Por Raimundo Viñuelas (LaVoz)
Marisa Restifo sólo pudo tener los manuscritos dos veces. La primera fue en 1999 y estaba nerviosa.
“Sentí gran ansiedad y angustia, porque sabía que sería la única vez que podría tenerlos. No me alcanzaba la cabeza para pensar en todo lo que debía fijarme. Sentía que lo que se supiera de los libros iba a depender de mi capacidad en ese único momento”, cuenta Marisa.
La musicóloga logró rescatar dos manuscritos musicales que son los más antiguos que se conocen de Argentina y de lo que fue el Virreinato del Río de la Plata. Reescriben la historia de la música en nuestro país.
“Los manuales de música argentina dicen que en el período colonial la música empieza y termina con los jesuitas y gira alrededor de Domenico Zipoli. Estos manuscritos son de mucho tiempo antes”, explica.
Por el repertorio, la manera en que fueron escritos y la letra de los textos, sospecha que son de principios del siglo XVII.
No los descubrió, pero los rescató del olvido. “Hago un trabajo de arqueóloga. Para mí, son restos materiales de la cultura musical de una época que hasta el momento no se había comprobado que existía”, dice.
Los manuscritos se encuentran guardados bajo siete llaves en el Monasterio de Santa Catalina de Siena, el más antiguo de Argentina. Ubicado en Obispo Trejo 44 y fundado en 1613, el convento quedó acorralado por el bullicio de la Capital.
Francisco Curt Lange, uno de los musicólogos más reconocidos de América, se topó con ellos cuando buscaba reconstruir la figura de Zipoli. Sólo al pasar mencionó los antiguos manuscritos. Luego, en la década del ’80, otra musicóloga misteriosamente logró transcribir parte de los textos.
Uno de los profesores de Marisa, Bernardo Illari, le insistió en que los investigara con la ilusión de que, por ser mujer, las monjas se los dejarían ver.
Le envió una carta a la priora, sin respuesta. Habló con el arzobispo, y el mismo resultado. Finalmente, la directora del Archivo del Arzobispado accedió a que se incluyan entre las obras a ser microfilmadas.
Los manuscritos
El más grande es un libro de coro. “Cada voz está copiada por separado. Se colocaba en un atril frente al coro y cada persona leía su parte”, explica. El libro tiene todos los cantos que se ejecutan durante Semana Santa. Se cantaban a capela, o sólo con el apoyo del órgano.
El otro libro tiene el tamaño de una hoja A4. Se sabe que fue copiado en el monasterio en 1756. Es un libro de canto llano o canto gregoriano.
Son composiciones anónimas que no fueron creadas en América sino que fueron copiadas. Están en latín y son textos litúrgicos. Hay responsorios, graduales, pasiones y antífonas.
Del primero se encontró una copia en la Biblioteca de Cataluña, España. “No sabemos cuál es copia de cuál. Pero nos dio pistas para datarlo. El manuscrito catalán tiene piezas del siglo XVI”, comenta Marisa.
Todavía cantan. Las monjas le comentaron a Marisa que aún cantan con los manuscritos. “Hay una hermana que toca el órgano y que los puede leer. Nunca las oí cantar. Sería bárbaro poder escucharlas. Les pregunté si querían hacer un concierto, pero no se entusiasmaron mucho”, cuenta.
La segunda vez que los vio fue en 2010, 11 años después: “Fue un momento inolvidable. No podía creerlo. Trabajé en un locutorio del monasterio, acompañada de Leonardo Waisman, mi esposo y director”.
Y agrega: “Fue muy emocionante, como encontrarse con alguien con quien has mantenido una relación a distancia y que después de mucho tiempo tenés la oportunidad de estar cara a cara para preguntarle todo lo que nunca habías podido preguntarle”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Usted puede opinar pero siempre haciéndolo con respeto, de lo contrario el comentario será eliminado.