“El misterio de Dios es luz” -dijo al comentar el Evangelio del día en que Jesús dice que la luz no ha venido para ser colocada debajo de un cajón o debajo de la cama, sino para ser puesta en un candelabro, para iluminar.
“Y éste es uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz en el Bautismo y debe darla. Es decir, el cristiano es un testigo. Testimonio. Una de las peculiaridades de las actitudes cristianas. Un cristiano que lleva esta luz, debe hacerla ver porque él es un testigo. Cuando un cristiano prefiere no hacer ver la luz de Dios, sino que prefiere sus propias tinieblas, éstas le entran en su corazón porque tiene miedo de la luz y los ídolos, que son tinieblas, le gustan más. Entonces le falta, le falta algo y no es un verdadero cristiano. El testimonio. Un cristiano es un testigo. De Jesucristo, Luz de Dios. Y debe poner esta luz sobre el candelabro de su vida”.
Bergoglio recordó que en el Evangelio Jesús dice: “Con la medida con la que midan serán medidos ustedes; y se les dará más”.
“El corazón cristiano es magnánimo. Esta siempre abierto. No es un corazón que se cierra en su propio egoísmo. O al menos cuenta: hasta aquí, hasta allá. Cuando tú entras en esta luz de Jesús, cuando tú entras en la amistad de Jesús, cuando tú te dejas guiar por el Espíritu Santo, el corazón se vuelve abierto, magnánimo… El cristiano, a este punto, no gana: pierde. Pero pierde para ganar otra cosa, y con esta ‘derrota’ de intereses – entre comillas – gana a Jesús, gana convirtiéndose en testigo de Jesús”.
Por último, Bergoglio se dirigió a cuantos, entre los presentes, han celebrado cincuenta años de sacerdocio:
“Para mí es una alegría celebrar hoy entre ustedes, que festejan el 50º aniversario de su sacerdocio: Cincuenta años por el camino de la luz y del testimonio, cincuenta años tratando de ser mejores, tratando de llevar la luz en el candelabro: a veces se cae, pero vamos otra vez, siempre con esa voluntad de dar luz, generosamente, es decir, con el corazón magnánimo. Sólo Dios y su memoria saben a cuánta gente han recibido con magnanimidad, con bondad de padres, de hermanos… A cuánta gente que tenía el corazón un poco oscuro le han dada luz, la luz de Jesús. Gracias. Gracias por lo que han hecho en la Iglesia, por la Iglesia de Jesús”.
“Que el Señor les dé la alegría, esta alegría grande de haber sembrado bien, de haber iluminado bien y de haber abierto los brazos para recibir a todos con magnanimidad”.
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