martes, 22 de marzo de 2016

EL ISLAM, SEGÚN FRANCISCO, UNA RELIGIÓN DE PAZ: “MATADLES DONDEQUIERA QUE LOS ENCONTRÉIS”

Los musulmanes dicen que el Islam es una religión de paz, pero la cuestión es que su paz es la tranquilidad de los que se ponen bajo las leyes de Alá y no hay paz para los que a él no se someten.


“Los cristianos deberíamos acoger con afecto y respeto a los inmigrantes del Islam que llegan a nuestros países, del mismo modo que esperamos y rogamos ser acogidos y respetados en los países de tradición islámica. ¡Ruego, imploro humildemente a esos países que den libertad a los cristianos para poder celebrar su culto y vivir su fe, teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales! Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia” (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, n. 253, 24 de noviembre de 2013).

Si alguien se encuentra durmiendo, en perfectas condiciones físicas y mentales, posee una tranquilidad que es fruto del orden que reina en su interior. En cambio, una persona desmayada puede aparentar tranquilidad, pero su letargo es consecuencia de un desorden orgánico o psíquico y, por eso, no puede ser considerado un estado de paz. Tampoco el silencio de la tumba es paz, pues allí reina la corrupción del ser.

Los musulmanes dicen que el Islam es una religión de paz, pero la cuestión es que su paz es la tranquilidad de los que se ponen bajo las leyes de Alá y no hay paz para los que a él no se someten. Ellos quieren imponer esta presunta paz en todo el mundo… ¡por la “espada”! Ya decía Tácito: “Auferre, trucidare, rapere, falsis nominibus imperium; ubi solitudinem faciunt, pacem appellant” (A robar, trocear y saquear lo denominan falsamente gobernar; y a aquello que convierten en desierto, lo llaman paz) (Tácito. Agrícola, c. 30). En esos menesteres se guían por el Corán y sus Hadices, ambos repletos de preceptos violentos. Éstos, por ejemplo, en su libro 52 de al-Bujari, contienen 285 recomendaciones a la yihad, la “guerra santa” para implantar la falsa religión del profeta en todo el orbe.

Ahora bien, la paz se construye sobre el orden, fruto de la caridad y la justicia, que tiene un sustrato en la naturaleza humana, en el cumplimiento de la ley natural. Es la religión de Cristo la que cumple enteramente este criterio y puede establecer la paz entre los hombres, mientras que la creencia islámica no es más que la violación sistemática de la justicia y, consecuentemente, de la paz. En las Sagradas Escrituras se encuentra el camino del bien y de la paz. “Si alguno creyere que han de tener autoridad o si hubiere venerado otras Escrituras fuera de las que ha recibido la Iglesia Católica, sea anatema” (Denzinger-Hünermann 202. Symbolum Toletanum I) y es la práctica de los preceptos evangélicos que traerá la paz a la humanidad.

“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9).


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