Reproducimos un interesante artículo firmado por Guillermo Gazanini Espinoza y publicado recientemente en Voces Católicas. El autor, mexicano, es licenciado en Derecho y tiene estudios de Filosofía, Teología e Historia del Pensamiento. En el portal español Periodista Digital mantiene el blog “Sursum corda”.
El mundo secularista y relativista ha adoptado a Dios bajo la apariencia de mil máscaras. La proliferación de los nuevos cultos y de la religiosidad alternativa ha propiciado que lo divino se presente de acuerdo a las necesidades particulares a través de los gurús, profetas, santones y videntes dotados de dones supranaturales, carismas irresistibles y mando férreo para desempeñar el papel de guías y, peor, de ser las encarnaciones auténticas del Dios único e intérpretes exclusivos de su voluntad.
La erosión de los métodos de evangelización de las Iglesias históricas provocó la desilusión en muchos para acercarse a los cultos esotéricos y mistéricos que transforman los paradigmas religiosos; la guerra al crimen organizado en México, por otro lado, propició la fundación de cultos para honrar a la muerte en una idolatría moderna que hace sincretismo de elementos católicos para entronizar a los dioses nuevos bajo la forma de los santos no canonizados.
La proliferación de sectas resulta del vacío en el que muchos se encuentran al no tener las respuestas definitivas de su existencia y no menos es la decepción religiosa al carecer de ayuda efectiva ante necesidades apremiantes y demandas espirituales. En ocasiones, tienen finalidades utilitaristas y pragmáticas y el caldo de cultivo propicio son las necesidades personales en función a las respuestas útiles mediante el toque esotérico, el clima afectivo, el poder carismático del líder o el elitismo sectario de los grupos que, en no pocas ocasiones, realizan una despersonalización total del sujeto despojándolo de su voluntad y libertad. Estos movimientos religiosos alternativos coinciden con la definición de secta como grupos separados de los grandes troncos eclesiales que trae aparejado un toque despectivo y peyorativo: segregación, pequeñez, exceso, fanatismo, proselitismo, lavado de cerebro, despersonalización.
El Informe Progresivo del Secretariado para la Unidad de los Cristianos, el Secretariado de los no Cristianos, el Secretariado de los no Creyentes y el Consejo Pontificio de la Cultura de la Santa Sede, publicado en mayo de 1986, quiso dar luces sobre los peligros y retos pastorales ante el fenómeno de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos. De acuerdo con el documento, el concepto secta tiene significados diversos que no permiten una definición sencilla. Una aproximación deriva hacia los “grupos religiosos con una concepción del mundo suya específica, derivada, pero no completamente de acuerdo con ellas, de las enseñanzas de las grandes religiones mundiales".
Aunque nos referimos aquí a determinados grupos que normalmente insisten en la libertad del hombre y de la sociedad en general, "los cultos y sectas también están caracterizados por un determinado número de cualidades específicas, que generalmente consisten en que son autoritarias, estructuralmente, que se sirven de formas de lavado de cerebro y de control mental, que forman grupos que fomentan y alimentan un sentimiento de culpa o de miedo”.
Es claro que hay sectores sociales que son objetivos de las sectas y nuevos movimientos religiosos. Como se ha mencionado, el vacío y la angustia, particularmente en los tiempos de crisis, hacen proclive la proliferación de cultos extraños que ofertan los remedios más inauditos para lograr la prosperidad. Estos “grupos vulnerables” tienen un sector que es digno de mayor atención: el de los jóvenes ya que cuanto más «sueltos» anden, ociosos, sin tomar parte activa en la vida y organización de la parroquia, o provengan de una familia con bases no estables, o pertenezcan a grupos étnicos minoritarios, o vivan en lugares lejanos del influjo de la Iglesia, etc., tanto más posible es que los quieran atrapar los nuevos movimientos y sectas.
Otras sectas parecen atraídas principalmente por gente de grupos de media edad. Otras sacan sus adeptos de familias acomodadas y cultas. En este contexto, se tiene que mencionar los campus universitarios, que son generalmente terreno favorable de adoctrinamiento para sectas o lugares de reclutamiento. Por otra parte, una relación difícil con el clero o una situación matrimonial irregular, puede llevar a una ruptura con la Iglesia y una agregación a un nuevo grupo”.
Los nuevos grupos religiosos, por lo tanto, activan métodos proselitistas agresivos que, en un momento inicial, no revelan las intenciones reales de los líderes: un campamento, cursos de superación, talleres de autoestima, invitaciones a círculos bíblicos, pláticas motivacionales, conferencias, exposiciones, cocteles o días de campo son ganchos atractivos. El adoctrinamiento, una vez que el neófito acepta, vendrá después con el fin de iniciar un itinerario cuyo resultado podría ser devastador. El informe Vaticano así describe estos procesos de reclutamiento y de técnicas de formación entre las que destacan el bombardeo de amor, las “fiestas-pesca”, la adulación, la distribución de ayudas materiales y las garantías de un futuro mejor si doblegan la voluntad a la del líder todopoderoso.
No es nuevo afirmar la enfermedad de lo trascendente que padece la sociedad, patología con un significado más estremecedor cuando las sectas de corte satánico, santeras, de culto a engendros como la santa muerte o de ritos que amparan a los capos de las drogas, revelan las descomposición a la que hemos llegado cuando la religión deja de ser el vínculo de Dios y los hombres cuyo medio es la caridad. En la sociedad mexicana, tal vez una de las más religiosas en la América hispana, se ha arraigado una crisis profunda de valores que desvirtúan el significado auténtico del rol del catolicismo.
Los jóvenes parados, la delincuencia desatada, la fiebre de poder, la corrupción, las injusticias y violencia indiscriminada y la angustia por el futuro fermentan grupos cuya presencia ofrece una respuesta más efectiva en comparación con las ideas radicadas en la pobreza evangélica y el amor al prójimo del cristianismo. Para aliviar toda esta putrefacción, se requiere de una “fe legitimadora” y fetichista que pretende ofrecer inmunidad ante la muerte y los deseos negativos a cambio de dinero y riquezas; en pocas palabras, es el deseo –nuevo y añejo- de la humanidad para controlar lo que no puede estar bajo su poder… y en tiempos de crisis es mejor tener buenas palancas, aún religiosas, que infundan miedo y respeto a quienes se sienten dueños de todo.
La oferta en el mercado espiritual se dirige a todos los gustos. Desde las sectas gnósticas y esotéricas, pasando por las de corte carismático, milenarista y apocalíptico, hasta las más extrañas como las de la muerte y el diablo, su proliferación en México denota además, la necesidad de una reactivación de los métodos de evangelización que tengan las características requeridas por el beato Juan Pablo II: nueva en sus métodos y en su ardor.
Benedicto XVI lo sabe bien al haber creado el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización quien afrontará la difusión, quizá incontrolable, de las sectas porque “Sólo una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad. Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la trabazón cristiana de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones". No es para menos, las sectas resultan de la incapacidad de las grandes religiones para llegar al corazón de cada hombre y mujer: Son los nuevos cultos levantados sobre el desencanto del cristianismo.
Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas
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