Homilía de la misa de este viernes en la Casa Santa Marta
“El cristiano es un hombre o una mujer alegre”, reiteró el papa Francisco la mañana de este viernes 10 de mayo en la Misa celebrada en la Casa Santa Marta del Vaticano. El papa afirmó que la alegría del cristiano no es la alegría que viene de motivos coyunturales, sino que es un don del Señor que colma el interior.
“El cristiano es un testigo de la verdadera alegría, la que da Jesús”, afirmó el papa Francisco que, en su homilía, puso el acento en la actitud alegre de los discípulos entre la Ascensión y Pentecostés. “El cristiano es un hombre o una mujer alegre. Esto nos enseña Jesús, nos enseña la Iglesia, en este tiempo de forma especial”, dijo.
“¿Qué es esta alegría? ¿Es estar contento?” -preguntó-. “No: no es lo mismo. Estar contento es bueno, ¿eh? Pero la alegría es algo más, es otra cosa. Es algo que no viene de motivos coyunturales, del momento: es algo más profundo. Es un don”.
Y prosiguió: “La alegría, si nosotros queremos vivirla en todo momento, al final se transforma en ligereza, superficialidad, y esto nos lleva a un estado de carencia de sabiduría cristiana, nos hace un poco tontos, ¿no? Todo es alegría… no. La alegría es otra cosa. La alegría es un don del Señor. Nos colma interiormente. Es como una unción del Espíritu Santo. Y esta alegría está en la seguridad de que Jesús está con nosotros y con el Padre”.
Para el papa, “el hombre alegre, es un hombre seguro, seguro de que Jesús está con nosotros y con el Padre. Pero esta alegría”, se pregunta el papa, “¿podemos embotellarla un poco para tenerla siempre con nosotros?: No, porque si nosotros queremos poseer esta alegría sólo para nosotros, al final se estropea, así como nuestro corazón, y al final nuestra cara no transmite esa alegría sino la nostalgia, una melancolía que no es sana”.
“A veces esos cristianos melancólicos tienen más cara de pepinillos en vinagre que de personas alegres que tienen una vida bella”, añadió.
“La alegría es una virtud del camino, incluso más que una virtud, es un don: un don que nos lleva a la virtud de la magnanimidad. El cristiano es magnánimo, no puede ser pusilánime: es magnánimo. Es propio de la magnanimidad la virtud del respirar, es la virtud de ir siempre adelante pero con el espíritu lleno del Espíritu Santo. Es una gracia que debemos pedir al Señor: La alegría. En estos días de modo especial, porque la Iglesia se invita y nos invita a pedir la alegría y también el deseo”.
Aleteia
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