viernes, 13 de mayo de 2011
EL TESTIMONIO DE UN TERRORISTA
El testimonio de un terrorista llamado Carlos Turrin que estuvo preso en Perú, recuerda que estando en la cárcel se atrevió a escribirle al Papa Juan Pablo II, sin esperanzas que le contestara…
Por el Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Con ocasión de la reciente beatificación que llevo a cabo Benedicto XVI, se han sabido diversos testimonios que confirman la vida santa del nuevo beato Juan Pablo II, así como rasgos de su personalidad hasta ahora desconocidos. Por ejemplo, el único sobreviviente de los ocho compañeros que tuvo en el seminario en Polonia, Monseñor Kazimierz Suder, recuerda que era un buen compañero, “modesto en el hablar en cuanto que prefería escuchar, daba su parecer sobre las cuestiones, pero no lo imponía, intentaba comprender al otro, no mentía nunca”.
También recuerda que el joven Wojtyła prestaba apuntes y en cada página de sus cuadernos ponía las iniciales de Jesús y María. Ayudaba de buen grado a los amigos en el estudio, pero no en los exámenes; a un compañero que le había pedido respuestas durante una prueba, le dijo: “Concéntrate un momento, pide ayuda al Espíritu Santo y después intenta dar solo tus respuestas”.
Otra característica que recuerda su compañero era “la sensibilidad hacia el sufrimiento humano. Regalaba a los pobres todo lo que recibía pero con mucha discreción, para no ostentar su generosidad”.
2) Para pensar
Esa comprensión y deseo de ayudar lo muestra el testimonio que declaró un terrorista llamado Carlos Turrin que estuvo preso en Perú. Recuerda que estando en la cárcel se atrevió a escribirle al Papa Juan Pablo II, sin esperanzas que le contestara, pues pensaba que de las miles de cartas que recibiría, nunca se iba a fijar en la de un preso. Pero no fue así.
Un día lo visitó el entonces Arzobispo de Lima, Cardenal Augusto Vargas, para entregarle la respuesta del Papa Juan Pablo II.
El Papa le agradecía "el delicado gesto de escribirle una atenta carta", y pedía al Señor, por mediación de la Virgen Santísima, que le fortalezca en la fe y le conceda continua paz y prosperidad cristiana"; además le otorgaba a él y a sus seres queridos la Bendición Apostólica.
Esa carta significó mucho para el preso. Al querer ser buen cristiano comenzó a tener muchas dificultades, pues quienes controlaban el pabellón en la cárcel era Sendero Luminoso, el grupo a quienes había pertenecido. Recibió amenazas de muerte, amenazas psicológicas, golpizas físicas, maltratos. Pero él mismo afirmaba: “era el costo de nuestra conversión y lo asumíamos".
Muchos se fueron uniendo al apostolado de Turrin. Un preso evangelizaba a otro preso, porque era casi imposible que ingresaran sacerdotes. "Se llegó a fundar 12 comunidades cristianas, una en cada pabellón. Muchos internos cada año se consagraban a la Virgen María. "Leíamos las obras de Juan Pablo II, y siempre decíamos que era ya un santo".
Actualmente, Carlos Turrin, ya libre, continúa la labor evangelizadora en tres centros penitenciarios de la capital peruana.
3) Para vivir
El beato Juan Pablo II tenía una gran sensibilidad para atender a los demás. Fue gracias al gran amor a Dios que tenía.
Recuerda Monseñor Suder, que “sobre todo tenía el don de saber rezar”. Rezaba casi siempre de rodillas, con el rosario en la mano: “Después de la oración de la noche, se quedaba en la capilla con el manual de teología o el cuaderno de apuntes: el estudio ligado a la oración y viceversa era una característica suya” y admite con humildad: “Nunca conseguí llegar a su concentración en la oración”. Imitemos al nuevo beato en rezar cada día.
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