martes, 1 de febrero de 2011

MONSEÑOR RUBÉN OSCAR FRASSIA: LAS BIENAVENTURANZAS CAMBIAN NUESTROS CRITERIOS




Pidamos vivir este espíritu, saber testimoniarlo, incorporarlo; ¡hay que rezar para entender porque el que reza entiende, busca la verdad, permanece en la verdad!



Domingo 30 de enero de 2011 – 4º domingo T. O.
  
Evangelio de San Mateo 5, 1-12 (Ciclo A)

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.

Las Bienaventuranzas cambian nuestros criterios

Queridos hermanos, Moisés comulgaba los Diez Mandamientos de parte del Señor; en cambio con las bienaventuranzas Jesús nos dice “este es el Reino” y nos habla con una nueva lógica, con una nueva mentalidad, ¡cambiando nuestros criterios! Fijémonos: ¡tienen que estar contentos los afligidos, los pacientes, los que tienen hambre y sed de justicia, los pobres, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, los que son perseguidos!¡Hay que estar feliz! Pareciera que está todo al revés. Y sí, ciertamente nuestra lógica está superada por la lógica del Evangelio. Cristo viene a dar vuelta nuestros criterios, para ponerlos donde tienen que estar ubicados.

Una segunda consideración: las bienaventuranzas no son reducciones a estamentos sociológicos, no. No necesariamente, ya que estamos hablando de un espíritu, de una disposición interior y que, ciertamente, nosotros tenemos que informar en el propio obrar, en cualquier estado en el que uno se encuentre. Tenemos que repetir esta actitud. Por eso no es, sociológicamente hablando, sino que es algo mucho más.

Pidamos al Señor que captemos el misterio, que captemos el sentido, porque estas bienaventuranzas no son un narcótico, no son un adormecer o atar a los pobres. Como dicen por ahí “bueno, como son pobres no hay más remedios, consuélense, quédense tranquilos porque…” ¡no, no, es otra cosa!, ¡es otra lógica! La lógica del Evangelio que supera la lógica de la razón.

Pidamos vivir este espíritu, saber testimoniarlo, incorporarlo; ¡hay que rezar para entender porque el que reza entiende, busca la verdad, permanece en la verdad! Y también hay que tener la voluntad de darse cuenta que, ante cualquier adversidad, si uno tiene confianza y tiene fe, pone el acto de amor, la voluntad del amor y no la voluntad de las ganas; porque cuando te calumnian es doloroso pero uno tiene que tener el espíritu del Señor.

Que el Señor nos de esta gracia de la disposición interior para poder entrar en el misterio de las bienaventuranzas; que es un misterio de tensión donde nos vamos arrimando, nos vamos acercando, pero que no quiere decir que ya hemos llegado. Porque quien hace alarde de haber llegado, no llegó sino que tiene carencias de aquello que dice que alcanzó.

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén



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