Al odio y al rencor hay que apaciguarlos con la comprensión. Quién cometió un acto de injusticia en nosotros pudo haber tenido un buen motivo oculto para nosotros mismos, que si quizás lo conociéramos nos conduciría al olvido.
Por el Dr. Francisco Bénard (*)
El perdón es humanismo y está al margen de la pena que le corresponda por ley a quien ha cometido un delito.
Podemos recordar la actitud asumida por S.S. Juan Pablo II cuando atentaron contra su vida y fue a verlo a la cárcel a quien lo atacó. Se acercó a él, habló con él y lo perdonó. No intercedió ante nadie para que no cumpliera la pena que marcaba la ley.
El perdón libera de cargas de resentimiento al ofendido, lo beneficia notoriamente y le evita sufrimientos innecesarios, estériles. La finalidad del perdón es no vengarse de la ofensa inferida.
Podríamos recordar como Jesús hablando de sus verdugos dijo “Padre perdónalos porque ellos no saben lo que hacen” Con el perdón se preserva la paz espiritual, el camino a la felicidad ya que con aquel nos liberamos del resentimiento. Con el perdón impera una sensación de alivio y serenidad interior.
No tan fácil resulta olvidar, pero al menos hay que tratar de no recordar aquello que pueda resultar desagradable. La experiencia puede ser dura y se nos hace difícil olvidar, es bien cierto ello, pero aunque sigamos recordando los hechos debemos perdonar no por los otros, sino por nosotros mismos.
Al odio y al rencor hay que apaciguarlos con la comprensión. Quién cometió un acto de injusticia en nosotros pudo haber tenido un buen motivo oculto para nosotros mismos, que si quizás lo conociéramos nos conduciría al olvido.
Al odio y al rencor hay que oponerles el perdón, la comprensión y el olvido, no tanto como he dicho por el que nos odia, sino por nosotros mismos. Ghandi ya nos hablaba “del amor al enemigo que nos odia”.
Grandioso no? Así como el perdón libera al hombre el odio los hace prisioneros y/o esclavos.
El perdón nos eleva a Dios, el rencor nos hace prisioneros del “diablo”. Vivimos en una sociedad en la que impera el “odio y la venganza”. El odio está instalado en la sociedad argentina. Es hora de que el Parlamento (Senadores y Diputados) enfrenten la historia “objetiva” de la Argentina y decidan hasta cuando queremos seguir sumidos en una historia de venganzas “sin límites”, porque existe además “un derecho constitucional a la pacificación del país”.
(*) Abogado-Periodista
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