Hay un concepto equivocado de igualdad que debilita y quita responsabilidad al ejercicio de las funciones que cada uno debe asumir. Es más, toda función de sana autoridad, sea de padre, maestro, o en este caso de pastor es un servicio que implica y compromete a la persona, porque en ello está su verdad y misión.
Por Mons. José María Arancedo
Cuando Jesús quiere trasmitir una idea, o una enseñanza o explicar el sentido de una función, acostumbra a usar imágenes tomadas de la realidad, diríamos que esta es su pedagogía. Las imágenes que utiliza siempre tienen una relación directa con la realidad en la que viven y conocen sus oyentes. En la liturgia de este domingo, cuando Jesús quiere definir su misión a su pueblo toma la imagen del Pastor, que era muy conocida y tenía una larga historia bíblica.
En esta imagen se nos habla de las relaciones del pastor y el rebaño, que lejos de ser una actitud paternalista o de dependencia nos muestra, por el contrario, las exigencias de su responsabilidad, dado que debe cuidar por el bien de las personas a él encomendadas. Nos habla de una relación que nace de una misión recibida y que él debe ejercer. Hay un concepto equivocado de igualdad que debilita y quita responsabilidad al ejercicio de las funciones que cada uno debe asumir. Es más, toda función de sana autoridad, sea de padre, maestro, o en este caso de pastor es un servicio que implica y compromete a la persona, porque en ello está su verdad y misión.
La primera afirmación que hace Jesús cuando se presenta como Pastor es decir: “El Buen Pastor da su vida por las ovejas” (Jn. 10, 11). Esto nos habla de una relación que sólo se comprende desde una actitud de amor. El amor del pastor es la fuente que crea lazos que lo compromete con el otro, sea para cuidarlo como para acompañarlo en su vida. Es un amor oblativo que habla de una relación personal que sólo se vive desde un acto de amor y en libertad: “conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí”. En esta relación el otro es único, no es uno más. La fuente de esta relación del pastor con su rebaño es el conocimiento y el respeto; no es un amor posesivo que quiere adueñarse del otro, sino que busca el bien de la persona amada. Es un amor de entrega que no espera nada a cambio, aunque se alegra de la gratitud.
Para continuar su ministerio de pastor entre nosotros Jesús eligió a los apóstoles, “para que estuvieran con él y enviarlos a predicar” dice el evangelio, y así cuidar a su rebaño (Mc. 3, 16). Esta es la razón profunda que da sentido a la vocación sacerdotal. Es el mismo Jesús el que sigue llamando hoy, como lo hizo con los primeros apóstoles, para mantener viva su presencia y ministerio al servicio de los hombres. Por ello en este domingo, conocido como el Domingo del Buen Pastor, la Iglesia reza de un modo especial por las vocaciones sacerdotales. La imagen de Jesucristo, el Buen Pastor, creo que es la mejor imagen que podemos presentar de Jesucristo a nuestros jóvenes, para mostrarles el significado y la grandeza del sacerdocio.
Pidiéndoles como Obispo una oración por las vocaciones al sacerdocio y por nuestros seminaristas, les hago llegar junto a mis oraciones mi bendición en Jesucristo, el Buen Pastor.
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