domingo, 21 de noviembre de 2010

MIGUEL ESTEBAN HESAYNE: LA FE CRISTIANA Y LA FORMACIÓN POLÍTICA

El que quiera ser buen discípulo de Jesús, ha de darse tiempo- reloj para conocer –al menos en forma elemental- la Doctrina Social de la Iglesia, eco fiel del Evangelio para la dimensión social- política. Su formación política es parte integrante de su ineludible actitud de servicio cristiano.


Homilía 21.11.2010


LA FE CRISTIANA Y LA FORMACIÓN POLÍTICA

En la Argentina actual, a poco finalizada la campaña electoral con la consecuente elección de autoridades gubernamentales, ya se comienza hablar, y hasta a preparar, la próxima elección, tanto en ganadores como en perdedores… Se vive como en las carreras automovilística… para ganar. Se vive siempre en campaña por el poder… Los electos para acumular más poder y los que no ganaron para ser opositores con la esperanza de lograr “poder”.

Es una corrupción de la Autoridad, síntoma de una Democracia enferma. En una Democracia sana, la Autoridad es necesaria como servicio de un real ordenamiento del Estado que busca del bien de todos y cada uno de los ciudadanos. Se elige a quiénes los electores piensan que son los mejores servidores de la ciudadanía. Los que ganan asumen esta responsabilidad ejerciendo el poder a beneficio del bien común, en actitud de servicio. Los que pierden son minoría y no oposición, que ha de ser respetada en igualdad de derechos. Pero, a su vez, han de poner todas sus energías en colaborar con la autoridad, legítimamente, elegida.

La dinámica de una Democracia sana y madura es la de un franco diálogo entre mayoría y minoría, en un permanente juego de escucha de disensos buscando la verdad de la realidad. La sana Democracia se nutre de sana Política que solamente se logra procurando la unidad (Bien Común) desde la diversidad de opiniones sobre la realidad.

Para lograr una Democracia sana, y realmente eficaz, se necesitan Estadistas, Estrategas, pero, no menos son necesarios electores que sepan elegir… Es fundamental contar con ciudadanía capaz de discernir entre candidatos con cualidades de futuro buen gobernante. No sólo inteligente y hábil estratega, sino de corazón honesto para poner su poder de gobierno al servicio real del pueblo que representa, jamás buscando su propio interés. La honestidad y coherencia con valores morales personales no es un accesorio en un dirigente político. Es esencial al quehacer político. Por eso, deje la ciudadanía argentina de contentarse con campañas electorales a base de discursos y muestras fotográficas de rostros sonrientes. Exija plataformas electorales con proyectos concretos y realizables. A su vez, los electores han de tener un elemental conocimiento de formación cívica.

Si a todos los habitantes de un país se les pide que pasen a la categoría de ciudadanos responsables, de modo particular a quiénes opten por Jesucristo y su Evangelio. Éstos han de mostrarse discípulos y seguidores de Jesús no sólo en la interioridad de su corazón o en prácticas religiosas, sino, también, en la vida pública. La cima de lo público es el acto político, desde las urnas al sillón presidencial.

El discípulo fiel de Jesús, el auténtico cristiano, ha de impregnar todas las dimensiones de la persona humana con valores evangélicos. En el tema que nos ocupa, para tomar las mismas palabras, de Jesús ha de ser luz, sal, levadura en toda la dimensión política de la vida humana.

En concreto, el discípulo de Jesús ha de saber leer en clave cristiana, la situación social-económica-política de su propia Patria, para saber elegir a sus dirigentes y con mayor razón si se postula o ejerce algún liderazgo. Y ¿cómo adquirir el hábito de mirar el mundo social-político con los ojos de Jesucristo, lograr una cultura política cristiana, si no se tiene tiempo para procesar el Evangelio de Jesús con la situación política a nivel nacional y local? El discípulo de Jesús, actualmente, tiene el compromiso de rescatar a la política de su actual deterioro. No puede quedarse con malas noticias.

La Argentina, de hoy, necesita de hombres y mujeres que conozcan los valores humanos para una sana y gozosa convivencia social-política y los pongan en práctica, desde las urnas al sillón presidencial.

El que quiera ser buen discípulo de Jesús, ha de darse tiempo- reloj para conocer –al menos en forma elemental- la Doctrina Social de la Iglesia, eco fiel del Evangelio para la dimensión social- política. Su formación política es parte integrante de su ineludible actitud de servicio cristiano, por exigencia de su FE en Jesucristo, el Señor.



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