viernes, 20 de marzo de 2009

CON TODO RESPETO, MONSEÑORES: YO DISIENTO


Recoge Zenit el documento final sobre la crisis económica de la CELAM -obispos iberoamericanos-, reunidos en el Vaticano, me ha llenado de estupor. No por lo que dice, sino por cómo lo dice.

Por Eulogio López

Con todo respeto, monseñores: el texto está redactado en lenguaje ‘new age’, en el idioma de lo políticamente correcto. En mi opinión en el lenguaje de la tristeza. El mismo Al Gore lo firmaría.

¿La creación está en peligro? ¿Quién lo ha dicho? Uno diría que lo único que está en peligro es la humanidad, controlada por quienes opinan que debemos olvidarnos de los conceptos de vida y muerte. Si fuera el planeta el que peligra, sin que la libertad humana pudiera invertir la situación, estaríamos desconfiando de la Providencia, en la divina misericordia. Y entonces, ¿en qué nos diferenciaríamos del fatalismo que asola al mundo actual?

En la misma línea, ¿faltan recursos? ¿Quién lo ha dicho? El genio humano aplicado al resto de la creación divina, ha multiplicado los alimentos, la energía y las posibilidades, en lógica sintonía con el mandato de “henchid la tierra y someterla”. Ilustrísimas: ¿No se dan ustedes cuenta de que la penuria alimentaria, el cambio climático y demás tontunas no son otra cosa que patrañas inventadas por los poderosos del mundo, por el Nuevo Orden Mundial, para reducir el “número de comensales invitados al banquete de la vida” (Pablo VI). El hambre y la miseria no son consecuencia de la penuria sino del egoísmo y de una injusta distribución de una riqueza... creciente.

El relativismo de la New Age no sólo desconfía de Cristo sino que, como no podía ser de otra forma, miente. Las crisis económicas de la modernidad, desde el siglo XIX al XXI, han tenido su origen en los excedentes de bienes, servicios y, últimamente, información, que provocan importantes desigualdades. Nuestro problema es moral, no económico, el problema no es que nos falta, es que nos sobra.

¿Crisis de energía? Claro, porque la energía de hidrógeno -en su integridad- multiplicará exponencialmente la capacidad energética de la humanidad como ya lo ha hecho la fisión nuclear. Como siempre, el problema consiste en que el fuerte no se aproveche del débil. ¿Por qué apostamos desde Hispanidad por la energía nuclear, por la presente y por la futura? Por dos razones: es casi inagotable y es la energía de los pobres.

¿Crisis financiera? Pero monseñores, por favor: si la crisis actual proviene del océano de liquidez que hemos creado, con unos mercados bursátiles que se han convertido en verdaderos parásitos de la economía. La crisis ha sido provocada por un proceso de especulación financiera sin freno que ha convertido el dinero en un fin, cuando es un medio para producir bienes. Pero, en cualquier caso, ha sido la abundancia, la multiplicación de los activos financieros -la exuberancia irracional de los mercados, en lamentable ironía de don Alan Greenspan- la que ha provocado la crisis, la creación de dinero innecesario sostenido por dinero innecesario y por un nuevo tipo de avaro que no desea ni tan siquiera bienes: sólo el poder que produce una cuenta corriente -es decir, un apunte contable- con muchos más ceros que el vecino. Los mercados financieros especulativos: eso sí es una estructura de pecado, pero no por liberal sino por capitalista.

Que no, que no es una crisis de carestía sino de sobreabundancia... y de egoísmo en la sobreabundancia. El análisis económico telúrico quédese para descreídos y un pelín desesperados, para aquellos que piden protección pública porque no saben pedir justicia. Es buena la protección pública, pero sólo cuando falta la propiedad privada del hombre libre.

Qué distinto me suena el redactado de este documento a los de León XIII, inventor de la Doctrina Social de la Iglesia cuando amanecía el siglo XX. ¿Recuerdan? Cuando aún se engrasaban los mecanismos productivos y no se habían inventado las prestaciones públicas ni el Estado del Bienestar: “Tantos miembros de la clase trabajadora como fuera posible deberían hacerse propietarios”. Viva la propiedad privada pequeña (y directa, no delegada, como ocurre en el capitalismo financiero que hoy padecemos). Y sí, eminencias, el bien común es la suma de los bienes individuales, de la misma manera que una sociedad moralmente sana es aquella en que cada uno de sus individuos, los únicos que tienen alma, está moralmente sana. Es decir, alegre.

No, la creación no está en peligro, entre otras cosas porque el hombre no tiene poder suficiente para hacerla peligrar -aunque algunos lo intenten con muy mala leche-. Lo único que está en peligro es el alma humana. Sólo el alma humana. Por lo demás, todo marcha estupendamente.


Publicado en Cristiandad.org


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