domingo, 26 de abril de 2009

COMPARTIENDO EL EVANGELIO: LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS



Cuando uno no tiene la experiencia fuerte, personal, de la fe en el Señor ¿qué transmite?, tristeza, pálidas, resentimientos, opiniones superficiales, cosas que son vacías. ¿Pero por qué? Porque no hay densidad de encuentro.


Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia

Domingo 26 de abril de 2009
3º Domingo de Pascua
Evangelio según San Lucas 24, 35-48 (Ciclo B)

Evangelio: los discípulos de Emaús

Es el conocido texto de los Discípulos de Emaús, algo extraordinario porque a Dios lo reconocen “casi después”. ¿Por qué hay gente que no tiene fe? ¿Por qué hay gente que le cuesta entender? Porque muchas veces uno no se da tiempo para encontrarlo. No se da tiempo para encontrarlo en el silencio. Hoy en día no se hace silencio. Y hay gente que tiene miedo al silencio.

A veces, cuando uno va manejando su coche, ve y escucha que el coche de al lado lleva la música a todo volumen, ensordecedora, porque de alguna manera no quieren estar solos, no se quiere pensar, no se sabe hacer silencio. Y a Dios hay que encontrarlo en el silencio, hay que darle espacio.

Pero El se aparece y cuando uno se da cuenta que El aparece, que El está, lo reconoce e inmediatamente tiene que dar testimonio. La fuerza del testigo, la fuerza del misionero, está basada en la fuerza de la experiencia del encuentro con el Señor. Si uno tiene poco fervor misionero, es porque tiene poco encuentro personal con el Señor. Es así.

Uno tiene que tener la experiencia de la fe y cuando tiene esa experiencia, tiene la comunicación viva de lo demás. Cuando uno no tiene la experiencia fuerte, personal, de la fe en el Señor ¿qué transmite?, tristeza, pálidas, resentimientos, opiniones superficiales, cosas que son vacías. ¿Pero por qué? Porque no hay densidad de encuentro.

Vamos a pedir al Señor este famoso binomio, que ha cristalizado muy bien Aparecida, “discípulos y misioneros para que nuestros pueblos en El tengan vida”.

Que seamos siempre sus discípulos.

Que lo escuchemos en su Palabra.

Que lo recibamos en la Eucaristía.

Que lo testimoniemos en nuestra vida.

Así como Cristo fue enviado por el Padre, también nosotros somos enviados por Cristo a cumplir la misión. ¡Y cada uno de nosotros, en cada lugar y en todo lugar, tenemos una misión que cumplir! Pero si no tenemos profundidad de raíces ¿qué misión vamos a cumplir? Si no tenemos profundidad de convencimiento, nuestros mensajes serán muy pálidos y muy pobres.

Queridos hermanos, ¡vivamos como el Resucitado!, ¡vivamos con el Resucitado!, sabiendo que Él nos acompaña para que podamos dar testimonio de vida a los demás.

El mensaje es de El no nuestro, pero nosotros lo hemos recibido, lo hemos heredado y tenemos que transmitirlo.

Que tengamos la experiencia de los discípulos de Emaús.

Que tengamos la prontitud, la generosidad y la fidelidad en la respuesta.

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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