Hasta los tres años, la plasticidad de las neuronas es máxima. El cerebro adquiere el 80% de su tamaño adulto a los cuatro o cinco años. Nacemos con un número finito de células nerviosas, que irán desapareciendo
Por
María Valerio | Madrid
Siempre
se dice que los niños son como esponjas, que los idiomas se aprenden mejor
cuando somos pequeños, que la plasticidad del cerebro en la infancia es
irrepetible... Pero, ¿qué hay de cierto en todo ello? Nos adentramos en el
cerebro de un niño.
Como
explica el doctor Emilio Rodríguez Ferrón, jefe del servicio de Pediatría del
Hospital Perpetuo Socorro de Alicante, el ser humano nace con un número de
neuronas finito, más de cien mil millones que -a partir de ahí- se irán
reduciendo hasta el fin de nuestros días.
Sin
embargo, es durante los primeros años de vida cuando estas neuronas se
organizan y comienzan a establecer conexiones entre ellas (las denominadas
sinapsis) a una velocidad irrepetible. Además, aunque no crecerán nuevas
células nerviosas, es durante la infancia cuando estás células se mielinizan:
es decir, desarrollan completamente la mielina, la sustancia que las recubre y
permite que establezcan conexiones unas con otras. "Sin mielina el impulso
eléctrico no funciona bien", resume.
Por
este motivo, Rodríguez Ferrón divide el desarrollo cerebral de la infancia en
dos etapas. Desde el nacimiento hasta los tres años, explica este neuropediatra
a ELMUNDO.es, es cuando el cerebro tiene su máxima plasticidad, las regiones
cerebrales son capaces de adaptarse e incluso ejercer las funciones de otras
regiones si éstas están dañadas por cualquier motivo.
Un cerebro que
se expande
Hasta
los seis años, prosigue este especialista, "el cerebro sigue adquiriendo
habilidades pero sobre una estructura anatómica ya definida"; de manera
que a esa edad puede darse por concluido el proceso de desarrollo cerebral.
Pero
no sólo las neuronas se desarrollan, se recubren de mielina y se conectan entre
ellas (a los tres años habrán establecido 1.000 trillones de conexiones);
también el aspecto del cerebro cambia en los primeros años de vida.
En
primer lugar, y es lo que antes salta a la vista, crece en tamaño y se
proporciona con el resto del cuerpo. El cerebro representa un tercio de todo
nuestro organismo en el momento en que nacemos, y alcanzará casi el 80% de su
tamaño adulto entre los cuatro y cinco años. Parte de ese crecimiento se debe a
la propia mielina, que aumenta su volumen, así como a las neuronas, que se
expanden para extender sus ramificaciones.
Como
prosigue el neuropediatra de Alicante, también existen algunas diferencias
entre la sustancia blanca de un niño y un adulto (en el primero ocupa menos
espacio en el cerebro); mientras que en el caso de la sustancia gris, permanece
prácticamente igual.
Precisamente,
un estudio publicado en 2010 en la revista 'Proceedings of the National Academy
of Sciences' concluyó que las regiones cerebrales que más se desarrollan
durante la infancia son las mismas que diferencian al ser humano de los primates.
Según
explicaba el equipo de Terrie Inder, aunque todas las áreas cerebrales crecen a
medida que este órgano madura, las que más se expanden son aquellas en las que
tienen lugar las "funciones mentales más elevadas" (como el lenguaje
o el pensamiento), es decir las regiones temporal lateral, parietal y frontal.
Desarrollo por
áreas
Y
aunque no habían diseñado su trabajo para dar respuesta a esta pregunta, se
atreven a aventurar que el retraso en el desarrollo físico de estas zonas puede
deberse a la necesidad de limitar el tamaño del cerebro en el momento de nacer
para que éste pueda pasar por el cuello del útero materno en el parto. O,
simplemente, que sea una cuestión de prioridades: "Al nacer, la visión es
vital porque el bebé la necesita para mamar y reconocer a su madre; mientras
que otras funciones más desarrolladas no serán necesarias hasta que el niño
vaya madurando".
Pero
si alguien ha destacado en las últimas décadas a la hora de adentrarse en la
mente de los niños, esa ha sido Elizabeth Spelke, de la Universidad de Harvard
(EEUU), que lleva treinta años haciendo experimentos para demostrar que incluso
los recién nacidos tienen una especie de 'conocimiento innato' a partir del
cual desarrollamos el resto de nuestras habilidades.
Spelke
ha demostrado que, entre esas capacidades que el cerebro infantil trae 'de
serie' destaca una cierta capacidad numérica (bebés de sólo un mes son capaces
de distinguir un grupo de cuatro sonidos de otro de 12); son conscientes de la
solidez de los objetos o de que prefieren interactuar con personas que con
objetos inmateriales.
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