ensalzó como “padre para toda la Iglesia”.


Francisco sigue los mismos pasos de Martini

Francisco ha sido considerado como el “papa de Martini” desde el primer día. La poderosa facción de Martini presionó en ambos cónclaves de 2005 y 2013 con su apoyo a Bergoglio, “el candidato de Martini”. El Editor del National Catholic Reporter, Thomas C. Fox publicó en su día un titular al respecto de esta celebración: “El sueño del cardenal Martini: La Iglesia de Francisco”

Para resumir algunos de los modernismos de Martini:

En su última entrevista (que Martini pidió que fuese publicada después de su muerte), dijo que “la Iglesia Católica estaba 200 años atrasada”.

Martini además se quejó: “Nuestra cultura envejece, nuestras iglesias y casas religiosas son grandes y están vacías, el aparato burocrático de la Iglesia crece, y nuestros ritos y vestidos son pomposos”.

Martini animó a la apertura de la recepción de la Eucaristía para los católicos divorciados vueltos a casar, aconsejando en contra de aquello que llamaba “discriminación”.

En el libro “Conversaciones nocturnas con el cardenal Martini” publicado en 2010, Martini, hablando sobre el diálogo con los no católicos, dijo que una vez que se habla francamente con miembros de otras religiones, “Estarán incluso contentos de que otras personas sean protestantes o musulmanes”.

Martini reconoció la disensión de los obispos alemanes y austríacos sobre la Humanae Vitae, como “apuntando hacia una dirección que podríamos promover en la actualidad”.

Martini también pidió un enfoque “más colegial y sinodal del gobierno de la Iglesia”.

Como podremos ver, Martini también subvirtió la moral católica, al indicar que los jóvenes ya estaban manteniendo relaciones íntimas antes del matrimonio, y que deberían ser dejados a sí mismos para que estos pudiesen establecer sus propios juicios.

Sin embargo, Francisco en el primer aniversario de la muerte del cardenal Martini, lo alabó públicamente como “un padre para toda la Iglesia”.

Francisco pasará a llamar la figura de Martini como “profética”, y como “un hombre de discernimiento y de paz”.

Francisco sigue a Martini y a la tendencia de los jesuitas modernistas en un deliberado debilitamiento de la verdadera moral católica. En el pasado informamos de los tres elementos en los que Francisco sigue diligentemente a Martini:
1) Martini minimizó la importancia del asunto de la homosexualidad: “No se me ocurriría a mí el juzgarlos”, que prefiguró al comentario de Francisco ¿quién soy yo para juzgar?”

2) La afirmación de Martini: “No se puede hacer de Dios un Dios católico” - una frase repetida por Francisco en su entrevista de 2013 en La Repubblica, y en la que dijo: “Creo en Dios, no en un Dios católico”.

3) La insistencia de Martini de que se debe de permitir recibir la Eucaristía a los católicos divorciados y “vueltos a casar”; un objetivo realmente logrado por Francisco en su escandaloso ‘Amoris Laetitia’.
Ahora vamos a ver las palabras del cardenal Martini con respecto a la moral católica tradicional, especialmente en su perversa orientación para los jóvenes. El enfoque de Martini implica una negación implícita de los pecados de la carne.

Las citas más controvertidas de Martini respecto de la moral sexual católica se encuentran en “Conversaciones nocturnas con el cardenal Martini: La relevancia de la Iglesia del mañana”; la extendida entrevista de 2010 realizada por el padre jesuita Georg Sporschill, y publicada originalmente en italiano.

Al principio de la entrevista, Martini dice: “Los tiempos han quedado atrás, cuando la Iglesia hablaba de tener una conciencia culpable”.

En caso de que no lo entendamos bien nos dirá más tarde: “La Iglesia habla demasiado sobre el pecado”.

Y continúa diciendo: “El deseo de que el Magisterio pudiese decir algo positivo sobre la sexualidad estaba justificado. En el pasado la Iglesia, probablemente, dijo demasiado sobre el sexto mandamiento. Cuando el silencio hubiese sido a veces lo mejor”.

Martini también se dedicó a convertir el cambio en realidad. Y así escribió: “En la preparación para la elección papal más reciente [la de 2005], nosotros los cardenales discutimos abiertamente entre nosotros mismos, las preguntas a las que el nuevo papa se tendría que enfrentar y a las que tendría que dar nuevas respuestas. Entre estas, dije, habría preguntas relacionadas con la sexualidad y con la comunión para los que están separados y que se han vuelto a casar”.

¿Cuáles son algunas de las “nuevas respuestas” que Martini propone en relación con la sexualidad?

Martini dice: “Hoy en día no hay obispo o sacerdote que no sea consciente de la realidad de que la intimidad física antes del matrimonio es un hecho. Tenemos que repensar esto si queremos promover la fidelidad conyugal. Nada se ganará con posiciones poco realistas o con prohibiciones”.

En otras palabras, un número creciente de jóvenes están envueltos en pecados contra el 6º y 9º mandamientos, a la vez que Martini defiende una política de rendición – dejando efectivamente a los jóvenes abandonados a sus pasiones.

“He aprendido de amigos y conocidos” -continúa Martini- “cómo los jóvenes se van juntos de vacaciones y duermen en la misma habitación. Nunca se le ha ocurrido a nadie ocultar esto o considerarlo como un problema. ¿Debería comentar sobre esto? Es difícil”.

Sin embargo, ¿qué es lo difícil? ¿El reconocer un comportamiento inmoral que arruina las almas y para luego ofrecer una corrección firme pero amorosa?

En cualquier caso, Martini realizará los comentarios de tal manera, que dejará abierta la puerta para que los jóvenes (o cualquiera) puedan continuar en las actividades pecaminosas condenadas por la Iglesia y por las Sagradas Escrituras. El aumento masivo de hoy de la fornicación es a sus ojos, un “desarrollo”.

En ninguna parte vemos al cardenal Martini (o a Francisco) repetir la clara enseñanza de San Pablo: “No os engañéis; ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los invertidos, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los salteadores heredarán el reino de Dios” (I Cor. 6: 9-10)

Martini evita el papel de la Iglesia como maestra moral de la humanidad, y sugiere que los jóvenes deben ser dejados por sí mismos para que averigüen lo que quieren hacer. No podemos requerir una vida perfecta para nuestros niños y jóvenes. Poco a poco irán encontrándose con su camino. Los caminos no pueden ser prescritos desde arriba, desde escritorios y púlpitos. El liderazgo de la Iglesia será liberado de una carga si escucha y confía en los diálogos con los jóvenes. Lo fundamental es fomentar la capacidad de hacer juicios en los cristianos”.

Hacer juicios ¿sobre qué base? ¿En los malos hábitos adquiridos para sucumbir a la pasión? ¿De hábitos de pasión que rápidamente se convierten en una especie de adicción? ¿De los hábitos de aquellos que nunca han aprendido el principio católico básico y reiterado por los santos de “evitar toda ocasión de pecado”? ¿Es Martini ignorante sobre la advertencia de Santo Tomás de Aquino de que “la primera hija de la lujuria es la ceguera de la mente”? ¿Es la ceguera de la mente una buena base para hacer juicios?

Martini ya afirmó que los jóvenes no deben ser dirigidos en estos asuntos “desde los púlpitos”, es decir, desde la Doctrina Católica Tradicional. Y Martini dijo anteriormente que la Iglesia y el papa deben estar listos para dar nuevas respuestas a las preguntas de la sexualidad humana. La enseñanza de San Pablo en la 1ª carta a los Corintios, capítulo 6, nunca entra en la ecuación de Martini.

De nuevo, Francisco en el primer aniversario de la muerte del cardenal Martini lo alabó públicamente como “un padre para toda la Iglesia”, y continuó llamando a la figura de Martini como “profética” y como “un hombre de discernimiento y de paz”.

Llevaré esto a una rápida conclusión:

1) Francisco sigue a Martini en su indiferencia por el pecado mortal de la fornicación, y está dispuesto a dejar la puerta abierta para aquellos que se dediquen a estos pecados adictivos para que continúen con su estilo de vida -Martini en el caso inaceptable de los jóvenes promiscuos, y Francisco en el caso de las parejas de hecho. Y lo que es peor, Francisco se inventa una teología corrompida, en donde la “fidelidad” humanista de las parejas de hecho puede convertir mágicamente la convivencia de estos en una especie de matrimonio de verdad. En este sentido, Francisco sigue la llamada de Martini para hablar “positivamente” y dar “nuevas respuestas” a las preguntas de la sexualidad humana.

2) Estas declaraciones de Francisco y de Martini muestran un pensamiento tan perverso que los inhabilita no solo para ejercer en los elevados puestos que ocupan inmerecidamente sino para servir como simples monaguillos.

3) La enseñanza destructora de almas de estos hombres no surgió de la nada. Esta ha estado rampante entre la Iglesia y entre los teólogos morales modernistas desde la época del Concilio Vaticano II. Escritores influyentes tales como los Padres Joseph Fuchs, Richard McBrien, Richard McCormack y muchos otros propusieron su perversidad en colegios y seminarios católicos; esta perversidad se encontró sin disciplina efectiva alguna por parte de los pontificados relajados de los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Es de conocimiento común que toda la Orden de los Jesuitas es notoriamente pro-homosexual y así ha sido durante décadas. Después de más de 50 años con esta escandalosa laxitud – el resultado directo de la revolución del Concilio Vaticano II – un pontificado como el de Francisco era inevitable.

4) Trágicamente, y tal y como señalo el Obispo de Galarreta en su fino sermón en Winona el 3 de Junio, parece ser que no hay ningún grupo de obispos que esté dispuesto a levantarse en contra de la ola de destrucción de Francisco.

Corresponde entonces a los católicos preocupados, sean del rango que sean (laicos, sacerdotes u obispos), el resistirse públicamente contra la destrucción de la moral católica por parte de Francisco; el orar para que su pontificado pueda corregirse o que sea drásticamente acortado; el armarse mediante el estudio de la Fe católica de todos los tiempos siguiendo los grandes manuales de teología anteriores al Concilio Vaticano II, y el promover la verdadera fe a todos aquellos que se encuentran dentro de nuestra esfera de influencia.

Por último, hay que recordar que la solución no está en la devolución de los supuestos “buenos tiempos” de Benedicto XVI y de Juan Pablo II, dos revolucionarios del Concilio Vaticano II cuyas políticas modernistas y ecuménicas produjeron la agitación actual (por ejemplo, fue Juan Pablo II quien elevó tanto a Kasper como a Bergoglio al rango de cardenal).

Más bien, la respuesta es un retorno a la plena integridad de la Doctrina Católica dentro del mismo sentido y con la misma explicación de lo que la Iglesia siempre mantuvo, dentro del marco antimodernista contrarrevolucionario del mayor Pontífice del siglo XX: el Papa San Pío X. Ninguna otra solución lo hará.




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