Lo afirmó el papa Bergoglio esta mañana en la homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Junto con Bergoglio concelebraron el Cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal italiana y un grupo de sacerdotes de la Archidiócesis de Génova, de la que el Purpurado es su Arzobispo.
El papa dedicó enteramente su homilía a los sacerdotes. Al comentar la primera Carta de San Juan, que dice que tenemos la vida eterna porque creemos en el nombre de Jesús, el papa se preguntó cómo es la relación de los sacerdotes con Jesús, porque “la fuerza de un sacerdote – dijo – está en esta relación”. A la vez que “Jesús, cuando crecía en popularidad – observó – iba a lo del Padre”, se retiraba “en lugares desiertos a orar”. Y explicó que “ésta es un poco la piedra miliar de los sacerdotes”, incluyéndose a sí mismo. Porque como se preguntó Bergoglio, “si vamos o no vamos a encontrar a Jesús, ¿cuál es el lugar de Jesucristo en mi vida sacerdotal? Se trata de una relación viva, de discípulo a Maestro, de hermano a hermano, de pobre hombre a Dios, o es una relación un poco artificial que no viene del corazón”
“Nosotros somos ungidos por el Espíritu y cuando un sacerdote se aleja de Jesucristo puede perder la unción. En su vida, no: esencialmente la tiene… pero la pierde. Y en lugar de ser ungido termina por ser ‘untuoso’. ¡Y cuánto mal hacen a la Iglesia los sacerdotes ‘untuosos’! Aquellos que ponen su fuerza en las cosas artificiales, en las vanidades, en una actitud… en un lenguaje remilgado… ¡Pero cuántas veces se oye decir con dolor: ‘Pero, este es un ‘sacerdote-mariposa’!, porque está siempre en las vanidades… Éste no tiene relación con Jesucristo! Ha perdido la unción: es un untuoso”.
A continuación, Bergoglio añadió: “Nosotros los sacerdotes tenemos tantos límites: somos pecadores, todos. Pero si vamos a lo de Jesucristo, si buscamos al Señor en la oración – la oración de intercesión, la oración de adoración – somos buenos sacerdotes, si bien somos pecadores. Pero si nos alejamos de Jesucristo, debemos compensar esto con otras actitudes… mundanas. Y así, todas estas figuras… también el ‘sacerdote-especulador’, el ‘sacerdote-empresario’… Pero el sacerdote que adora a Jesucristo, el sacerdote que habla con Jesucristo, el sacerdote que busca a Jesucristo y que se deja buscar por Jesucristo: éste es el centro de nuestra vida. Si no está esto, perdemos todo. ¿Y qué daremos a la gente?”.
Que “nuestra relación con Jesucristo, relación de ungidos para su pueblo aumente en nosotros los sacerdotes cada día más”:
“Pero es bello encontrar a sacerdotes que han dado su vida como sacerdotes, de verdad, de los que la gente dice: ‘Pero, sí, tiene mal carácter, tiene esto, tiene aquello… pero ¡es un sacerdote!’. ¡Y la gente tiene olfato! En cambio, cuando la gente ve a los sacerdotes – por decir una palabra – ‘idólatras’, que en lugar de tener a Jesús, tienen a pequeños ídolos… pequeños… algunos ‘devotos del dios Narciso’, también… Cuando la gente ve a éstos, la gente dice: ‘¡Pobrecito!’. Lo que nos salva de la mundanidad y de la ‘idolatría que nos hace untuosos’, lo que nos conserva en la unción, es la relación con Jesucristo. Y hoy, a ustedes que han tenido la gentileza de venir a concelebrar aquí, conmigo, les deseo esto: ¡pierdan todo en la vida, pero no pierdan esta relación con Jesucristo! ¡Ésta es su victoria! ¡Y adelante, con esto!”.
Revista Ecclesia
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