sábado, 1 de agosto de 2009

COMPARTIENDO EL EVANGELIO: “¡YO SOY EL PAN DE VIDA!”


El hombre se explica a sí mismo, se entiende a sí mismo, cuando se abre a Dios, cuando se abre a la trascendencia. Y esta relación con Dios, uno se explica a sí mismo, uno se entiende.

Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia



Domingo 02 de agosto de 2009

18º domingo durante el año

Evangelio según San Juan 6, 24-35 (Ciclo B)


Para recordar:

El próximo jueves 6, es la Fiesta de la Transfiguración del Señor y aniversario de la muerte del Santo Padre Pablo VI. Ese día vamos a rezar también por todos los fallecidos ante la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki; para que nunca más tengamos que lamentar tales horrores


Evangelio: “¡Yo soy el Pan de Vida!”

El simbolismo de San Juan es muy profundo. Siempre está hablando de un tema y nos transporta a otro tema. Siempre está hablando de una realidad y nos lleva a otra realidad. Es un lenguaje simbólico. Pero el simbolismo lleva a introducirnos en el misterio y el misterio es Dios.

Por eso, todos los seres humanos que vivimos, que conocemos, que nos desarrollamos, que nos expandimos, que nos comunicamos, no podemos explicarnos a nosotros mismos. El hombre se explica a sí mismo, se entiende a sí mismo, cuando se abre a Dios, cuando se abre a la trascendencia. Y esta relación con Dios, uno se explica a sí mismo, uno se entiende.

Es el tema de la participación: Dios nos participa, Dios se nos comunica, Dios se nos revela, Dios se nos da. Él se constituye para nosotros como “Pan de Vida”, y el que cree en Él “jamás tendrá sed”

El hombre es un peregrino, ¡somos peregrinos!, y podemos caminar por la vida preguntándole a cada cosa, aún simbólicamente, a la naturaleza, a la “hermana agua”, al “hermano sol”, a la “hermana luna”, a los inmensos océanos, a los ríos profundos, a la belleza del bosque, a la inmensidad de la montaña. Todas estas cosas, que son naturales, son hermosas, nos abren, pero ellas no pueden dar nuestras respuestas.

Vamos a preguntarle a las cosas de este mundo: a las personas, a las relaciones, a lo humano, a lo sexual, a todo lo que uno quisiera prolongar; a los bienes de esta tierra, a los poderes; todas esas cosas pueden ser buenas, pero nunca van a llenar el alma. El que llena el alma es Dios y nosotros tenemos un apetito infinito de amor de Dios.

El Papa, en la última encíclica que nos ha escrito, “Caridad en la verdad”, nos dice que el hombre, abierto a la trascendencia, tiene que volver a reubicar, volver a reunirse y reunificar todas las cosas, poniendo en todos los aspectos humanos y relacionales la presencia de Dios. Dios tiene que estar en la economía, en lo social, en la familia. Dios tiene que estar en todas las relaciones de nuestra vida

Vamos a pedir al Señor que creamos en El, porque el que cree en El jamás tendrá hambre, el que cree en El jamás tendrá sed, porque Dios es la respuesta a toda nuestra vida.

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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