Es peligroso -y tonto- hablar de ciertos temas sin precisar el sentido que tienen los términos a emplear. Para referirse a las ciencias y a los dogmas es preciso fijar antes qué son.
Por el Dr. Jorge B Lobo Aragón
La medicina, ¿es ciencia? Se basa en distintas ciencias, como la química, la biología, la psicología. Pero su aplicación, desde tiempos de Galeno, incluye conocimientos que son puramente experimentales, no son conocimientos por sus principios y causas. Por ejemplo, la aspirina mucho tiempo se ha aplicado sin saber cuál era su mecanismo, su modus operandi; la medicina la ha usado sin conocer sus principios. El cirujano, porque conoce la ciencia, sabe que conviene sacar un tumor, y cómo hacerlo sin daño para el organismo. Sabe, pero su saber no es medicina porque no cura. Se necesita la habilidad de sus manos, el proceso quirúrgico, para preservar la salud del enfermo, habilidades y procedimientos imprescindibles para la medicina, y que no son ciencia.
Es peligroso -y tonto- hablar de ciertos temas sin precisar el sentido que tienen los términos a emplear. Para referirse a las ciencias y a los dogmas es preciso fijar antes qué son. Si a las Ciencias las circunscribimos a conocimientos cierto de las cosas por sus causas, y a los Dogmas los ceñimos a revelación divina, es claro que nada tienen que ver entre sí. Difieren más que el aserrín con el pan rallado y la chicha con la limonada. Si a la Ciencia le damos un alcance más amplio, saber o erudición, y al Dogma lo interpretamos como fundamentos o puntos capitales de toda ciencia, definiciones que también son aceptadas por la Academia, entonces no diríamos que los conceptos se rechazan entre sí sino más bien que la ciencia precisa de los dogmas.
Y más aún: la Ciencia es cuerpo de doctrina metódicamente formado y ordenado que constituye un ramo particular del saber humano, dice la Academia. También dice la Academia que teología dogmática es la ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones a la luz de los principios revelados. Ateniéndonos a estas acepciones diremos que los dogmas son fundamentos de las ciencias, o por lo menos de una de ellas.
Un individuo dice: esa es una pared. Otro dice: no, es un muro. Un tercero intercede: es una muralla. Y viene otro más a interpretar que eso de lo que están hablando es una combinación de sílice, carbonato de calcio y arcilla cocida, todo combinado en una forma especial. Entonces un entendido en la materia, una persona de autoridad, define qué elementos comunes tienen paredes, muros y murallas y cuáles son las características que los diferencian; al último lo descarta porque para entendernos conviene que las cosas tengan nombres, no descripciones que son largas e imprecisas. Y gracias al arbitrio de éste que define, que fija un Dogma (dogma es proposición que se asienta por firme y cierta), podemos seguir opinando sobre las paredes y los muros y quizás adelanten las artes albañilearles. ¿Ese entendido ha dado una mala definición, ha creado un dogma que no es adecuado para dilucidar ciertos aspectos? Entonces que otro entendido formule un Dogma mejor. Pero, aunque no sea perfecto, va sirviendo para que aclaremos los pensamientos sobre esa materia. El conocimiento apriorístico, dogmático, de una serie de conceptos, es indispensable para la comunicación que permite afirmar los conocimientos. Y sobre esa base seguir adelante.
Es dogma que nuestro señor Jesucristo se halla íntegro, cuerpo, alma, sangre y divinidad, en la Hostia Consagrada. El Dogma es hermoso porque sirve para conocer, para fijar conceptos con claridad. Y esto se conoce por Revelación Divina. A nadie se la va a ocurrir buscar los principios y causas para que esto sea así, para que este conocimiento sea científico. Buscar explicaciones racionales sería anti dogmático, pues implicaría la pretensión de que Dios acomode su voluntad al razonamiento humano.
La creación del universo está consumada, tiene determinadas características y responde a ciertas leyes. La física averigua esas leyes y con el avance de los estudios, va descubriendo nuevos detalles, diversos vericuetos. Está en un continuo flujo y reflujo de ideas.
La teología es la ciencia que trata de Dios, y se apoya en los principios revelados. Como la revelación está consumada no tiene nuevos conocimientos bajo su análisis, pero el análisis puede llevar a interpretaciones distintas. De hecho, la teología de Santo Tomás difiere de la de San Agustín, y la del modernismo no sólo difiere sino que se opone a la de Santo Tomás. De modo que, en cierta medida, el Dogma, en cuanto es revelación divina, también participa del continuo flujo y reflujo de ideas, que por lo tanto no sería atributo privativo de las ciencias no dogmáticas, sino también de la teología, ciencia dogmática por excelencia.
Ciencia, está cargada de prestigio. Quizás lo único que conozcamos de ella sean las “ansias de noble ciencia / nunca saciadas” a las que cantábamos de estudiantes. Estamos a favor de la ciencia. Y la ciencia no es buena ni mala, es instrumento. Ha servido para hacer una bomba atómica matadora de millones de seres indefensos de un solo saque, y con el manejo de los genes se muestra capaz de producir monstruos demoníacos que ni la mitología se animara a imaginar. Pero ciencia se liga a bien, no pensemos más, la ciencia es buena; estamos con la ciencia.
Dogma es un proposición firme y cierta. La palabra tiene un ilustre origen griego, nacida de la idea de parecer, opinión, Doctrina. Se dice doctores a gente supuestamente bien provisto de doctrinas, de pareceres, d de dogmas, y tales doctores se satisfacen de serlo. La religión se basa en una revelación que es un cúmulo de enunciados firmes y ciertos, tan ciertos como que son anunciados por Dios y tienen la firmeza de la tradición que los acerca hasta nosotros. Entonces dogma se le dice también a la revelación en conjunto. Y los que no creen en esa revelación, y sobre todo los enemigos de la religión surgida de ella, califican de malo, de absurdo, de caprichoso, de supersticioso, a todo lo relacionado con los Dogmas, lo han convertido en mala palabra. Caramba, ¿A los Doctores habrá que cambiarles el título para no vincularlos con algo tan desprestigiado?
A una planta se le corta un gajo y espontáneamente nace otro que cumple perfectamente sus mismas funciones. A un hombre se le corta un brazo y la ciencia conoce, verdad absoluta, que espontáneamente no le brotará otro brazo capaz de cumplir con idénticas funciones. ¿Que han de mejorarse las técnicas de las prótesis? es de suponer, pero que espontáneamente nazca el brazo, no. ¿Que en el futuro podrían generarse medicamentos que lo logren? Perfecto; entonces será posible de acuerdo a una ciencia futura; la ciencia actual conoce, como verdad absoluta, que eso es imposible. Negar esta verdad, por la previsión de que en el futuro se cambie, equivaldría a negar la ciencia: la ciencia no existe ahora porque la ciencia del futuro va a desmentirla. No: la ciencia, ahora, conoce verdades absolutas; la ciencia del futuro dará mayores precisiones, distintas explicaciones, nuevos aspectos, pero no negará que el conocimiento de las cosas por sus causas, en la actualidad, alcanza ciertas verdades.
Puedo estar acertado o no en mis malos presagios. Pero aunque me equivoque, es muy posible que la Ética se modifique, cambie sus valoraciones; es decir que los valores morales sean tan subjetivos como los económicos. No son valores permanentes, absolutos. A pesar de eso, bien puede conocerse que la ciencia ética, en los siglos pasados, en los siglos de la Cristiandad, ha tenido tales y cuales conceptos sobre las obligaciones del hombre, y ha exaltado la generosidad, la maternidad y otros valores. La ciencia ética de los siglos por venir tendrá otra forma de considerar esas obligaciones. Las obligaciones varían al variar las preferencias; la ciencia conoce perfectamente, con verdad absoluta, los vaivenes de la apreciación de las obligaciones. ¿Me dirá que eso no es ética sino historia de la ética? Bien, ¿y acaso la historia no es ciencia también?
La política es esencialmente dogmática. Se ha difundido en el mundo e dogma de la democracia, dogma que la supone único sistema válido, aceptable, razonable. Un dogma casi universal. Los criterios distintos, mejores o peores, son también dogmáticos, propuestos como principios innegables a los que se debe adherir. Y a pesar de este dogmatismo, hay quienes la estiman a la política como ciencia del Estado o del Bien Común.
Euclides construye la geometría sobre la base del rigor lógico aristotélico y unos cuantos postulados dogmáticos, postulados que son aceptados y que no son científicos por cuanto son ciertos pero no tienen un razonamiento que justifique esa certeza. Hace una geometría que es una ciencia y que sostiene verdades absolutas. Uno de esos dogmas, famoso, es que en el plano, por un punto exterior a una recta, puede pasar una normal a esa recta y solamente una.
Ese dogma ha sido negado. Se lo ha reemplazado por dos dogmas contrarios, que por dicho punto pueden pasar infinitas normales a la recta, y que no puede pasar ninguna. Y de aquí, “de la investigación de áreas desconocidas en el campo del conocimiento científico”, han surgido dos ciencias nuevas, las geometrías no Euclídeas. Ciencias, las tres con verdades absolutas, y las tres basadas sobre dogmas que no tienen ninguna apoyatura científica.
Otro caso tenemos en Santo Tomás de Aquino. Fue alumno de San Alberto Magno, Doctor Universalis, que dominaba todas las ciencias, incluso la astrología. En cambio San Tomás no acepta la astrología. Basándose en el dogma, el hombre ha sido creado libre, con libre albedrío, pues esa es la razón para merecer premios y castigos, llega a la conclusión de que sí, evidentemente los astros influyen sobre la naturaleza terrestre, como bien lo muestran las mareas (fenómeno explicado por Newton pero conocido desde la antigüedad) pero no le marcan al hombre un destino, ya que eso sería una negación de su libertad. Dejando de lado la objetividad de la ciencia, y apoyándose en un dogma religioso, llega al resultado correcto.
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