Publicamos el artículo que ha escrito el director del diario de la Santa Sede "L'Osservatore Romano" Giovanni Maria Vian, sobre el atentado que la pasada Nochevieja acabó con la vida de 24 cristianos coptos en la ciudad de Alejandría.
Por Giovanni Maria Vian
La matanza de Alejandría -que golpeó en la metrópoli egipcia a los fieles coptos ortodoxos a la salida de una celebración litúrgica- ha encontrado espacio en los medios de comunicación de todo el mundo, al término de un año marcado por violencias y atentados contra los cristianos. Y una vez más se ha levantado la voz de Benedicto XVI, que ha condenado "este vil gesto de muerte, al igual que el de colocar bombas, como sucede ahora, cerca de las casas de los cristianos en Irak para obligarlos a irse". Con la denuncia sin rodeos de una "estrategia de violencia que tiene como blanco a los cristianos, y tiene consecuencias para toda la población".
Esta vez los atentados anticristianos -que se multiplican en diversas regiones del mundo- parecen haber atraído la atención mediática internacional, que generalmente no es muy sensible a estos temas. En efecto, desde hace al menos tres años altos exponentes de la Santa Sede y de la Iglesia católica lanzan el grito de alarma frente a la cristianofobia. Una realidad que lamentablemente crece, que alarma y que es preciso combatir al menos tanto como la islamofobia y el antisemitismo, como ya subrayó el arzobispo Dominique Mamberti el 10 de enero de 2008 en una conferencia en Roma.
"Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe" escribió el Papa en el Mensaje para la Jornada mundial de la paz, pero ni siquiera esto obtuvo demasiado espacio en la reflexión de los medios de comunicación. Así se ha pasado por alto el lúcido análisis de Benedicto XVI, que se centra en el fundamentalismo y el laicismo -definidos como "formas especulares y extremas de rechazo del pluralismo y de la laicidad"- y recuerda la declaración conciliar Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa cuando subraya que esta "es condición para la búsqueda de la verdad y que la verdad no se impone con la violencia sino por 'la fuerza de la misma verdad'".
Pese a representaciones contrarias, favorecidas precisamente por el laicismo, que identifican la religión con el oscurantismo y la intolerancia. En su Mensaje el Papa subraya que sobre todo en Asia y en África "las víctimas son principalmente miembros de las minorías religiosas, a los cuales se impide profesar libremente o cambiar la propia religión". Sobre las violencias que toman como pretexto la religión y matan a los fieles, muchas veces la Santa Sede y Benedicto XVI han levantado la voz, sin hacer distinciones entre las víctimas, ya fueran musulmanas o cristianas.
Sobre estos actos espantosos e intolerables, "que no respetan ya lo que es sagrado para el otro, y en los que por el contrario se derrumban las reglas más elementales de la humanidad", el Papa volvió a hablar en su discurso del pasado 20 de diciembre para felicitar la Navidad. Refieriéndose a la celebración del Sínodo de las Iglesias de Oriente Medio, Benedicto XVI recordó la sabiduría del consejero del muftí de Líbano cuando dijo: "Hiriendo a los cristianos, se nos hiere a nosotros mismos". Sin embargo, "lamentablemente, esta voz de la razón, y otras análogas, que agradecemos profundamente, son -añadió el Papa- demasiado débiles. También aquí el obstáculo es el vínculo entre afán de lucro y ceguera ideológica".
Después de la matanza de Alejandría, han llegado muchas voces de solidaridad y de racionabilidad de musulmanes, judíos y cristianos, de distintas partes del mundo, y esto es una señal de esperanza. Que da razón a las palabras de Benedicto XVI y a su tenaz voluntad orientada a la convivencia: "El ser humano es uno solo y la humanidad es una sola. Lo que en cualquier lugar se hace contra el hombre al final hiere a todos". Porque derramar la sangre de los fieles, de cada creyente y de cada criatura humana, ofende a Dios.
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