La Ahnenerbe, sección ocultista de las SS nazis, siguió el rastro en nuestro país del Arca de la Alianza y el Cáliz de Cristo, «armas» que harían invencible al Tercer Reich, explica Guillermo Llona en el diario ABC, en un interesante artículo de Hemeroteca que reproducimos a continuación.
Las investigaciones que llevó a cabo la Ahnenerbe
recuerdan al guión de alguna de las películas protagonizadas por Indiana Jones.
La «secta» paracientífica creada por Heinrich Himmler recorrió el mundo en
busca del origen del pueblo ario, de pruebas de su superioridad racial y de
«objetos de poder» que le permitiesen dominar el planeta. La organización
ocultista también estuvo en España. Los nazis creyeron que en nuestro país
podrían encontrar alguna pista de esos preciados tesoros que los iban a hacer
invencibles.
La Deutsches Ahnenerbe, o «Sociedad para la Investigación
y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana», fue una organización
integrada en las SS como sección antropológica y arqueológica que investigó los
orígenes misteriosos de la «raza aria». Liderada por el «reichführer» Heinrich
Himmler, y dirigida por el coronel Wolfram von Sievers, convirtió el castillo
de Wewelsburg, en Westfalia, en su cuartel general y destino de las reliquias
que recogía por todo el mundo.
La Lanza y la Piedra
Según cuenta Janire Rámila en La Ahnenerbe y la búsqueda
de reliquias, la sección esotérica de las SS quiso robar de la abadía de
Westminster la Piedra de Scone sobre la que se coronan los reyes de Inglaterra
y que, creían los nazis, fue sobre la que Jacob se recostó antes de soñar con
la escalera que llevaba a Dios. Pero el Tercer Reich no consiguió hacerse con
esa «poderosa arma».
La Ahnenerbe tuvo también entre sus objetivos la Lanza
del Destino, con la que el centurión romano Cayo Casio Longinos hirió en el costado
a Cristo. Existían cuatro lanzas, pero los nazis creían que la que se
encontraba en el Museo Hofburg de Viena era la auténtica. Cuando el Tercer
Reich se anexionó Austria, la pieza pasó a manos de Adolf Hitler. Se suponía
que otorgaba la victoria por siempre a su poseedor, y la derrota y muerte a
quien la perdiera. Horas antes de que el «führer» se suicidase en su búnker
berlinés, soldados estadounidenses habían logrado hacerse con la Lanza de
Longinos o del Destino. Sobre la autenticidad de la pieza que robó Hitler no
hay duda. Los análisis efectuados en 2003 revelaron que la hoja de la lanza es
de los siglos VII u VIII.
Himmler contra el padre Ripol
De entre todos los «objetos de poder» que buscó la
Ahnenerbe, la pieza más codiciada por la sección ocultista de las SS era el
Santo Grial, que utilizó Jesús en la última Cena y que recogió su sangre cuando
moría crucificado. Se supone que José de Arimatea lo llevó a Europa, y que los
cátaros fueron los últimos en guardarlo en el Languedoc francés.
Allí, en las ruinas de Montsegur, lo buscó
infructuosamente uno de los miembros más destacados de la Ahnenerbe, el
ocultista Otto Rahn. Tras el fracaso de este gurú del esoterismo nazi, Himmler
visitó el monasterio de Montserrat y preguntó por el Cáliz. Como señala Rámila,
el «reichführer» quiso visitar los pasadizos subterráneos de la montaña, muy
cercana a Montsegur, pero el padre Ripol, que hacía de anfitrión, rechazó la
solicitud.
Miguel G. Aracil cuenta en Himmler en Montserrat: en
busca del Grial que el líder de las SS exigió ver todos los documentos del
monasterio que estuviesen relacionados con el Cáliz. Ante la negativa del padre
Ripol, Himmler gritó: «Todo el mundo en Alemania sabe que el Grial está en
Montserrat».
Aracil cuenta también que el «reichführer» se negó a
besar la imagen de la Virgen negra de Montserrat, la Moreneta, y demostró su
ignorancia cuando «mientras visitaba el museo del monasterio, al ver unos
restos de un hombre íbero de grandes dimensiones, aventuró que se trataba sin
duda de un guerrero nórdico. Cuando el padre Ripol le explicó que era un íbero,
no un nórdico, el nazi aseguró enojado que los íberos eran oriundos del norte
de Europa».
Nazis en Toledo
Según cuenta Janire Rámila en Operación Trompetas de
Jericó, otro de los tesoros que ambicionó la Ahnenerbe fue el Arca de la
Alianza. Su búsqueda llevó a la sección arqueológica de las SS hasta España.
Según las Sagradas Escrituras, Dios ordenó a Moisés construir un arca como
símbolo de la Alianza entre Él y el pueblo de Israel. Los judíos la
construyeron y guardaron en su interior las Tablas con los Diez Mandamientos,
la vara de Aarón y maná en un jarrón dorado.
Se trataba de un arma poderosa, pues tocarla provocaba la
muerte, y poseerla otorgaba la victoria. Con ella, 40.000 hebreos marcharon
durante siete días alrededor de la ciudad de Jericó, el séptimo día los
sacerdotes tocaron sus trompetas y la muralla de la ciudad se derrumbó.
Pero a los nazis de la Ahnenerbe se les presentaría un
problema en caso de encontrar el Arca. Según la tradición hebrea, sólo un gran
rabino judío podría abrirla sin morir, porque para ello era necesario conocer
el verdadero nombre de Dios. Únicamente mediante la cabalística, o ciencia que
persigue la comprensión de lo divino a través de los números y las letras,
podrían los nazis conocer el nombre de Dios y abrir el Arca.
La Ahnenerbe buscó un cabalista judío, y lo encontró en
Auschwitz. El cabalista, que no quería volver al campo de exterminio, se calló
el hecho de que según la tradición, tras la muerte de Jesús en la cruz y el
posterior desgarro del velo del Templo de Jerusalén, el pacto entre Dios e
Israel se rompió, y el Arca perdió su poder.
Rámila asegura que el cabalista dirigió a la Ahnenerbe
hasta la comunidad judía de Toledo. Allí los nazis debieron encontrar alguna
pista del Arca, porque poco después el almirante Wilhelm Canaris, máximo
responsable del espionaje de la Wehrmacht, decidió dirigirse al madrileño Museo
Arqueológico Nacional, donde creía que podría encontrar el Arca entre una
colección de piezas del Antiguo Egipto supuestamente recopiladas por una logia
masónica. Sin duda los nazis no lograron hacerse con este potente «arma»,
porque perdieron la guerra.
Las expediciones al Tíbet y Sudamérica
Algunas teorías de los racistas nazis sostenían que el
Tíbet pudo ser la cuna del pueblo ario. Según cuenta Heather Pringle en El plan
maestro: arqueología fantástica al servicio del régimen nazi, «los
investigadores raciales afirmaban que los ancestros de Alemania conquistaron
Asia en el pasado remoto, dando lugar a una poderosa clase dominante de
cabellos rubios».
La sección arqueológica de las SS envió una expedición al
Tíbet dirigida por el biólogo Ernst Schäfer. Según Pringle, el investigador
racial Bruno Beger, encargado de la parte más esotérica de la misión, midió los
cráneos de 376 personas y sacó moldes de las cabezas y rostros de 17. El equipo
de Schäfer llevó también a Alemania numerosos volúmenes de textos sagrados
tibetanos. La Orden Negra, organización paralela a la sección ocultista de las
SS, estaba interesada en los rituales de los lamas para contactar con los
«seres superiores».
Los nazis de Ahnenerbe también se interesaron por
Sudamérica. Heather Pringle cuenta en su obra que el ocultista «Edmund Kiss
creía que la antigua capital andina de Tiwanaku era creación de unos colonos
nórdicos que habían llegado a Bolivia por mar hacía más de un millón de años
[…] Convenció a Himmler de que le enviara en una expedición de veinte hombres a
Bolivia, un plan que sólo se vería frustrado por el inicio de la guerra». Según
Rámila, un comando de la sección esotérica de las SS, al mando de Karl-Maria
Wiligut, viajó a Sudamérica a fin de hacerse con distintos «objetos de poder»,
como el Martillo de Wotan o las misteriosas calaveras de cristal precolombinas.
Crímenes contra la Humanidad
José Gregorio González recoge en Arqueología «fantástica»
estas palabras de Bruno Beger, miembro del equipo que la Ahnenerbe envió al
Tíbet: «Soy de la opinión de que el completo exterminio de los judíos en
Europa, y fuera de ella, en todo el mundo si es posible, no supondrá que los
elementos espirituales del judaísmo, con los que nos encontramos a cada paso,
sean plenamente erradicados. De este hecho se deriva el importante papel de la
investigación de las almas raciales».
Ahnenerbe no fue sólo una organización elitista de
«arqueólogos» y «antropólogos» al servicio del ocultismo nazi. También surtió
de seres humanos a la experimentación médica del Tercer Reich. En la entrevista
que hizo González a Heather Pringle, la investigadora habla sobre las
atrocidades médicas patrocinadas por la sección de las SS: «August Hirt y Bruno
Beger seleccionaron prisioneros judíos para la “colección de esqueletos”. Hirt
también los expuso a gas mostaza». La Ahnenerbe inoculó la vacuna del tifus a
personas sanas, y también experimentó con gas fosgeno.
Tras el «Proceso de los doctores» de los juicios de
Nuremberg, Wolfram von Sievers, director de la Ahnenerbe, fue el único miembro
de la sección ocultista de las SS condenado a muerte y ajusticiado por su
participación en el suministro de seres humanos a los experimentos médicos que
se realizaron en los campos de concentración del Tercer Reich.
Los intentos de los nazis por descubrir la esencia aria
viajando por todo el mundo y experimentando con seres humanos no dieron fruto
alguno. Tampoco pudieron determinar qué era la «raza judía». Pringle afirma que
«los investigadores alemanes fueron incapaces de definir científicamente a la
raza judía, que no era más que un constructo ficticio. Un estudio revelaba que
el 11 por ciento de los niños judíos eran rubios y de ojos azules».
Himmler y Hitler, algunas diferencias
En el gran mitin del partido nazi en septiembre de 1936,
Adolf Hitler dirigió contra el primer presidente de la Ahnenerbe, Herman Wirth,
las siguientes palabras: «Nosotros no tenemos nada que ver con esos elementos
que sólo entienden el nacionalismo en términos de habladurías y sagas y que, en
consecuencia, lo confunden demasiado fácilmente con vagas frases nórdicas, y
que ahora están iniciando una investigación basándose en una mítica cultura
atlante».
Himmler no pensaba igual. Sobre el «reichführer», Heather
Pringle afirma: «Himmler quería librar a la Alemania nazi del catolicismo. Para
conseguirlo cultivó de forma muy especial una gran amistad con Karl-Maria
Wiligut, un excoronel del Ejército Imperial de Austria y antiguo paciente
psiquiátrico que a sus 67 años afirmaba ser descendiente del dios nórdico Thor
y poseer conocimientos secretos de las antiguas tribus germánicas».
Infories
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