miércoles, 21 de septiembre de 2011
EL MARAVILLOSO DON DE LA VIDA HUMANA Y SU DIGNIDAD INALIENABLE
Hemos reflexionado sobre los desafíos que el desarrollo actual de las ciencias biológicas y sociales plantea, también en la vocación al amor de todo ser humano y en la verdad de la sexualidad humana.
Por Mons. Carlos Aguiar Retes
“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6-14)
A todos los Fieles Católicos y a las personas de buena voluntad que aman a México:
Jesucristo, el hijo de Dios y salvador de todos los hombres, con su encarnación revela al ser humano su verdad más profunda, la altísima dignidad de cada persona y el sentido de su auténtico desarrollo. Los Obispos de México reunidos en Monterrey para participar en nuestra semana de formación permanente, hemos orado por la paz en nuestra Patria, y especialmente por esta Ciudad, teniendo presente las víctimas inocentes del crimen organizado, y pidiendo a Dios por el consuelo a sus familiares y amigos.
Durante estos días hemos reflexionado sobre los desafíos que el desarrollo actual de las ciencias biológicas y sociales plantea para el bienestar auténtico del ser humano. Hemos identificado las distintas corrientes de los cultores de la bioética en las que, a pesar de referirse a la dignidad humana, en nombre de una bioética pragmática, liberal o utilitarista justifican acciones que atentan contra el ser humano. Conscientes de que la ciencia y la tecnología bien orientadas siempre estarán al servicio del hombre, hemos confirmado la necesidad de acompañar su desarrollo con la oportuna orientación ética, dando gracias a Dios por quienes, día a día, se esfuerzan profesionalmente por curar, acompañar y consolar a quienes están aquejados por alguna enfermedad, limitación física o psicológica.
Hemos reflexionado también en la vocación al amor de todo ser humano y en la verdad de la sexualidad humana, que no puede prescindir de la determinación sexual masculina o femenina que se encuentra inscrita en su naturaleza a nivel genético, fisiológico, morfológico, afectivo y psíquico, hoy cuestionada por algunas teorías de género. Esto ha confirmado la necesidad de intensificar nuestro servicio pastoral a las familias y a los jóvenes, esforzándonos por ayudar a los padres de familia para que proporcionen una autentica educación sexual que integre los dinamismos humanos para vivir el amor y la madurez que supone el sincero don de sí mismo.
Valoramos la noble vocación de los esposos para participar en la procreación responsable de nuevos seres humanos, respetando su dignidad inalienable. Reivindicamos que de acuerdo al plan de Dios, los hijos son un verdadero don y nunca un derecho individual de nadie. Por lo mismo, los hijos han de ser acogidos, respetando la verdad del acto conyugal, a la vez unitivo y procreativo, evitando cualquier medio que lo falsifique, cegando las fuentes de la fecundidad y dañando la unidad de los esposos.
De acuerdo con la altísima dignidad de la persona que es llamada a la existencia, no se puede tolerar su supresión mediante las diversas técnicas abortivas: ¡nunca podrá ser licita la supresión de las vidas inocentes de seres humanos!, aunque ésta se lleve a cabo en períodos iniciales de su desarrollo, de lo contrario no nos extrañe las múltiples expresiones de violencia en los diferentes campos y etapas de la vida de las personas y de la sociedad. Reiteramos que una injusticia no puede ser subsanada jamás con otra injusticia, por lo que el aborto no es nunca una solución. Queremos acompañar a las mujeres que se encuentran enfrentando un embarazo difícil para acoger el don de la maternidad.
Dado que el hijo es un don, y nunca un derecho de nadie, tiene una dignidad personal única e irrepetible. Las ayudas técnicas a la procreación deben respetar siempre esta verdad, evitando sustituir la lógica del amor por la lógica de la producción. Conscientes del dolor que supone la infertilidad y la esterilidad, alentamos los esfuerzos de quienes trabajan para superarla, buscando terapias adecuadas y respetuosas del valor de la vida humana. Insistimos en la necesidad de facilitar la posibilidad de la adopción, estando atentos a que ésta ocurra teniendo cuidado del bien superior del niño que pide existan las garantías necesarias para su desarrollo. Aprovechamos esta ocasión para manifestar nuestra cercanía y solidaridad a los esposos que sufren a causa de la imposibilidad de procrear.
Por último, hemos reflexionado sobre los desafíos ligados al final de la vida. La eutanasia, y la obstinación terapéutica no son una solución. A este respecto hemos identificado como única respuesta adecuada los cuidados paliativos, que den al enfermo terminal la calidad de vida. El final de la vida deseable es el que respeta la auténtica dignidad humana, rodeando al enfermo terminal de amor y cuidados necesarios para aliviar sus dolores, proporcionándole el sostén vital para que termine de manera natural su existencia en este mundo.
Jesucristo el Señor, es el Camino, la Verdad y la Vida. El se ha unido a todo hombre que viene a este mundo y le revela su altísima dignidad y lo acompaña en su itinerario vital. El, evangelio del amor del Padre, nos asista para que miremos en cada ser humano su rostro, respetemos su vida y la cuidemos para que alcance su desarrollo verdadero.
Así mismo, nos encomendamos a Santa María de Guadalupe, madre del Amor, y a la intercesión del Beato Juan Pablo II, cuyas reliquias recorren nuestro País, recordando las enseñanzas tan firmes de su Pontificado, acerca de la dignidad humana y su derecho fundamental a la vida.
Monterrey, N.L., 9 de septiembre de 2011.
Por los Obispos de México.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
Presidente de la CEM + Víctor René Rodríguez Gómez
Obispo Auxiliar de Texcoco
Secretario General de la CEM
Fuente: Conferencia de Episcopado Mexicano / Catholic.Net
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