Hace poco comentábamos el caso de un niño que le pedía tiempo a su padre para jugar con él. El papá, muy ocupado en sus negocios le decía: -Ya vendré hijo y jugaremos. El niño veía a su padre como modelo de hombre trabajador, y le decía: -Quiero ser como tú…
Por Oswaldo Pulgar Pérez
Cuando el niño creció, se graduó y se casó, se invirtieron los papeles: El padre quería ver a su hijo y éste le contestaba: -Papá, tengo obligaciones, mi trabajo, mi mujer, mis hijos. Se cumplió, aunque de otra manera, el deseo de ser como el papá.
Traigo a colación este fenómeno cada vez más frecuente en los niños y adolescentes. En una encuesta realizada en Barcelona, España, por Pau Mari-Klose, un 34% de los adolescentes expresaron su deseo de pasar más tiempo con sus padres, un 27% no encuentra a ningún adulto cuando llega a su casa.
Un 12% reconoce que solo realiza actividades rutinarias con sus padres como ver la televisión, ir de compras o pasear y un 2% no comparte nada con ellos. El estudio también pone de relieve que un 17% de los padres mantienen una relación desganada con sus hijos adolescentes y que un 31% de los padres tienen una actitud autoritaria con sus hijos.
No podemos negar que la vida es complicada. Pero hay que sacar tiempo para lo importante. 41% de los papás reconocen que recurren, en alguna ocasión, a castigos físicos. También quedó claro que tienen mayor riesgo de caer en conductas indeseables los adolescentes con padres negligentes o autoritarios.
Por otra parte, un 73% de los adolescentes mantienen unas relaciones satisfactorias con sus padres a pesar de que ambos trabajan fuera. A veces, no damos a la adolescencia la importancia que tiene. En esa edad se fragua la personalidad que tendrá en el futuro. Hay que llegar antes, y si no después, pero hay que llegar.
Ciertamente es un problema de prioridades. Cuentan que un profesor de ética llegó al salón de clase con un frasco grande vacío. Comenzó a llenarlo de piedras grandes, y les dijo que ellas representaban lo más importante de la vida. Preguntó si estaba lleno, los alumnos dijeron que sí. Entonces vació una piedras más pequeñas, que representaban un nivel de menor importancia, que llenaron los espacios vacíos entre las grandes. Preguntó de nuevo si estaba lleno, y la respuesta fue unánime: -Ahora sí. Tomó un poco de arena que acabó de compactar los intersticios que dejaban las piedras. -¡Ahora sí! Todos exclamaron.
Acto seguido, un estudiante levanta la mano. Quiere decir algo. Se acerca al frasco con una lata de cerveza y la derrama sobre aquel mazacote de piedras y arena. El profesor le preguntó cuál era el mensaje que deseaba transmitir. –Muy sencillo, profesor. -Aunque tengas una vida muy complicada, siempre hay tiempo para tomarse…¡una cervecita!
Sabemos que no es fácil, pero los hijos lo necesitan. Un negocio puede ser exitoso y el resultado puede ser vivir con más comodidades. Pero es más importante que, cuando nuestros hijos sean independientes vivan mejor, no con lo que los padres le dieron, sino con los que los padres les enseñaron.
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