Nos da dos cosas fundamentales: nos da su Espíritu dándonos la paz, que es El y nos envía -“así como el Padre me envió a mi, Yo también los envío a ustedes”. Luego nos dice “reciban el Espíritu”, que es quien hace “nuevas todas las cosas”.
Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia
Domingo 31 de mayo de 2009
Solemnidad de Pentecostés
Evangelio según San Juan 20, 19-23 (Ciclo B)
Queridos hermanos: este domingo, Solemnidad de Pentecostés, es el nacimiento de la Iglesia. La Iglesia nace definitivamente en Pentecostés. El Misterio de Dios se amasa en el vientre de María, se consuma en la cruz y se da a luz en Pentecostés: hoy nace la Iglesia.
Recordamos también que hoy comenzamos la Semana de Oración por la Unidad de todos los Cristianos. Esto no es una opción particular de algunos, sino que el mismo Señor quiere que todos seamos uno en El, “como el Padre y Yo somos uno”, tenemos que ser uno en El.
El lunes 1º de junio en la liturgia recordamos a María Madre de la Iglesia. Ella está muy presente en el nacimiento de la Iglesia.
Evangelio: El espíritu hace nuevas todas las cosas
Es el Espíritu que se encuentra de muchas maneras, de muchas formas, pero siempre en la misma acción. El Señor ha sido crucificado, ha resucitado, va a ascender al Padre y nos manda con el Padre al Espíritu.
Nos da dos cosas fundamentales: nos da su Espíritu dándonos la paz, que es El y nos envía -“así como el Padre me envió a mi, Yo también los envío a ustedes”. Luego nos dice “reciban el Espíritu”, que es quien hace “nuevas todas las cosas”
Sin el Espíritu no habría vida.
Sin el Espíritu no habría Iglesia.
Sin el Espíritu no habría sacramentos.
Sin el Espíritu no tendríamos ni esperanza, ni caridad, ni fe.
Es el Espíritu que hace todas las cosas, por eso una persona vive esencialmente por su espíritu. Hoy el mundo nos quiere hacer creer que uno puede vivir por lo que tiene, por lo que posee, por lo que muestra, por las cosas; pero las cosas no pueden alimentar lo esencial de una persona humana, porque lo esencial de una persona humana es el espíritu.
El Espíritu hace nuevas todas las cosas y aunque uno vaya envejeciendo, por el Espíritu se va acercando más a Dios, se va acercando más a la gente, se va integrando, unificando, madurando. El Espíritu, Dios lo da.
Pero también es cierto, y quiero decirlo, que hay que rezar. Quien reza, persevera. Al Espíritu se lo recibe porque se nos da, pero también hay que corresponderle y la respuesta que uno da es en oración. Ninguna persona podrá madurar totalmente si no tiene espíritu de oración. Espíritu de oración significa reconocimiento ante el Amor de Dios. Y reconocimiento por medio de la verdad. El que reza, adora y dice la verdad.
Hay algo que para mí es muy importante: el que reza se va revistiendo de la luz y los sentimientos de Cristo, se va conformando más a El, va haciendo en su vida Su voluntad.
El que reza llega a la verdad y sale de la ignorancia.
El que reza puede vivir en la verdad y en el amor.
Hoy le pedimos al Espíritu Santo, en Pentecostés, que seamos humildes, que reconozcamos que tenemos necesidad, que venga en nuestra ayuda para fortalecer nuestra piernas vacilantes, para enriquecer y cambiar nuestro “corazón de piedra en un corazón de carne”, para renovar nuestra vida, para vivir en la luz y en la gracia y para poder llamar a todo prójimo hermano.
Que la gracia de Dios, por medio de su Espíritu, esté en este Pentecostés sabiendo que de El venimos, con El caminamos y a El regresamos
¡Feliz fiesta de Pentecostés!
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia
Domingo 31 de mayo de 2009
Solemnidad de Pentecostés
Evangelio según San Juan 20, 19-23 (Ciclo B)
Queridos hermanos: este domingo, Solemnidad de Pentecostés, es el nacimiento de la Iglesia. La Iglesia nace definitivamente en Pentecostés. El Misterio de Dios se amasa en el vientre de María, se consuma en la cruz y se da a luz en Pentecostés: hoy nace la Iglesia.
Recordamos también que hoy comenzamos la Semana de Oración por la Unidad de todos los Cristianos. Esto no es una opción particular de algunos, sino que el mismo Señor quiere que todos seamos uno en El, “como el Padre y Yo somos uno”, tenemos que ser uno en El.
El lunes 1º de junio en la liturgia recordamos a María Madre de la Iglesia. Ella está muy presente en el nacimiento de la Iglesia.
Evangelio: El espíritu hace nuevas todas las cosas
Es el Espíritu que se encuentra de muchas maneras, de muchas formas, pero siempre en la misma acción. El Señor ha sido crucificado, ha resucitado, va a ascender al Padre y nos manda con el Padre al Espíritu.
Nos da dos cosas fundamentales: nos da su Espíritu dándonos la paz, que es El y nos envía -“así como el Padre me envió a mi, Yo también los envío a ustedes”. Luego nos dice “reciban el Espíritu”, que es quien hace “nuevas todas las cosas”
Sin el Espíritu no habría vida.
Sin el Espíritu no habría Iglesia.
Sin el Espíritu no habría sacramentos.
Sin el Espíritu no tendríamos ni esperanza, ni caridad, ni fe.
Es el Espíritu que hace todas las cosas, por eso una persona vive esencialmente por su espíritu. Hoy el mundo nos quiere hacer creer que uno puede vivir por lo que tiene, por lo que posee, por lo que muestra, por las cosas; pero las cosas no pueden alimentar lo esencial de una persona humana, porque lo esencial de una persona humana es el espíritu.
El Espíritu hace nuevas todas las cosas y aunque uno vaya envejeciendo, por el Espíritu se va acercando más a Dios, se va acercando más a la gente, se va integrando, unificando, madurando. El Espíritu, Dios lo da.
Pero también es cierto, y quiero decirlo, que hay que rezar. Quien reza, persevera. Al Espíritu se lo recibe porque se nos da, pero también hay que corresponderle y la respuesta que uno da es en oración. Ninguna persona podrá madurar totalmente si no tiene espíritu de oración. Espíritu de oración significa reconocimiento ante el Amor de Dios. Y reconocimiento por medio de la verdad. El que reza, adora y dice la verdad.
Hay algo que para mí es muy importante: el que reza se va revistiendo de la luz y los sentimientos de Cristo, se va conformando más a El, va haciendo en su vida Su voluntad.
El que reza llega a la verdad y sale de la ignorancia.
El que reza puede vivir en la verdad y en el amor.
Hoy le pedimos al Espíritu Santo, en Pentecostés, que seamos humildes, que reconozcamos que tenemos necesidad, que venga en nuestra ayuda para fortalecer nuestra piernas vacilantes, para enriquecer y cambiar nuestro “corazón de piedra en un corazón de carne”, para renovar nuestra vida, para vivir en la luz y en la gracia y para poder llamar a todo prójimo hermano.
Que la gracia de Dios, por medio de su Espíritu, esté en este Pentecostés sabiendo que de El venimos, con El caminamos y a El regresamos
¡Feliz fiesta de Pentecostés!
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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