Nuestros derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y están presentes en las diferentes culturas y civilizaciones. No olvidemos proteger cada vida, que es invaluable e irrepetible.
Por el Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
En un mensaje dirigido a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con motivo del 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, el papa Benedicto XVI invitaba a reconocer la unidad de la familia humana y la atención a la dignidad innata de cada hombre y mujer. Ese ha de ser el objetivo de las funciones de la ONU.
La referencia a la dignidad humana es el fundamento para que los Estados protejan al hombre. La persona humana ha de estar en el corazón de las instituciones, las leyes, la cultura, la religión y de la ciencia.
2) Para pensar
Hay unos datos, que referidos a la fisiología humana, son llamativos y sorprendentes mostrando la maravilla que es ser hombre.
Por ejemplo, saber que en nuestro cuerpo hay 800 mil millones de células trabajando continuamente y obrando todas en nuestro favor y en perfecta armonía.
El cerebro cuenta con 13 mil millones de neuronas trabajando tan sabiamente a nuestro favor, que si las quisiéramos reemplazar por la computadora más perfecta del mundo, esa máquina ocuparía el sitio de un edificio de setenta pisos de alto.
En los ojos Dios ha depositado 100 millones de receptores que nos permiten gozar de la magia de los colores, de la luz y de la simpatía de las personas.
En los oídos hay 24 mil millones de filamentos que vibran con el viento, con el reír de los niños, con la suave música de las orquestas y al escuchar las palabras amables de las personas que estimamos.
Somos los únicos seres sobre la tierra que podemos hablar, calmar al airado, animar al abatido, estimular al cobarde y decir “te amo”.
Nos podemos mover, correr, bailar y hacer deporte, contando con 500 músculos, 200 huesos y 7 mil nervios sincronizados para obedecernos.
Los pulmones son los mejores filtros del mundo. A través de 6000 millones de alvéolos purifican el aire que reciben y nos libran de desperdicios dañinos. Nuestro corazón es una maravilla: Bombea hora tras hora, 36 millones de latidos al año, despierto o dormido, impulsando la sangre a través de 100 mil kilómetros de venas y arterias, que llevan… más de 2 millones de litros de sangre al año. La sangre es un formidable tesoro: En los 4 litros hay 22 millones de células sanguíneas, y en cada célula hay muchas moléculas y en cada molécula hay un átomo que oscila más de 10 millones de veces por segundo.
Cada día mueren 2 millones de nuestras células y son reemplazadas por 2 millones más, en una resurrección que ha continuado desde que nacimos.
En el cerebro hay 4 millones de estructuras sensibles al dolor. 500 mil detectores táctiles y 200 mil detectores de temperatura
¿No vale la pena la vida?
Y eso sin irnos a lo más fundamental: somos hijos de Dios y destinados a una felicidad eterna.
3) Para vivir
Vale la pena proteger al hombre y hacer valer sus derechos. El Papa declaraba en su mensaje que el fundamento de que esos derechos sean para todos los hombres es el origen común que tenemos: todos existimos por un designio creador de Dios.
Nuestros derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y están presentes en las diferentes culturas y civilizaciones. No olvidemos proteger cada vida, que es invaluable e irrepetible.
En un mensaje dirigido a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con motivo del 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, el papa Benedicto XVI invitaba a reconocer la unidad de la familia humana y la atención a la dignidad innata de cada hombre y mujer. Ese ha de ser el objetivo de las funciones de la ONU.
La referencia a la dignidad humana es el fundamento para que los Estados protejan al hombre. La persona humana ha de estar en el corazón de las instituciones, las leyes, la cultura, la religión y de la ciencia.
2) Para pensar
Hay unos datos, que referidos a la fisiología humana, son llamativos y sorprendentes mostrando la maravilla que es ser hombre.
Por ejemplo, saber que en nuestro cuerpo hay 800 mil millones de células trabajando continuamente y obrando todas en nuestro favor y en perfecta armonía.
El cerebro cuenta con 13 mil millones de neuronas trabajando tan sabiamente a nuestro favor, que si las quisiéramos reemplazar por la computadora más perfecta del mundo, esa máquina ocuparía el sitio de un edificio de setenta pisos de alto.
En los ojos Dios ha depositado 100 millones de receptores que nos permiten gozar de la magia de los colores, de la luz y de la simpatía de las personas.
En los oídos hay 24 mil millones de filamentos que vibran con el viento, con el reír de los niños, con la suave música de las orquestas y al escuchar las palabras amables de las personas que estimamos.
Somos los únicos seres sobre la tierra que podemos hablar, calmar al airado, animar al abatido, estimular al cobarde y decir “te amo”.
Nos podemos mover, correr, bailar y hacer deporte, contando con 500 músculos, 200 huesos y 7 mil nervios sincronizados para obedecernos.
Los pulmones son los mejores filtros del mundo. A través de 6000 millones de alvéolos purifican el aire que reciben y nos libran de desperdicios dañinos. Nuestro corazón es una maravilla: Bombea hora tras hora, 36 millones de latidos al año, despierto o dormido, impulsando la sangre a través de 100 mil kilómetros de venas y arterias, que llevan… más de 2 millones de litros de sangre al año. La sangre es un formidable tesoro: En los 4 litros hay 22 millones de células sanguíneas, y en cada célula hay muchas moléculas y en cada molécula hay un átomo que oscila más de 10 millones de veces por segundo.
Cada día mueren 2 millones de nuestras células y son reemplazadas por 2 millones más, en una resurrección que ha continuado desde que nacimos.
En el cerebro hay 4 millones de estructuras sensibles al dolor. 500 mil detectores táctiles y 200 mil detectores de temperatura
¿No vale la pena la vida?
Y eso sin irnos a lo más fundamental: somos hijos de Dios y destinados a una felicidad eterna.
3) Para vivir
Vale la pena proteger al hombre y hacer valer sus derechos. El Papa declaraba en su mensaje que el fundamento de que esos derechos sean para todos los hombres es el origen común que tenemos: todos existimos por un designio creador de Dios.
Nuestros derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y están presentes en las diferentes culturas y civilizaciones. No olvidemos proteger cada vida, que es invaluable e irrepetible.
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