domingo, 10 de julio de 2011

NADA PARA LA ECOLOGÍA COMO EL MATRIMONIO GAY





Aprobar el matrimonio gay, no es lo mismo que ser tolerante con los homosexuales. Que cada uno haga lo que desee con su cuerpo es un asunto personal. Institucionalizar el suicidio es otro.


Por Jose Brechner


New York pasó a ser el más importante de los estados donde se aprobó el matrimonio entre homosexuales. Siendo uno de los santuarios progresistas es curioso que no haya sucedido previamente. Se le adelantaron Iowa, Massachusetts, Vermont, Nueva Hampshire, Connecticut y el Distrito de Columbia.

También hay países que se califican de ser más “avanzados” por haber legalizado la unión gay con anterioridad. Uno de ellos es la Argentina, que como en New York, la ley tampoco pasó por las encuestas o un referéndum, el Congreso la aprobó de cuajo. La aceptación de introducirse cosas en el ano parece coincidir con las que salen del mismo. A ningún diputado o senador le importa pisotear la caca de los perros en las aceras de Buenos Aires ¿por qué abría de perturbarles lo otro?

Brasil, donde diferenciar entre quién es hombre de quién es mujer se ha convertido en un desafío oftalmológico y a muchos machos no les importa lo que su pareja traiga entre las piernas mientras sea bonitinha, da iguales derechos a las parejas homosexuales que heterosexuales.

Naciones donde la gente vive en la indigencia y obviamente sus sistemas hospitalarios y de salud son pésimos, no quieren quedarse atrás y están viendo de ponerse al día con la fiebre matrimonial, por más que no tengan los medios para prevenir ni combatir el SIDA, que, no olvidemos, tuvo su origen en el submundo gay.

El HIV positivo hoy afecta a más mujeres que hombres por tener ellas un sistema reproductivo más frágil. Según las estadísticas globales reveladas en Noviembre de 2010 por UNAIDS, la agencia de las Naciones Unidas encargada de este problema, hay más de 33 millones de personas infectadas.

El SIDA es una enfermedad de nuestra era del “todo vale”, más el cuestionamiento del homosexualismo no es novedoso. Desde que hay historia escrita --aproximadamente 5.500 años—ha sido debatido y siempre que fue admitido legalmente, los resultados han sido los mismos: absolutamente devastadores. No existe sociedad alguna que haya sobrevivido al homosexualismo abierto.

El progresismo, que tampoco es un invento moderno, fue siempre incoherente. Hoy reniega del matrimonio tradicional, sólo porque es tradicional. La unión de papá y mamá que nos dio la vida, es vista como la porquería más grande y, en contraposición, el matrimonio gay, que subyacentemente culmina en la extinción de la vida, se convirtió en lo más maravilloso que existe.

Lo que se viene es la decadencia total, envestida en una chueca percepción de “derechos igualitarios”. En su desafiante incongruencia, la corriente progresista aplaude lo bizarro, pero no acepta la poligamia, que según científicos es intrínseca al hombre y la prostitución sigue estando en el mercado gris.

Arnold Schwarzenegger, Tiger Woods y Dominique Strauss-Kahn están condenados al ostracismo pero los gays pueden hacer lo que quieran. Si estos famosos hubiesen sido pillados en relaciones homosexuales, la prensa progre hubiese salido en su defensa.

Ni Roma ni Atenas, inteligentes y cultas, pudieron subsistir al homosexualismo abierto. Ni qué decir de Sodoma y Gomorra en el pueblo hebreo --que de inteligencia no tiene nada que envidiarle a nadie-- pudieron evitar ser arrasadas por sus costumbres.

¿Por qué su institucionalización es un millón de veces peor? Porque si el casamiento entre personas de igual género es legal, pudiendo constituirse en familia, los niños serán educados bajo ese concepto y no faltará el chaval de 12 años que le dirá a su amiguito de 9 que lo quiere mucho y tendrá sexo con él. Si el niño de nueve es tu hijo y no te incomoda ¡te felicito!

El homosexualismo institucionalizado es nada más que otra forma de demoler la civilización, la más sombría y escurridiza de todas, porque da placer y puede estar sustentada en un sentimiento de amor.

Aprobar el matrimonio gay, no es lo mismo que ser tolerante con los homosexuales. Que cada uno haga lo que desee con su cuerpo es un asunto personal. Institucionalizar el suicidio es otro. El único argumento que podría justificar la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, es que existe superpoblación en el planeta.

http://www.josebrechner.com/



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