Estamos
celebrando gozosamente la Resurrección del Señor meditando este texto que narra
el caminar hacia Emaús de dos discípulos asombrados por los hechos acontecidos.
Nos deja ricas enseñanzas no sólo sobre la presencia del resucitado, sino también sobre nuestra propia experiencia
al encontrarnos con Jesús (Lc.24, 13-35).
Por
el Padre Ricardo B. Mazza
Como
creyentes estamos invitados a dirigirnos siempre a Jerusalén, lugar de la
pasión, muerte y resurrección del Señor y anticipo de la Jerusalén celestial.
Pero como los discípulos caminantes a Emaús, muchas veces nos alejamos de esa
senda principal para deambular confundidos por nuestros propios criterios ya
“que esperamos otra cosa” sin comprender
los misterios de la salvación desde la fe.
Cristo
se coloca al paso nuestro como lo hizo con ellos, para alejarnos de la
confusión de nuestras interpretaciones individuales.
Los
caminantes a Emaús esperaban una liberación del imperio romano, querían ser
guiados por un Mesías, tentación tan frecuente en la mentalidad del hombre,
inclinada a esperar la salvación fuera de Dios.
Nosotros
no comprendemos a menudo a Cristo porque no nos saca de las dificultades
políticas, económicas y sociales que padecemos a cada momento. O pretendemos
que nos libere de la corrupción y muerte generalizada que a diario padecemos,
como si estos males los causara Él.
Sin
embargo, desde la fe, conocemos que Él ha venido para librarnos de la causa de
esos males, el pecado enquistado en el corazón, que esclaviza al hombre a lo
malo de este mundo y a su amo, el diablo.
La
piedra del sepulcro que evoca la losa pesada de nuestros pecados que impide percibir la luz, ha sido corrida con la
vuelta a la vida de Cristo.
La
gracia de la recreación que nos trae el resucitado supone siempre nuestra
respuesta para que pueda ser eficaz, ya que la muerte y el príncipe de este
mundo han sido vencidos, pero sólo la asimilación a Cristo nos permite triunfar
también sobre ellos. De allí la necesidad de orientarnos desde la fe a esa vida
nueva que se nos ofrece tan abundantemente.
Nuestra
fe en Cristo resucitado debe traducirse en gestos, palabras, actitudes y formas
de vida propias de una creatura nueva.
De
allí que San Pablo nos advierta en la segunda lectura (Col. 3, 1-4) de esta
misa “ustedes que han resucitado con Cristo busquen los bienes del cielo”, ya
que se supone que nuestra mirada hacia lo creado ha cambiado.
Cuando
Dios crea la luz en los orígenes del mundo conocemos las cosas y, dicha
iluminación, nos conduce al conocimiento de Dios.
Con
el pecado nuestra mirada se entenebrece y perdemos la visión “desde Dios” que
se nos había comunicado, pero con la luz nueva que es Cristo, nuevamente
tenemos la posibilidad de conocer lo temporal desde la mirada divina y percibir
que las cosas no constituyen la meta de nuestra existencia.
Precisamente
nos señala san Pablo “busquen los bienes del cielo, tengan el pensamiento
puesto en las cosas celestiales” para que desde allí descubramos el verdadero
sentido de lo creado, reteniendo para no esclavizarnos, su abismal caducidad.
Si no descubrimos esto viviremos angustiados toda vez que descubrimos la
fugacidad de lo temporal.
Cristo
resucitado nos saca por lo tanto de miradas superficiales sobre la realidad,
permitiéndonos acceder a la profundidad
del sentido de la vida.
Como
con los caminantes de Emaús, Jesús viene a nosotros para explicarnos el sentido
de su vida partiendo de la sabiduría de las Escrituras.
Si
escuchamos al Señor, nuestro corazón también arderá de consuelo y tendremos
la fuerza necesaria para no dejarnos
atrapar por las palabras que fluyen del espíritu del mal y sus seguidores, que
buscan siempre sembrar en nosotros la mentira, la confusión y extravío más
deshumanizador.
Con
firmeza y dulzura a la vez dice Jesús
“¡cómo les cuesta creer lo que anunciaron los profetas!”, ¡mientras fácilmente
aceptamos como verdadero lo que propagan los medios de difusión, o los
“maestros” de este mundo! “¿No era necesario que el Mesías sufriera?” mensaje
incomprensible para el mundo que sólo busca el placer y el disfrute de todo y,
que al no valorar lo que significa la entrega de sí no puede conocer el mensaje
de la Cruz.
Y
llegan a Emaús al atardecer, de allí que le dirán a Jesús “¡Quédate con
nosotros porque anochece!”. Sin advertirlo, reconocen que sin Cristo la vida es
noche cerrada, sin sentido.
Al
bendecir y partir el pan, distribuyéndolo enseguida, se les abrieron los ojos y
lo reconocieron, siendo por lo tanto la eucaristía, la instancia a través de la
cual el hombre culmina su conocimiento e intimidad con Cristo.
Al
respecto Benedicto XVI nos recalca continuamente que por medio de la liturgia,
de la eucaristía, de la celebración gozosa del domingo, el hombre ingresa en el
misterio de Dios. Precisamente el texto del evangelio lo asegura al afirmar que
se les abrieron los ojos a los discípulos al partir el pan.
En
ese abrir de los ojos, de la
inteligencia también, el creyente distingue precisamente en su vida, el orden
sobrenatural al que está llamado, significado en su mirar a los bienes
celestiales y, el orden temporal en el que está inserto pero que no constituye
morada última para sí, sino sólo camino.
Al
reconocer a Cristo advierten que su permanencia en Emaús no tiene sentido, han
equivocado el camino y por lo tanto han de volver a Jerusalén para entender con
claridad lo que ha sucedido.
Vuelven
al origen del misterio de la salvación para dar testimonio que también ellos
han visto a Jesús resucitado y que los envía a transmitir al mundo, en la
misión permanente de la Iglesia, la salvación recibida tan generosamente.
Queridos
hermanos: adhirámonos de corazón a Cristo resucitado. Encontrémonos con la luz
que proviene de Él para salir de la inmediatez en la que estamos sumergidos
cada día para ingresar en el misterio de la salvación humana que se nos otorga.
¡Alegrémonos,
hoy es el día del Señor!
Padre Ricardo B.
Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera
Cruz. Argentina. Homilía en la misa vespertina del domingo de Resurrección. Ciclo “B”. 08 de
abril de 2012. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.-
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