Este domingo las lecturas nos orientan a reflexionar sobre la Fe y las obras. Puede parecer un tema menor pero es, sin embargo, la expresión de una fe vivida y comprometida.
Por Mons. José María Arancedo
Frente a la Fe, que tiene por objeto a Dios y es, un bien superior, corremos el peligro de pensar que las obras son como la cenicienta para un cristiano. Con cierta suficiencia me puedo sentir seguro en el cumplimiento de las prácticas religiosas o en el ámbito de la ortodoxia, y desde ese pedestal que me da seguridad, actuar como juez de lo que entiendo se opone a la fe.
En el Evangelio de hoy leemos la confesión de Pedro, cuando responde a la pregunta que el Señor les hace a los apóstoles sobre quién es él: “Tu eres el Mesías” (Mc 29), le dice. El evangelio de Mateo recoge y completa esta escena con la frase que Jesús le dice a Pedro: “Feliz de ti … porque esto te lo ha revelado mi Padre” (Mt. 16, 17). Es decir, la fe es un don de Dios que debemos agradecer, cuidar, y nos debe llevar a actuar desde ella. La fe nos introduce en la vida íntima de Dios que es Amor. El signo que la hace visible es, por ello, la caridad.
Santiago, en la segunda lectura, se pregunta: “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? (Sant. 2, 14). La fe, siempre lo debemos recordar, es una gracia que Dios nos otorga para vivir en nuestro tiempo y dar certeza a nuestra esperanza; en el cielo no tendremos más necesidad de la fe. Al tener su fuente en Dios no es posible hablar de la fe, que nos ha comunicado Jesucristo, si no nos sentimos comprometidos y exigidos por el mandamiento del amor. Hoy día se corre el peligro de escuchar escuelas de aparente fe en lo espiritual que nos aíslan y nos llevan a pensar sólo en nosotros, porque ellas no provienen de la fe en Dios, el Padre de Jesucristo.
Fe y Amor son la clave para entender la vida cristiana, ambas tienen como fuente a Dios, no podemos separarlas. Ser cristiano es un don que me debe llevar a actualizar en mí la vida y la misión de Jesucristo. Este es el único camino de la santidad cristiana. ¡Cuánta vida de fe se empobrece cuando falta el ejercicio de la caridad; y cuánta caridad se vacía de entusiasmo cuando se desconecta de la verdadera fe!
Ahora bien. ¿Cómo es posible llevar adelante una vida cristiana en un mundo que no siempre es favorable? ¿Cómo hacer para no recluirme en la aparente seguridad de la fe y dejar de actuar en el mundo? Tenemos que hablar para ello de la necesidad de iluminar desde la fe toda nuestra vida, y no recluir la fe sólo a momentos religiosos. Estos momentos son espacios necesarios de intimidad y oración con el Señor, pero deben estar abiertos a nuestra presencia en el mundo.
Siempre recuerdo aquella exhortación de san Pablo a los Corintios: “Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor. 3, 22-23). La expresión “todo es de ustedes” nos debe llevar a asumir desde la Fe todo, es decir, familia, relaciones, trabajo, profesión…, pero debemos recordar que “ustedes son de Cristo”, esto significa, hay una manera cristiana de vivir ese conjunto de situaciones en las que se desarrolla nuestra vida. La Fe tiene que testimoniarse en las obras, y estas iluminadas y enriquecidas por la Fe.
Reciban de su Obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
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