Enrique
Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco,
le puso números al problema: un adulto abusa de Internet cuando está conectado
más de 3 horas al día; en los adolescentes el límite es 2 horas. Si además
existe privación del sueño (dormir menos de 5 horas) y se prefiere navegar a
tener otro tipo de relaciones sociales, una persona tiene riesgo de adicción.
En
redes sociales virtuales como Facebook, se puede entrar en contacto con muchas
personas a las que no se conoce en la realidad y a las que no se tiene acceso;
"este hecho atrae a quienes apenas tienen una red social formada, que
tienden a sobreexponerse para ser más conocidos: mandan fotos, chatean y
cuelgan fotografías incluso de su intimidad".
Echeburúa
piensa que las nuevas tecnologías permiten que con 1 solo clic la persona pueda
desinhibirse rápidamente, crear identidades falsas o dar una imagen propia que
no corresponde con la realidad lo que genera una tensión emocional que favorece
la adicción, que suele afectar a las personas que psicológicamente o por la
edad son más vulnerables.
Un
grupo al que hay que prestar especial atención son los adolescentes porque
reúnen características de riesgo: impulsividad externa, necesidad de relaciones
nuevas y autoestima baja. Uno de los indicadores más claros de que se está
cayendo en una dependencia es la imposibilidad de controlar el tiempo que se
quiere estar conectado y la única terapia frente a esta adicción es evitar los
factores de riesgo.
El
estadounidense Centro Internacional para Medios de Comunicación y Asuntos
Públicos (International Center for Media
& Public Affairs, ICMPA), estudió a 1.000 estudiantes de 10 países
diferentes en 5 continentes. Durante 24 horas podían usar cualquier medio de
comunicación social para luego expresar sus conclusiones. Se alcanzaron datos
preocupantes:
1.
Aunque la “adicción” de los estudiantes a sus medios de comunicación no pueda
diagnosticarse clínicamente, los síntomas de abstinencia sí son reales, como
también la ansiedad y la depresión.
2.
En todos los países, una mayoría de estudiantes admitieron haber fracasado por
completo en sus esfuerzos de pasar 1 día completo desconectados.
3.
Los estudiantes informaron que en particular sus teléfonos celulares, se han
convertido literalmente en parte de sus cuerpos. Por lo tanto, prescindir de
ellos los hizo sentirse como si hubiesen perdido parte de sí mismos.
4.
Estudiantes de todo el mundo informaron que estar conectados a la tecnología
digital las 24 horas del día, los 7 días de la semana, no sólo es un hábito,
sino que es fundamental para la manera en que establecen y manejan sus
relaciones de amistad y su vida social.
5.
Los estudiantes construyen diferentes identidades para sí mismos, y usan
distintas herramientas de comunicación para llegar a distintos tipos de
personas.
6.
Para muchos estudiantes, pasar 24 horas sin usar los medios de comunicación descorrió
la cortina tras la que ocultaban su soledad.
7.
Muchos estudiantes literalmente no podían imaginarse cómo llenar sus horas
vacías sin sus medios de comunicación.
8.
¿Qué son “noticias”? Para los jóvenes del estudio, “noticia” es “cualquier cosa
que acaba de pasar”, comenzando por los mensajes de sus amigos.
9.
“140 caracteres de noticias son todo lo que necesito”.
10.
“Ya no buscamos las noticias, las noticias nos buscan a nosotros”.
11.
La televisión es solo para relajarse.
12.
Los estudiantes usan la música no sólo para hacer más tolerables los viajes de
ida a vuelta a sus lugares de estudio o de trabajo, sino también para influir
sobre sus estados de ánimo.
13.
El correo electrónico no está muerto pero es “para trabajar”.
La
parte más preocupante del estudio ocurrió al leer las frases que emplearon los
estudiantes al escribir de su puño y letra algunos de los sentimientos
experimentados durante el estudio:
>
“En algunos momentos me sentí como si estuviera muerto”.
>
"Necesito tener siempre conmigo mis redes sociales, mi celular, mi Mac, mi
mp3”.
>
“Me resultó sorprendente la facilidad con que mis dedos se acostumbraron a
escribir instantáneamente “f-a-c-e” en la barra de búsqueda. Ahora me conecto a
Facebook por memoria muscular, o por instinto, como primer paso cuando voy a
navegar en Internet”.
>
“Mi teléfono es lo único que me reconforta”.
Así
lo relato el semanario brasilero Istoé:
"(...)
Uno de los primeros estudios que revela el poder de esta nueva forma de
dependencia indiscutible se presentó en febrero en la Universidad de Chicago.
Después
de seguir la rutina de las actualizaciones en las redes sociales de 205
personas durante 7 días, los investigadores concluyeron que, ante el asombro
general, resistir las tentaciones de Facebook y Twitter es más difícil que
decir no al alcohol y los cigarrillos.
Una
consulta a los números de los programas de adicción a Internet del Instituto de
Psiquiatría, del Hospital de Clínicas de la Universidad de São Paulo
(IPQ-HCUSP), da contornos locales a la tesis defendida por los estadounidenses
en Chicago.
Hoy
en día, el 25% de los pacientes que buscan ayuda en el programa de IPq lo hacen
después del tratamiento para la adicción a las redes sociales. "Y este
porcentaje debe aumentar", afirma Dora Goés, psicóloga del programa.
"Al final del año queremos tener un módulo específico para abordar este
aspecto de la adicción a Internet."
No
será fácil establecer un protocolo de tratamiento. La adicción a las redes
sociales es tan fuerte como la adicción a las drogas. Al igual que el adicto a
las drogas, que con el tiempo necesita dosis cada vez mayores de una sustancia
que tenga el efecto anestésico similar al obtenido en el primer contacto, el
adicto a Facebook también necesita exponerse y leer las confesiones de amigos
con cada vez más frecuencia para satisfacer su curiosidad y narcisismo.
Los
síntomas de la crisis de abstinencia, como ansiedad, enojo, sudor y hasta
depresión, cuando no hay salida a la Red, también son comunes. "Es como un
alcohólico", afirma Dora. "Para éste, el bar es la meta, para aquel
estar siempre conectado a las redes sociales es el objetivo".
Aunque
no se desee buscar tratamiento, la estudiante de moda, en São Paulo, Jackeline
Roque, de 21 años, está segura de que es adicta. Usuaria asidua de Facebook, la
red social más grande del mundo, ella admite que hasta evitó viajes cuando supo
que no tendría acceso a la Red en su destino. "Y cuando voy a casa de mi
abuela, quien no tiene computadora ni cobertura de Internet móvil, estoy muy
preocupada", dice.
La
angustia puede ser el primer signo de una crisis de abstinencia. "Cuando
vuelvo a conectarme, veo lo mucho que me perdí".
En
la actualidad, el enfoque en torno al tema es tal que ya hay sectores que abogan
por la inclusión de la dependencia a las redes sociales en la nueva edición del
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, de la Asociación
Estadounidense de Psiquiatría, que se publicará en mayo de 2013.
La
petición más incisiva vino de un equipo formado por 4 psiquiatras de la
Universidad de Atenas, Grecia, que publicó un artículo en la revista "La
Psiquiatría Europea" con una descripción escalofriante de la rutina de una
paciente de 24 años totalmente adicta.
Llevada
a la clínica por sus padres, pasaba 5 horas al día en Facebook, había perdido a
sus amigos reales, el empleo, la vida social y poco a poco fue perdiendo su
salud, porque ya no había dormido ni comía bien.
"La
paciente había utilizado Internet durante 7 años y nunca había tenido
problemas", dice el artículo. "Las redes sociales fueron el detonante
para el trastorno del impulso".
Teniendo
en cuenta la escala potencialmente planetaria de este nuevo candidato a la
enfermedad -Facebook tiene 901 millones de usuarios en todo el mundo, con 46,3
millones en Brasil, el segundo país más grande de participación del planeta
Tierra- la elección es más que razonable.
El
paulista Lucas Monea, 21 años, estudiante de Educación Física y pasante en un
gimnasio, aún no está perdiendo la salud. Pero ha perdido el sueño muchas
veces, por las redes sociales.
"Escucho
el teclado de madrugada, le ordeno que lo apague, pero él sigue ahí", dice
la madre del universitario, Cristina Ribeiro.
Además
de la computadora, Monea accede a Facebook por un smartphone prepago comprado
en agosto de 2011. Atento a las promociones del proveedor, se empeña en tener conexión
ininterrumpida a Internet móvil por el precio más bajo posible, y lo logra
siempre.
"Yo
hablo con amigos, vendo suplementos dietéticos, hago de todo", dice.
"Desde el momento en que me despierto hasta que me voy a dormir, no lo
desconecto."
No
es sólo él. Un estudio realizado por la Online Schools en febrero, llamado
"Cegados por Facebook", puso de manifiesto que la mitad de los
usuarios de redes sociales de entre 18 y 34 hace su primer acceso del día ni
bien se termina de despertar, y 28% lo hace cuando aún está en la cama.
Comprender
las razones de esta compulsión en aumento es un desafío.
¿Por
qué utilizamos tanto, y a veces incluso preferimos estos canales para
comunicarnos?
Carlos
Florêncio, coach y consultor en desarrollo personal desde hace 20 años, con más
de 60.000 atenciones en el currículum, tiene una teoría: "En las redes
sociales tenemos control absoluto sobre lo que somos", dice.
Allí
la vida es editada de forma que sólo están los mejores momentos, las fotos más
bellas y los detalles más interesantes de la vida cotidiana están expuestos.
Incluso los defectos, cuando se comparten, se eligen cuidadosamente.
"Es
una realidad paralela en la que todos presentan lo que consideran sus versiones
ideales", afirma Florencio.
Y
eso tiene un costo enorme. Son pocas las personas que realmente pueden vivir el
ideal que proyectan, lo cual genera una gran frustración. Es más: privilegiar
las relaciones mediadas por Internet pone en peligro nuestras habilidades
sociales en el mundo real.
"Desaprendemos
a mirar a los ojos, interpretar las señales del cuerpo y dar la debida atención
a quien está ahí delante de nosotros", dice Dora, de IPq-HCUSP.
Pero
no todo es malo en los monitores de las redes sociales. Al contrario. Gran
parte de lo que ofrecen es bueno. El problema es saber dosificar el uso para
que los beneficios no se vean opacados por la adicción que surge con los
excesos.
"Ud.
debería amar la tecnología, pero no amarla incondicionalmente", dice
Daniel Sieberg, autor del libro "The Digital Diet" (Random House,
2011).
En
el trabajo, Sieberg presenta una prueba diseñada para medir el nivel de consumo
individual y propone un control digital, o una dieta, para regular los excesos.
"Yo
era un adicto, lo admito, pero hoy hago uso consciente de las redes
sociales", dice Celso Río Fortes, de 40 años, consultor en comunicación de
nuevos medios. Él tenía todo para ser dependiente, ya que su trabajo requiere
el uso intensivo de estas herramientas, pero asegura que no lo es más.
"Sé
de hoteles que ofrecen a los huéspedes la opción de dejar todos los componentes
electrónicos en una caja fuerte en recepción para que descansen realmente
durante la estadía", afirma Fortes.
En
el auge de su adicción, reconoce que se habría beneficiado de esa opción de
servicio. "Hoy no, chequeo lo que necesito en el iPad y luego desconecto”.
Pocos
son como él. "Todos somos humanos y nos gusta que los demás nos presten
atención", admite Andrew Keen, autor que lanzó su segundo libro,
"Digital Vertigo", en la segunda quincena de mayo en USA, y en agosto
en Brasil por la Editora Zahar. Lleva una fuerte crítica a la ingenuidad con la
que utilizamos las redes sociales hoy en día.
"Ellas
son la cocaína de la era digital y que todos somos adictos", dice Keen,
quien se reconoce a sí mismo como uno de los dependientes. No está solo.
10 reglas de oro
de una dieta virtual
¿Cómo
administrar los excesos para tener una vida virtual que no comprometa la real?
1.
Si ya cuestionaste tus hábitos virtuales y crees que puedes estar sobrepasando
el uso de las redes sociales, las posibilidades que estés en lo correcto en tu
autoevaluación son enormes. Confía en tus instintos y actúa para cambiar el
comportamiento.
2.
Organiza el día virtual como organizas el real. Establece horarios para
chequear los e-mails, hacer actualizaciones de redes sociales y compartir
imágenes. Cumple el cronograma y disfruta de todas tus tareas, reales o
virtuales, de forma plena y sin mezclar una con la otra.
3.
Establece y sigue, a rigor, un calendario que incluya por lo menos un día de
desintoxicación tecnológica por mes. Ese día, abandona todos los dispositivos electrónicos
y organice actividades a cielo abierto y con amigos. Recuerde: la vida también
sucede fuera de Internet.
4.
Deja el uso de los dispositivos electrónicos para cuando estés solo. Si estás
en compañía, sea de amigos o familia, hijos o novios, privilegia lo real.
Recuerda que lo virtual puede esperar.
5.
Recuerda que los momentos de los que desistes en la vida real son mucho más
difíciles de reproducir que los virtuales. Y que, al desistir,
sistemáticamente, del real por el virtual, estás haciendo un cambio poco
inteligente y difícil de compensar.
6.
¿Realmente necesitas más de una computadora? ¿De un celular más poderoso? ¿De
un tablet nuevo? Resiste a la apelación de las novedades tecnológicas. Ellas
siempre serán mejor y más modernas que las que tienes, acostúmbrate.
7.
Piensa bien antes de postear algún detalle sobre tu vida personal en las redes
sociales. Solo twittea, postea o comparte información que divulgarías, sin
impedimento, a cualquier persona, personalmente.
8.
Cuando hagas una comida, evita dejar el smartphone en la mesa. Si dejas el
aparato a la vista, date el trabajo de justificar esa necesidad a quien este
contigo. Eso evaluará la necesidad de tener el dispositivo al alcance de la
mano.
9.
No lleves tus aparatos electrónicos al mismo ambiente en el que duermes y jamás
los lleves a la cama.
10.
Busca ayuda si sientes que el uso de internet y de las redes sociales está
fuera de control. Conversa con amigos y pide que controlen tu adición. Si eso
no funciona, busca ayuda de profesionales que trabajan con adicciones.
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