Este tiempo fuerte de Semana Santa y Pascua, es una oportunidad para que todos, pero especialmente los cristianos y en particular aquellos que tenemos distintas responsabilidades dirigenciales y sociales, realicemos un profundo examen de conciencia, sobre como vivimos el llamado a la santidad, en el ejercicio de nuestra condición de ciudadanos.
Carta del Obispo de Posadas – Domingo de Ramos – 05.04.09
Por Mons. Juan Rubén Martínez
Durante la Semana Santa que iniciamos actualizaremos en nuestras celebraciones litúrgicas lo que aconteció hace casi 2000 años en Jerusalén. Muchas veces creemos que nuestro momento es el peor, pero en la historia cada situación vivida a tenido sus graves problemas. No era fácil el contexto en donde se vivió la Pascua del Señor. Tanto por la dominación del Imperio Romano, como por la complejidad de la religiosidad de los judíos y los paganos. En Jerusalén transcurrieron los días y hechos cruciales de nuestra fe. Jerusalén nos evoca el pasado histórico y el futuro escatológico. Aunque lamentablemente siempre abundan los conflictos, Jerusalén nunca dejó de ser una tierra cargada de historia, misterio y sobre todo fe. Es ahí en Jerusalén donde Jesucristo va a vivir la Pascua. Esta va a ser su Pascua, nuestra Pascua y la Pascua de la humanidad.
En este domingo celebramos la entrada mesiánica a Jerusalén (Mc. 11,1-10). Jesús montado sobre un pobre burro, es el rey humilde que contradice el poder romano y religioso de los judíos que no entendían la presencia de Dios. Leeremos también la pasión del Señor, su muerte y resurrección. Con la lectura de estos textos nos prepararemos para las diversas celebraciones de la Semana Santa. El miércoles nos reuniremos en la Parroquia Cristo Rey de Oberá, con todos los sacerdotes de la Diócesis y el pueblo de Dios que viajará hasta allí para acompañarnos, y celebrar la Misa Crismal. Esta Misa lleva este nombre porque realizaremos la bendición de los distintos óleos y el Santo Crisma, aceites sagrados que usamos en la distribución de los Sacramentos durante el año. También en esta Eucaristía los sacerdotes renovaremos nuestras promesas sacerdotales. Renovamos el agradecimiento por el llamado que Dios nos ha hecho a ser Apóstoles y amigos. Anticipamos esta renovación de las promesas sacerdotales por una razón pastoral, para estar juntos, ya que la institución del sacerdocio ministerial es celebrado en la Cena del Señor. La Misa del jueves por la noche. Allí los cristianos nos reunimos a celebrar la institución de la “Eucaristía”, del sacerdocio y del servicio con el gesto del lavatorio de los pies. Después siguiendo los textos de la Palabra de Dios nos encaminamos a participar en “el Vía Crucis”, en el juicio y la muerte del que fue crucificado el Viernes Santo. El sábado por la noche la Misa empezará en la oscuridad y el cirio encendido será la luz de Cristo, la esperanza y la vida que ilumina las tinieblas. Los aleluyas expresarán el triunfo de la vida, sobre la muerte, porque Cristo, el que murió, ¡Resucitó! La liturgia Pascual nos invita a que nosotros también subamos a Jerusalén para vivir nuestra Pascua.
Muchos al escuchar: Semana Santa o Pascua, lo asocian solamente a vacaciones o a diversión. Como muchos contemporáneos de Jesús, no captan ni entienden el sentido profundo y la posibilidad que Dios quiere regalarnos de vivir la conversión y la Pascua. Hoy corremos el riesgo que el secularismo nos lleve a vaciar de contenido aquello que celebramos. El secularismo es una forma de ateísmo práctico. No discute la existencia de Dios, la omite y vacía de valores que son fundamentales a la dignidad humana. No está mal que algunos quieran tomarse un descanso de la rutina diaria, pero esto debe convivir con nuestro compromiso cristiano de participar y vivir la Pascua y las celebraciones, para renovar la fe.
Este tiempo fuerte de Semana Santa y Pascua, es una oportunidad para que todos, pero especialmente los cristianos y en particular aquellos que tenemos distintas responsabilidades dirigenciales y sociales, realicemos un profundo examen de conciencia, sobre como vivimos el llamado a la santidad, en el ejercicio de nuestra condición de ciudadanos. Acompañar a Jesucristo, el Señor, en estos días implica internalizar el camino, la verdad y la vida que el Señor quiere darnos.
Quiero subrayar la necesidad de “participar” en todas las celebraciones de Semana Santa. Esto llenará de sentido nuestras vidas y nos animará a renovarnos como hombres y mujeres “pascuales”, para que renovados en la fe podamos ser fermento de transformación social y globalizar la solidaridad.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
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