Durante los últimos 70 años, se ha incrementado el número y los tipos de microorganismos resistentes a los medicamentos antimicrobianos, lo cual puede influir en el curso evolutivo y en el pronóstico de muchas enfermedades infecciosas y hasta la muerte del paciente, en algunos casos, por falta de respuesta terapéutica, así como en un aumento del gasto sanitario.
El 7 de abril se ha celebrado el Día Mundial de la Salud, bajo el lema: “Resistencia a los antimicrobianos: si no actuamos hoy, no habrá cura mañana”. Y es que, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha centrado este años en advertir del "peligro" de la mala utilización de fármacos como los antibióticos, que está provocando el desarrollo, "cada vez más grave", de resistencias bacterianas hacia este tipo de medicamentos.
En palabras de la directora general de la OMS, Margaret Chan, "mientras no se apliquen medidas correctivas y protectoras de carácter urgente, el mundo se encamina a una era posantibiótica en la que muchas infecciones comunes no tendrán cura y volverán a matar con toda su furia".
"Ha llegado el momento de fortalecer y aplicar urgentemente esas medidas contra muchas enfermedades y abarcando muchos sectores. Las nuevas alianzas, encabezadas por los gobiernos en colaboración con la sociedad civil y los profesionales de la salud, si son responsables, pueden frenar la amenaza que la farmacorresistencia plantea a la salud pública", ha afirmado el director del Departamento Alto a la Tuberculosis de la OMS, Mario Raviglione.
Medicamentos que salvan vidas
Los medicamentos antimicrobianos, descubiertos en la década de los cuarenta, han supuesto un gran avance en el control de muchas enfermedades y la supervivencia de muchos pacientes. Entre estos fármacos se encuentran los antibióticos, algunos agentes quimioterapéuticos, los antifúngicos, antiparásitos y antivíricos.
Sin embargo, el mal uso de estos fármacos, durante los últimos 70 años, ha incrementado el número y los tipos de microorganismos resistentes influyendo de forma decisiva, en ocasiones, en el curso evolutivo y en el pronóstico de muchas enfermedades infecciosas y hasta la muerte del paciente, en algunos casos, por falta de respuesta terapéutica, así como en un incremento del gasto sanitario.
La resistencia a los antimicrobianos es un fenómeno natural por el cual los microorganismos se vuelven resistentes al efecto de los medicamentos que deberían destruirlos. Con el paso de las sucesivas generaciones, el microorganismo portador del gen de la resistencia se vuelve cada vez más dominante hasta que el medicamento resulta absolutamente ineficaz.
Esto es debido principalmente al uso abusivo, inapropiado ó inadecuado de este tipo de medicamentos. De hecho, por ejemplo, el año pasado se notificaron 440.000 casos nuevos de tuberculosis multirresistente, y la forma ultrarresistente de la enfermedad se ha observado en 69 países hasta la fecha. Por su parte, el parásito causante del paludismo se está volviendo resistente incluso a la generación más resistente de antipalúdicos, mientras que cada vez hay menos opciones para tratar la gonorrea y la shigelosis causadas por cepas bacterianas resistentes.
España, entre los países con tasas más altas
España es uno de los países de la Unión Europea con las tasas más altas de resistencias bacterianas a antibióticos, junto con Grecia, Italia y Portugal, provocado sobre todo por el uso inadecuado de estos medicamentos ya que "existe poco conocimiento sobre lo que son y para qué sirven", tal y como ha asegurado el vicepresidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología (SEIMC), que recuerda que en España la resistencia bacteriana es mayor que en otros países del centro y norte de Europa.
"Es una cuestión cultural", ha reconocido este experto, que trabaja como jefe del Servicio de Microbiología en el Hospital Virgen Macarena de Sevilla, ya que los ciudadanos españoles tienen "poco conocimiento de lo que son los antibióticos". De hecho, encuestas europeas han evidenciado que cuando se pregunta sobre si se puede utilizar un antibiótico para combatir la gripe, los españoles son los que más contestan afirmativamente.
De este modo, hay quienes recurren a estos medicamentos "ante cualquier infección", e incluso reclaman su uso a los profesionales sanitarios, "teniendo la sensación de que es un medicamento seguro, que no tiene efectos colaterales", cuando, a diferencia de otros, genera resistencias si no se usa de forma adecuada. Pascual reconoce también que en España "tradicionalmente" se dispensaban en unidades que no coinciden con el tratamiento del paciente, lo que "ha fomentado el acopio" por parte de muchos ciudadanos, que los guardaban en casa para próximas ocasiones.
A esto hay que sumar que muchos ciudadanos son "poco obedientes", con respecto al resto de Europa. "De este modo, si me mandan un tratamiento de tres pastillas al día durante cinco días, y al tercer día me encuentro bien, entonces lo abandono", advirtiendo de que el abandono prematuro también es muy negativo para la aparición de resistencias. A fin de revertir esta situación, el doctor Pascual ha reconocido que es clave el papel de los profesionales de enfermedades infecciosas y los laboratorios de microbiología, que deben conocer las tasas de resistencia de cada microorganismo "para establecer políticas adecuadas a cada área".
Por ejemplo, una de las bacterias que causan más resistencia es el 'staphylococcus aureus' resistente a meticilina, cuya tasa media de resistencia es del 30 por ciento, "muy superior a las tasas europeas". El problema de ésta y otras bacterias, según este experto, es que "causan muchos problemas en los hospitales" ante el riesgo de infección nosocomial y, frente a las que son multirresistentes, existen pocas alternativas terapéuticas para combatirlas.
Cómo combatir la resistencia
En este contexto, y bajo el lema 'Combatamos la resistencia a los antimicrobianos', la OMS ha dado a conocer una serie de pautas normativas en relación a las medidas que los gobiernos y sus aliados nacionales tienen que aplicar para combatir la resistencia a los antimicrobianos.
Así, este organismo aconseja regular y promover el uso correcto de los medicamentos, mejorar las actividades de prevención y control de las infecciones, así como fomentar la innovación y la investigación y el desarrollo de nuevas herramientas. Para ello, pide no sólo la implicación de los gobiernos nacionales, que son los encargados de asumir la dirección y formular políticas para combatir la farmacorresistencia, sino también de los profesionales sanitarios y la sociedad civil.
Además de un uso adecuado de los medicamentos antimicrobianos, se señala la necesidad por parte de los países, de un mayor compromiso y vigilancia para el control de la calidad y la seguridad de los medicamentos y las infecciones así como potenciar la investigación en este campo.
En esta línea, en nuestro país, la Organización Médica Colegial (OMC), preocupada por este fenómeno, quiere recordar, una vez más, la importancia de un mayor compromiso por parte de los prescriptores, médicos, clínicos, y el resto de agentes que intervienen directa ó indirectamente en el proceso asistencial, enfermería, farmacéuticos, industria farmacéutica, administraciones sanitarias y, por supuesto a la población en general y los pacientes en particular para un mejor uso de los medicamentos. La finalidad es poder seguir contando con un arsenal terapéutico eficaz en el tratamiento de muchas enfermedades infecciosas.
“Es evidente que los médicos tenemos la responsabilidad como autoridad clínica del diagnóstico y de la prescripción, que ha de ser adecuada, correcta, segura, ponderada, y valorando la eficacia terapéutica y el criterio económico en la toma de decisión; pero también es importante que todos los ciudadanos (pacientes ó no) conozcan los riesgos a los que puede conducir el uso inapropiado de los medicamentos”, señala esta entidad.
Un ciudadano en general y un paciente, en particular, debidamente informado, con una información contrastada y segura, concienciado y responsable, es un valor añadido para la sociedad, para el sistema sanitario en general y para el mantenimiento de la buena salud individual y comunitaria, concluye.
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