El hecho de que alguien admire a la Madre Teresa al mismo tiempo que a Sai Baba y haga una doctrina a su manera rescatando de ambas lo que le parece y armado un esquema espiritual sincretista, no debe ser considerado ecumenismo.
Por Mons. Juan Rubén Martínez
Carta de cuaresma del Obispo de Posadas – 2do. domingo de cuaresma – 08.03.09 (2da. Parte)
Este tiempo cuaresmal puede ayudarnos a revisar como vivimos nuestro camino discipular, vocación y misión. Muchas veces el contexto cultural no nos ayuda porque hay mucha desorientación y está lleno de anuncios religiosos fantasiosos, mágicos, desprovistos de consistencia, consumistas, que venden y pretenden comprar, como si la fe fuese un producto más del mercado. Hoy, como ayer hay “falsos profetas”, magos, nigromantes, punteros políticos religiosos, vendedores de espejitos, que terminan dañando la búsqueda legítima de Dios de nuestro pueblo.
Es cierto que también venimos de varios siglos de presencia del modernismo que endiosó la razón y la ciencia, que desvalorizó la dimensión religiosa de la persona, reduciéndola a un mero recurso afectivo y sentimental, supuestamente considerando lo religioso como un recurso necesario para los débiles o ignorantes. Las consecuencias del modernismo llevaron muchas veces a que la espiritualidad cristiana se desvirtuara generando rupturas entre fe y vida, fe y razón, fe y ciencia y fe y cultura. De hecho aquello que siempre fue incomprensible para “el modernismo” fue el misterio de “la Encarnación”, celebrado por los cristianos, el hecho de que Dios se haya hecho uno de nosotros. Por esta causa muchos de sus seguidores durante siglos han tratado con teorías, novelas, historias… negar la naturaleza divina de Jesucristo, contradiciendo la confesión de fe de los cristianos, quienes creemos que Jesucristo, el Señor, es verdaderamente hombre y Dios. Para nuestra espiritualidad y la aplicación de la misma en nuestra vida cotidiana, la comprensión del misterio de la “Encarnación” y “la Pascua”, son claves que hacen a la esencia de nuestra fe y espiritualidad.
Una espiritualidad consistente necesita realizar una confesión de Fe sobre la cercanía y amor de Dios, concretado en “su Encarnación”. “La Palabra se hizo carne…” (Jn. 1,14), se reveló para orientarnos, salvarnos, y Jesucristo se donó en la Pascua, misterio donde celebramos el sacrificio de la muerte y la resurrección, “la Vida nueva”. Necesitamos una espiritualidad que confiese la fe porque aparecen mensajes confuso que tienden a decir que “todo es Dios”, que “todo es lo mismo”, que Dios no es Alguien, sino algo. Un todo impersonal está imposibilitado de proponer un camino y una ética donde haya bien y mal.
Hace algunos días en unos canales de televisión local, se reproducía aquello que muchas veces se da en otros medios nacionales con mensajes confusos, que tienen en sí derecho a expresarse, pero que usan figuras del catolicismo, como Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta…, “gente santa y comprometida que no estuvo confundida”, pero que son “utilizados” por “vendedores de espejitos”, para confundir y vaciar de sentido la legítima búsqueda religiosa de nuestra gente. Ante esta confusión bastante generalizada recurro a reiterar un comunicado de prensa de una Diócesis hermana que buscaba corregir algunos de estos desvíos: “El eclecticismo, propio de algunas corrientes espirituales actuales como la New Age, que intenta reunir a todas las religiones sin respetar la verdadera identidad de cada una no es ecumenismo… El hecho de que alguien admire a la Madre Teresa al mismo tiempo que a Sai Baba y haga una doctrina a su manera rescatando de ambas lo que le parece y armado un esquema espiritual sincretista, no debe ser considerado ecumenismo”.
Nuestro tiempo que padece un fuerte materialismo con su consecuencia habitual de insatisfacción profunda del espíritu humano traducidas en depresiones y angustias, y tantas veces en desesperación y desorientación, reclaman de un tiempo en que debemos recuperar fuertemente una espiritualidad que no sea superficial, pasajera, consumista; sino una espiritualidad que profundice la fe, la esperanza y el amor; el camino del amor misericordioso de Dios, que nos revela Jesucristo y nos permite comprender por el Espíritu, que Dios es nuestro Padre.
En esta reflexión quiero recordar la colecta cuaresmal del 1 % que realizamos cada año, que no implica sólo el hecho económico de nuestra generosidad, sino el ayunar o renunciar a algo para ayudar a otros hermanos más necesitados, ejerciendo la comunión de bienes que nos enseña “el Señor”. Será una oportunidad concreta para profundizar en una espiritualidad más madura que nos ayude a superar nuestras rupturas de fe, celebración y vida. El próximo 14 y 15 de marzo será la colecta o el gesto, pero en toda la cuaresma tendremos oportunidad de realizar un profundo examen de conciencia, donde podamos revisar si estamos dispuestos a asumir este camino de discipulado y misión, desde una espiritualidad que lo ponga a Jesucristo, el Señor, verdaderamente en el centro de nuestras vidas.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
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