domingo, 31 de mayo de 2009

DESDE EL EVANGELIO: PENTECOSTÉS Y LA IGLESIA


¿Es posible vivir hoy Pentecostés, es decir, aquel momento de la historia de la Salvación como lo vivieron los apóstoles? La respuesta ciertamente es positiva, porque Jesucristo una vez resucitado es el mismo ayer, hoy y lo será siempre.
Por Mons. José María Arancedo

La historia de la Salvación es aquella que tiene a Dios por autor y al hombre como destinatario, y se realiza en lo concreto de nuestra historia. Dios no es un primer principio creador del hombre que una vez creado se desentiende él, esta sería una suerte de fe deísta que reconoce a Dios, pero que no es alguien que intervenga en nuestra vida. Dios existe, nos dirían, pero no podemos encontrarnos con él. Esta fe no es la fe cristiana, porque precisamente lo decisivo del cristianismo es que Dios ha venido a nosotros, se ha hecho hombre en Jesucristo para acompañarnos y comunicarnos su vida. En este marco de la historia de la salvación es donde encontrarnos a la Iglesia como primer fruto de Pentecostés.

Jesucristo no nos ha dejado sólo una doctrina sino su propia vida como un don al que llamamos gracia, porque es algo gratuito que no depende de nosotros. La gracia es la misma vida de Dios que como fuerza interior se nos da para que vivamos plenamente nuestra vocación de hijos de Dios. Por ello Jesucristo nos dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, no como un maestro que nos trasmite un conocimiento desde afuera, sino como Alguien que nos comunica su vida, la vida de Dios, para acompañarnos. Este encuentro con Jesucristo es, precisamente, el que nos introduce en ese diálogo de comunión con él y al que llamamos la vida cristiana.

Ahora bien, ¿cómo es posible, cómo se da hoy este encuentro con Jesucristo que es la fuente de la vida de Dios? La respuesta se nos presenta como una invitación a introducirnos en esa historia de la Salvación que él mismo ha iniciado. Antes de su vuelta al Padre, después de su muerte y resurrección, les dijo a sus discípulos: cuando vuelva junto al Padre no los dejaré huérfanos, les enviaré al Espíritu Santo, y él será quien les comunique todo lo que yo les he enseñado. Esta es la tarea del Espíritu Santo, hacer realidad en nosotros como gracia la obra de Jesucristo. Este momento de la historia de la Salvación es el que se cumplió en Pentecostés, cuando los apóstoles recibieron la gracia del Espíritu Santo y comenzaron a vivir una vida nueva.

¿Es posible vivir hoy Pentecostés, es decir, aquel momento de la historia de la Salvación como lo vivieron los apóstoles? La respuesta ciertamente es positiva, porque Jesucristo una vez resucitado es el mismo ayer, hoy y lo será siempre. Aquí es donde descubrimos y comprendemos la misión de la Iglesia. Ella ha sido fundada por Jesucristo para dejarnos una comunidad viva en la que se celebran los sacramentos de su presencia. El alma de la Iglesia es el mismo Espíritu Santo que sigue actuando hoy en nuestra historia. Podemos decir que la Iglesia es la última etapa de esta historia de la Salvación, donde Jesucristo nos espera para darnos su vida como gracia.

Que en este domingo de Pentecostés nos acerquemos a nuestras comunidades parroquiales para actualizar nuestra pertenencia a esta Iglesia viva que el Espíritu Santo va construyendo con cada uno de nosotros. Reciban de su Obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

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