Una visita poco conocida a la Necrópolis de San Pedro, un milenario cementerio debajo de la basílica.
Por José Eugenio Castiglione
Debajo del altar mayor del Vaticano se encuentran las tumbas de muchos de los papas. A la cabeza de ellos, un ícono señala el lugar de Pedro. ¿Pero es ésa realmente la tumba del apóstol?
Una experiencia fascinante y poco conocida es el descenso a la Necrópolis de San Pedro: la tumba del primer papa, en un antiguo cementerio pagano-cristiano del siglo I, que quedó sepultado tres niveles debajo de lo que hoy es el baldaquino de Bernini, altar mayor de la Basílica de San Pedro.
Los visitantes deben reservar lugar anticipadamente por Internet y presentarse ante la Guardia Suiza diez minutos antes de la hora asignada, donde pasan controles de seguridad. El decoro en la vestimenta es rigurosamente exigido para hombres y mujeres, y sólo ingresan mayores de edad.
Se usa una entrada lateral que desciende al milenario cementerio, el cual permaneció enterrado durante dieciséis siglos. En el recorrido, puertas de vidrio van cerrándose detrás del grupo y abriéndose adelante mientras se avanza por las estrechas callejuelas y mausoleos en estrictas condiciones de temperatura e iluminación. El último punto es la esperada tumba de San Pedro. Una profunda emoción produce llegar a sólo un metro de su lugar de descanso, luego de haber pasado por la tumba de San Lino -el segundo papa-, entre otros.
Según la tradición, Pedro fue crucificado cabeza abajo en tiempos de Nerón y enterrado en la Colina Vaticana. Los seguidores de Pedro marcaron su tumba para poder visitarla, como lo hacemos hoy.
Así, cien años después (hacia el 160) los cristianos pudieron erigir en ese lugar un monumento consistente en una pared roja que aún existe con una entrada en herradura que rodeaba su tumba. De allí, una escalera descendía hasta lo que se conocía como el trofeo: la sepultura.
En el siglo IV, el emperador Constantino -convertido al cristianismo- quiso rendir su homenaje a Pedro y erigió sobre ese trofeo la primera basílica, donde hoy está el Vaticano. Para construirla, Constantino debió nivelar el suelo, por lo que mandó a rellenar con tierra hasta la cota máxima de la colina. La Necrópolis de Pedro quedó entonces enterrada y se conocía su ubicación sólo por estar debajo del altar mayor del antiguo templo.
Mil años después -hacia el siglo XIV-, ese templo de Constantino fue demolido para construirse la actual Basílica de San Pedro. Nuevamente, la construcción respetó la ubicación del altar mayor sobre el lugar exacto de lo que se tenía por tradición como la tumba del apóstol.
En 1939 el papa Pío XII autorizó excavaciones arqueológicas con objeto de llegar al milenario trofeo. Fue durante esas excavaciones cuando se descubrió la existencia de aquel cementerio de dos calles, en uno de cuyos extremos se encuentra la tumba de Pedro, protegida por unas tejas y demarcada con su nombre en caracteres griegos (Petrus). Por las evidencias que rodeaban al descubrimiento y por posteriores estudios de los restos, Pío XII anunció en 1949 que se había llegado a la tumba del apóstol.
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