“La comunidad está profundamente avergonzada del comportamiento de Ephraim y expresa su simpatía por todas las personas que han sido abusadas por él”, se lee en un comunicado en el sitio web del movimiento el 16 de noviembre.
Explicó cómo Croissant había cometido “crímenes contra la moral de la Iglesia” que involucraban a “varias hermanas” que vivían en la comunidad. El comunicado agregó que “su prestigio como fundador carismático, combinado con la seducción de sus palabras, llevó a la mayoría de sus víctimas a dejarse abusar”.
El documento está firmado por el hombre enviado por el Vaticano en 2010 para encabezar la reforma de la comunidad, el padre Henry Donneaud O.P., así como por la junta de la comunidad.
Explica que la comunidad “lleva años comprometida, y a pedido de las autoridades católicas, en un proceso que no es solo un proceso de explicación y purificación sino también un proceso de profunda reestructuración y renacimiento”.
La Comunidad de las Bienaventuranzas fue fundada en Francia en 1973 por Croissant y su esposa Jo junto con otra pareja. En ese momento Croissant no era católico, pero se convirtió en 1975 y fue ordenado diácono en 1978. En 2008 fue expulsado de la comunidad y la Iglesia le ordenó vivir una vida de silencio y penitencia.
El movimiento reúne a sacerdotes, monjas, matrimonios y solteros, algunos consagrados y otros no, en grupos locales que luego comparten una oración común y una vida comunitaria. Tiene presencia en 60 diócesis de todo el mundo.
La declaración se produce justo antes del juicio de uno de sus miembros principales, Pierre-Etienne Albert, que está acusado de abusar sexualmente de más de 50 niños, de entre 5 y 13 años, de 1985 a 2000. Su juicio comienza en la ciudad de Rodez (Francia) el 30 de noviembre.
También afirma que Philippe Madre, cuñado de Croissant, que también fue expulsado de la comunidad en mayo de 2010, cometió abusos.
“La Comunidad pretende reconocer, con humildad, lucidez y arrepentimiento, estos graves delitos cometidos dentro de ella por un círculo estrecho de personas”, dice.
“Sin embargo, no deben resultar en la desautorización del valor de su identidad, reconocida por la Iglesia, ni de la calidad de su labor espiritual, apostólica y humanitaria, apreciada por todos los obispos que la acogen en sus diócesis”.
Catholic News Agency
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