sábado, 21 de mayo de 2011

HABLAR CON CLARIDAD


El remordimiento mayor que tengo es el de no haberle sabido plantar cara a mi hija, el de no haberle dicho: "Hija mía, estás equivocada...". Lo que me hacía actuar –mejor dicho, no actuar– era la idea que para ser querida tenía que evitar el choque y simular que era lo que no era.


Por Victoria Cardona

Susanna Tamaro en su novela "Donde el corazón te lleve"

Con nuestros hijos adolescentes, conviene explicarse con claridad y sin miedo cuando vemos algún comportamiento anómalo; somos sus padres y así lo esperan. Lo peor sería confundirlos por culpa del "todo vale". Hemos de ser valientes y tener aquella fuerza que lamentaba no haber tenido la protagonista de la novela.

La ambigüedad de no saber decir "esto sí" o "esto no" está de moda en algunos ambientes, pero también está de moda y en alza la autenticidad y la transgresión. ¿Por qué no podemos reivindicar lo que es bueno y lo que es malo no sólo con nuestros hijos sino también con amigos o en la opinión pública? Puede que a esta pregunta nos respondan algunas personas pusilánimes o miedicas con poca capacidad para comprometerse y que ya han "tirado la toalla".

Vosotros y yo nos comprometemos porque nos va en ello la felicidad de nuestros adolescentes. No podemos abandonar a nuestros hijos sin dar nuestra opinión sobre lo que está mal; aprovechemos para comentar los comportamientos de protagonistas de una película que vemos juntos, por ejemplo, y demos nuestro criterio sin ser catastrofistas: la distinción entre lo bueno y lo malo les quedará y no les dejará traumatizados, los dejará formados. Ellos tienen su iPod, los auriculares y otras tecnologías a su alcance que no teníamos cuando nosotros éramos adolescentes; a ellos les resulta más fácil ocultarse de nosotros, pero los encontraremos aunque estén escondidos si de verdad lo deseamos, porque les queremos.

Nosotros nos topábamos con nuestros padres por los pasillos de casa, y la música y la televisión eran nuestro refugio. Al no poder comparar lo actual con lo que hacíamos, lo tenemos más difícil. Pero no es complicado: tenemos que volver a cargar pilas, reflexionar un poco y comentarlo padre y madre para, juntos, establecer los objetivos e ir orientando a los adolescentes.

Nuestros adolescentes no son tan conflictivos como nos han hecho creer y con un poco de ingenio encontraremos la forma de que interioricen y distingan lo que es correcto de lo que no lo es. No hacerlo los dejaría confundidos. Sea cual sea su edad, siguen necesitando referencias para distinguir lo que es correcto y lo que no lo es.

Los padres seguiremos ofreciendo a nuestros hijos el testimonio de una vida coherente entre lo que decimos y lo que vivimos y, con muestras de cariño, la distinción del bien y el mal. Los queremos felices. El lamento del personaje de la escritora Susanna Tamaro no queremos tener de hacerlo nosotros, pues somos padres comprometidos.



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