Nuevo informe del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia
Dos de cada diez niños y adolescentes pobres padeció hambre "con mucha frecuencia" en 2008, mientras que siete de cada diez vio restringido su acceso a los servicios básicos de luz, gas o agua en sus hogares, según revela el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia; una investigación realizada entre 2004 y 2008 por el Departamento de Investigación Institucional de la Universidad Católica Argentina (UCA) y la Fundación Arcor.
En tanto, cerca de la mitad de los jóvenes argentinos sufrió algún impedimento de habitabilidad (hacinamiento, estructura deficitaria o insegura), y 50% de los niños de entre 2 y 4 años no accedió a una escolarización temprana.
La encuesta cubrió 2.500 hogares e indica que entre 2004 y 2008 hubo algunos progresos en el aspecto material de las familias, pero a partir de 2007, con los primeros signos de retracción económica, los problemas de infraestructura empeoraron o permanecieron sin cambios. La investigación se desarrolla en torno a tres dimensiones: Condiciones de vida, procesos de crianza y socialización, y proceso de formación (escolarización).
Por ejemplo, el déficit de consumo alimentario se elevó del 41 por ciento de 2004 al 20 por ciento en 2006, y se mantuvo así en 2008.
El mayor declive correspondió al hambre frecuente padecida por infantes y jóvenes. De 2007 a 2008, el 20% de los jóvenes indigentes tuvo dificultades para poder comer. De este 20%, el 11% registró un déficit moderado en el acceso a la alimentación (experimentaron hambre en algunas ocasiones) y el 9% restante enfrentó un déficit severo (han experimentado hambre en muchas y/o varias ocasiones 1.036.840 niños y adolescentes de todo el país).
El déficit en el acceso a la comida afecta a cuatro de cada diez niños y adolescentes en el 25% más pobre, y en un nivel de privación severo, a dos de cada diez, en el 10% de la población más pobre, el doble de lo que sucedía en 2004.
La cobertura de salud, por medio de obras sociales, mutuales o prepagas, fue, no obstante, uno de los indicadores que mejoraron. Mientras en 2004 carecían de ella el 57,7% de la infancia urbana, en 2008 se redujo al 47,9%. Sin embargo, dentro del universo de los jóvenes más marginados, la investigación señala que siete de cada 10 carecen de cobertura sanitaria y dos de cada 10 tampoco cuentan con un hospital público cerca de sus hogares.
En cuanto a las tareas domésticas y al cuidado de niños y hermanos, el 4,6% de los niños de entre 6 y 12 años ejerce esas labores diariamente. Pero la cifra trepa al 25% entre los que tienen entre 13 y 17 años.
Desde la percepción de los adultos, la inseguridad y la drogadicción son las principales amenazas para la infancia en los ámbitos barriales. En menor medida surgen la violencia entre pares, los accidentes de tránsito y la situación de calle que enfrentan muchos niños.
La gran mayoría de los jóvenes sólo realiza actividades deportivas, artísticas o culturales dentro del ámbito escolar y éstas tienden a incrementarse a partir de los estratos sociales medios y altos.
Informes: www.uca.edu.ar/observatorio
Un envío de AICA
En tanto, cerca de la mitad de los jóvenes argentinos sufrió algún impedimento de habitabilidad (hacinamiento, estructura deficitaria o insegura), y 50% de los niños de entre 2 y 4 años no accedió a una escolarización temprana.
La encuesta cubrió 2.500 hogares e indica que entre 2004 y 2008 hubo algunos progresos en el aspecto material de las familias, pero a partir de 2007, con los primeros signos de retracción económica, los problemas de infraestructura empeoraron o permanecieron sin cambios. La investigación se desarrolla en torno a tres dimensiones: Condiciones de vida, procesos de crianza y socialización, y proceso de formación (escolarización).
Por ejemplo, el déficit de consumo alimentario se elevó del 41 por ciento de 2004 al 20 por ciento en 2006, y se mantuvo así en 2008.
El mayor declive correspondió al hambre frecuente padecida por infantes y jóvenes. De 2007 a 2008, el 20% de los jóvenes indigentes tuvo dificultades para poder comer. De este 20%, el 11% registró un déficit moderado en el acceso a la alimentación (experimentaron hambre en algunas ocasiones) y el 9% restante enfrentó un déficit severo (han experimentado hambre en muchas y/o varias ocasiones 1.036.840 niños y adolescentes de todo el país).
El déficit en el acceso a la comida afecta a cuatro de cada diez niños y adolescentes en el 25% más pobre, y en un nivel de privación severo, a dos de cada diez, en el 10% de la población más pobre, el doble de lo que sucedía en 2004.
La cobertura de salud, por medio de obras sociales, mutuales o prepagas, fue, no obstante, uno de los indicadores que mejoraron. Mientras en 2004 carecían de ella el 57,7% de la infancia urbana, en 2008 se redujo al 47,9%. Sin embargo, dentro del universo de los jóvenes más marginados, la investigación señala que siete de cada 10 carecen de cobertura sanitaria y dos de cada 10 tampoco cuentan con un hospital público cerca de sus hogares.
En cuanto a las tareas domésticas y al cuidado de niños y hermanos, el 4,6% de los niños de entre 6 y 12 años ejerce esas labores diariamente. Pero la cifra trepa al 25% entre los que tienen entre 13 y 17 años.
Desde la percepción de los adultos, la inseguridad y la drogadicción son las principales amenazas para la infancia en los ámbitos barriales. En menor medida surgen la violencia entre pares, los accidentes de tránsito y la situación de calle que enfrentan muchos niños.
La gran mayoría de los jóvenes sólo realiza actividades deportivas, artísticas o culturales dentro del ámbito escolar y éstas tienden a incrementarse a partir de los estratos sociales medios y altos.
Informes: www.uca.edu.ar/observatorio
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