Por Astrid Otal
Algo permanece vivo después de la muerte. Nuestra existencia, de alguna manera, se prolonga unos días más después de expirar. Sin embargo, ocurre que el grupo de científicos estadounidenses que han dado con el hallazgo no hablan del alma, sino de los genes.
Existen células que no perecen cuando el corazón se para. Días después, pueden continuar activas. Es más, esos genes parecen no darse por vencidos hasta el final e intentan reanimar al organismo y mantenerlo activo. Su propósito es reactivar otra vez el sistema inmune.
"El titular de esta investigación es que podemos conseguir mucha información sobre la vida estudiando la muerte", dijo Peter Noble, microbiólogo que lideraba el estudio, en declaraciones para la revista Science. "Es un experimento por la curiosidad de ver qué pasa cuando mueres", explicó.
Noble y su equipo ya habían observado en otra investigación que quedaban alrededor de mil genes que seguían luchando por vivir en el cuerpo humano durante horas. En este último estudio se han centrado en roedores y peces cebra. Los científicos hallaron que no cesa la vida de estos genes a las 24 horas, sino que había algunos que llegaron a durar hasta dos días en los ratones y cuatro en los peces. Se trata de hallazgos que pueden servir de varias maneras a las personas.
Alrededor de mil genes permanecen activos durante horas en los cadáveres humanos.
El primero de los usos se traduce en advertencia: los científicos comprobaron que los genes que promueven el cáncer se volvían más activos tras la muerte. Esto podría explicar por qué las personas que reciben trasplantes de recientes fallecidos pueden tener un riesgo más elevado de desarrollar cáncer. Sabiendo estas novedades, esperan que se utilicen para determinar cuándo es mejor trasplantar los órganos. "Se podría predecir la calidad de un trasplante", informó Noble.
El segundo uso ayudaría a esclarecer investigaciones policiales. Resulta que analizar la actividad de los genes de los cadáveres ayudaría a establecer la hora de la muerte de manera ajustada. Los resultados del equipo de Noble impresionaron tanto a un forense de la Universidad de Honolulu que declaró que este análisis podría ser "crucial".
Con todo, el descubrimiento nos ha dejado una última paradoja. Lo que más asombró al equipo de científicos es que, entre los genes que sobreviven temporalmente a la muerte, se encuentran aquellos que construyen el embrión. Los que gestan la vida se aferraban a no morir.
El primero de los usos se traduce en advertencia: los científicos comprobaron que los genes que promueven el cáncer se volvían más activos tras la muerte. Esto podría explicar por qué las personas que reciben trasplantes de recientes fallecidos pueden tener un riesgo más elevado de desarrollar cáncer. Sabiendo estas novedades, esperan que se utilicen para determinar cuándo es mejor trasplantar los órganos. "Se podría predecir la calidad de un trasplante", informó Noble.
El segundo uso ayudaría a esclarecer investigaciones policiales. Resulta que analizar la actividad de los genes de los cadáveres ayudaría a establecer la hora de la muerte de manera ajustada. Los resultados del equipo de Noble impresionaron tanto a un forense de la Universidad de Honolulu que declaró que este análisis podría ser "crucial".
Con todo, el descubrimiento nos ha dejado una última paradoja. Lo que más asombró al equipo de científicos es que, entre los genes que sobreviven temporalmente a la muerte, se encuentran aquellos que construyen el embrión. Los que gestan la vida se aferraban a no morir.
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