Cuánto bien nos hace recordar la fecha de nuestro bautismo como el día en que nacimos a esa vida de amistad con Dios.
Por Mons. José María Arancedo
El Evangelio de este domingo, Fiesta de la Santísima Trinidad, nos habla de la despedida de Jesús y del encargo que hace a los apóstoles, cuando les dice: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he enseñado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 18-20). Este texto, que resume el proyecto de Jesús, es el que marca el comienzo y la misión de la Iglesia.
Creo que estas palabras del Señor nos ayudan a comprender la relación que hay entre nuestra Fe, la Iglesia y el Bautismo. Si bien a la idea de Dios el hombre puede llegar por su propia razón, sin embargo a la intimidad de Dios sólo llegamos porque él nos lo ha revelado. Así, siendo Dios un ser único, en esa unidad convive la riqueza de tres Personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No es un misterio para el hombre la existencia de Dios, decíamos, pero sí es un misterio el ser íntimo de Dios. A este conocimiento llegamos porque es Jesucristo quien nos lo revela, él nos habla de su Padre y nos dice que cuando vuelva junto a él, nos van a enviar al Espíritu Santo. Esta realidad íntima de Dios es para nosotros el Misterio de la Santísima Trinidad.
La fe en Dios, Uno y Trino, es la que la Iglesia ha recibido y nos ha trasmitido. La Iglesia se nos presenta como depositaria de esta verdad comunicada por Jesucristo, que ella la conserva y nos trasmite por la predicación y la celebración de los sacramentos. La Iglesia cumple, así, la misión que Jesús le había encomendado en su despedida: “vayan prediquen y bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Esta es la razón de ser de la Iglesia, despertar por la predicación la fe y congregar a los hijos de Dios para celebrar los sacramentos que Jesús nos ha dejado, como signos vivos de su presencia. En el marco de esta relación entre Fe e Iglesia, el Bautismo se nos presenta como el primer encuentro de este camino entre Dios y el hombre.
No debemos olvidar que todo niño que nace ya es hijo de Dios, Dios es Padre Creador de todos. Entonces nos podríamos preguntar, ¿es necesario el Bautismo? Aquí es donde encontramos ese doble plano o nivel entre el orden de la creación o de la naturaleza, y el orden de la redención o de la gracia. El Bautismo pertenece a este segundo orden que supone el primero, en el que nacemos a esa vida nueva que nos traído Jesucristo. Por ello podríamos decir que, visto desde Dios, un nacimiento que no llega al bautismo sería como un nacimiento incompleto. Esa criatura que nace no recibiría el don de esa Vida Nueva que Dios, su Padre, le ha enviado por medio de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Cuánto bien nos hace recordar la fecha de nuestro bautismo como el día en que nacimos a esa vida de amistad con Dios. Deseándoles un buen fin de semana en compañía de sus familias y amigos, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones mi bendición en el Señor.
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