miércoles, 16 de febrero de 2011
MONSEÑOR RUBÉN OSCAR FRASSIA: “UNA NUEVA LEY”
Cuando uno tiene vocación, y vive el espíritu, siempre va un poco más allá.
Domingo 13 de febrero de 2011 – 6º domingo T. O.
Evangelio de San Mateo 5, 17-37 (Ciclo A)
Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos (...)
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados ‘no matarás y el que mata será llevado ante el tribunal’; pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal (…)
Ustedes han oído se dijo ‘no cometerás adulterio’; pero yo les digo el que mira a una mujer, deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón (…)
Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados ‘no jurarás falsamente y cumplirás los juramentos hechos al Señor’; pero yo les digo que no juren de ningún modo. Cuando ustedes digan sí, que sea sí y cuando digan no que sea no; todo lo que se dice de más, viene del maligno”.
Una nueva ley
El Señor nos habla -a través del Evangelio de San Mateo- de la nueva ley y siempre nos lleva a algo más, que no es un ‘poquito más’, sino algo más profundo, más invisible pero más real; porque a veces pensamos que lo que vemos es real y lo que no vemos no es real, pero yo les puedo asegurar que muchas cosas que a veces vemos no tienen realidad ni consistencia.
Recordemos el refrán “no todo lo que reluce es oro”; a veces hay tantas cosas armadas artificialmente, en apariencia, o como decimos ahora ‘en el mundo virtual’ que no es real. Observemos algunas personas o personajes, en una película o en televisión, que virtualmente está la imagen pero ese hombre ya ha fallecido, no está en la tierra, entonces no todo lo que se ve es real.
El Evangelio nos lleva a algo más. No basta decir ‘Señor, Señor’ sino que es necesario hacer la voluntad de Dios, ¡esto es lo importante! No sólo son las palabras sino que es la vida, la obra, que concreta la fuerza de la palabra. La obra es robustecer la fuerza de la propia palabra. Siempre el Señor nos exige algo más. Para salir de nuestros sueños, o de nuestras ilusiones, Él dio el ejemplo, el paso hacia la fraternidad y para volver a recuperar el sentido de la palabra.
Antiguamente decíamos que la palabra de una persona era más fuerte que la firma de un cheque. Hoy todo se redujo a lo escrito, a la firma, porque ya no se cree en la palabra, ¡hemos perdido el valor de la palabra!, ¡hemos perdido el valor del sí y la convicción del no! ¿por qué? Porque en el fondo queremos ‘quedar bien con todos’.
Pareciera que oponerse o disentir con algo es ser revolucionario, o una persona peligrosa, ¡y no es así! Jesús lo dice perfectamente: cuando es si, hay que decir si y cuando es no hay que decir no.
Ser fiel dependerá del buen querer, de la voluntad, es un fundamento importante, sicológico; y es moral, ético, de la libertad del espíritu, esa verdadera libertad. Cada uno de nosotros tiene que volver a unir inteligencia con voluntad; inteligencia con el corazón; inteligencia, corazón y sensibilidad. Vivir unitariamente y no fragmentariamente, por partes separadas, como compartimentos estancos.
Todos nosotros, cristianos, consagrados, debemos volver a la fuerza de la vocación para evitar así el tedio de lo funcional. Cuando uno tiene vocación, y vive el espíritu, siempre va un poco más allá. Cuando uno se queda en la función, cumple y cae quizás en el cumplimiento: ‘cumplo y miento’
Pidamos al Señor vivir esta ley nueva, que Él nos trae, y que vayamos un poco más para hacer la voluntad de Dios en nuestra vida y con nuestros hermanos.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
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